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Albares se fue a Rabat (sin Canarias)
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Jaime Pérez-Llombet

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Albares se fue a Rabat (sin Canarias)

El ministro ha llamado al presidente autonómico, Fernando Clavijo, para contarle el guion de las reuniones de estos días con el país vecino y, en igual o mayor medida, en el objetivo de que en CC se sientan atendidos

Foto: El ministro de Exteriores, José Manuel Albares, en Marruecos. (EFE/EPA/Jalal Morchidi)
El ministro de Exteriores, José Manuel Albares, en Marruecos. (EFE/EPA/Jalal Morchidi)
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El pasado avala o desmiente, te da cobertura argumental o te la niega, califica y juzga. Los precedentes visten o desnudan las razones que conjugamos en presente imperfecto, te lo ponen fácil o imposible. Así es la vida, y la política; qué decir si en tu tarjeta de presentación puede leerse que eres ministro de Exteriores. El pasado de José Manuel Albares son dos, el suyo y el de quienes lo antecedieron y ahora, años después, dan o quitan fundamento a las opiniones del ministro, cubriéndolo o descubriéndolo cuando decide que un territorio, Canarias, por ejemplo, esté representado como tal en un encuentro de España con Marruecos, con el vecino de ahí al lado.

El ministro ha llamado personalmente al presidente autonómico, Fernando Clavijo, para contarle el guion de las reuniones de estos días con el país vecino y, en igual o mayor medida, en el objetivo de que en Coalición Canaria —con su escaño revalorizándose con la estampida de los morados, y las que estén por venir— se sientan debidamente atendidos, no sea que acabe CC jugándole a la contra al Gobierno en distintas comisiones parlamentarias. El telefonazo de Albares confirma que en el PSOE quieren cuidar a Coalición, no vaya a ser que el voto de la diputada Cristina Valido termine siendo necesario cuando los socios preferentes del Gobierno se echen al monte con cualquier excusa o sofocón preelectoral de catalanes y vascos.

Las cosas del querer, y del necesitar. Cuida el ministro los detalles, pero no ha sentado a Canarias en las reuniones del encuentro con Marruecos. Albares argumenta, y explica, pero el pasado lo pone frente al espejo y le cuenta que en 2005 —en un pretérito más o menos reciente— José Luis Rodríguez Zapatero invitó a dos comunidades autónomas, Canarias y Andalucía, a una cumbre con Marruecos. Ambas regiones asistieron al encuentro y aquel Gobierno, presidido por quien dieciocho años después ha reaparecido en el papel de superhéroe al rescate de Pedro Sánchez, justificó la presencia de canarios y andaluces apoyándose en dos razones, situación geográfica y convivencia con el fenómeno de la inmigración africana, urgencias que siguen en pie.

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Si en 2005 la vecindad fue razón suficiente para invitar a Canarias y Marruecos, cómo se explica que en 2023, con la geografía lógicamente invariable y la ruta atlántica de la inmigración creciendo de forma imparable, el Gobierno de España no se deje acompañar por representantes autonómicos, incumpliendo, de paso, uno de los epígrafes incluidos en la agenda canaria que el PSOE le firmó a CC, concretamente en el punto siete, donde se dice literalmente que Canarias estará presente, con representación propia garantizando siempre un diálogo previo, en negociaciones que el Estado mantenga con el Reino de Marruecos en las materias que afectan a la Comunidad Autónoma, sobre todo en tres asuntos fundamentales, la delimitación de los espacios marítimos, el control de los movimientos migratorios y la explotación de recursos naturales. Fin de la cita.

La inclusión de este punto, en estos términos, no es caprichosa. Marruecos es materia extremadamente sensible para Canarias y de años a esta parte, coincidiendo con el oscurantismo que ha envuelto la estrategia epistolar de Sánchez —cómo olvidar el vergonzante episodio de la carta que filtró Marruecos, o el de las decisiones inexplicadas respecto al Sahara— en las Islas crece la sensación de que se va a ciegas con los giros, cartas y conversaciones con un vecino escurridizo, hábil y con una larga tradición en política de hechos consumados.

Foto: El ministro de Política Territorial y Memoria Democrática, Ángel Víctor Torres. (EFE/Javier Lizón) Opinión

La presencia de Canarias en la agenda con Marruecos es tan necesaria como inaplazable, especialmente ahora, para que en el archipiélago se recupere la confianza volviendo a la transparencia de las cosas que se hablan con el vecino. Las relaciones entre países, la diplomacia, es una partida que se juega en el ámbito estatal —nadie lo discute—. Ahora bien, cuando tanto presumen el PSOE y su equipo médico habitual de liderar contra viento, mediadores y marea, un modelo de país plurinacional, ¿por qué no predicar con el ejemplo dando e incrementado la participación de las comunidades autónomas en las relaciones bilaterales que les afectan en el día a día?, ¿cómo se explica que Canarias deba conocer por la prensa o a golpe de cortesías telefónicas lo que se va a hablar o se ha dicho antes y durante un encuentro?

No hay hechos, hay interpretaciones —palabra de Nietzsche—. De las lecturas que pueden hacerse de la realidad se encargan los ministros, de Exteriores e Interior, entre otros, pero los hechos y el pasado son tan incontestables como los números. Si en 2005 el Gobierno de España facilitó la presencia de dos comunidades autónomas en una cumbre con Marruecos, cómo justifica el gabinete de Sánchez que Canarias no esté en las reuniones con el vecino, precisamente ahora que la crisis migratoria ha pulverizado los datos conocidos de llegadas, muertes o desapariciones. Si no bastara con esa razón, a todas luces mayúscula, cómo explican que empiecen la legislatura saltándose uno de los puntos de la agenda canaria, del contrato que firmaron con CC para sumar el sí de la diputada Valido el día de la investidura más inflamable de los últimos lustros.

Foto: Héctor Gómez traspasando su cartera. (Albert Ortega/Europa Press) Opinión

El Gobierno canario desconocía el viaje de Albares a Rabat. Ignoró los términos en que se iban a desarrollar las conversaciones, a qué nivel o sobre qué asuntos, y así fue hasta que el Ejecutivo autonómico, incómodo en la desinformación, recordó que las Islas deben saber y, además, estar. Canarias debe conocer cuando se aborden temas que le afectan, y cuando no le toquen de cerca también tiene que estar informada. Cuando se viene de la falta de transparencia que ha marcado los pasos con Marruecos en los últimos años lo inmediato es contrarrestar la desconfianza que sembró el oscurantismo multiplicando las luces y no las sombras. La presión del Ejecutivo regional provocó la llamada telefónica del José Manuel Albares a Fernando Clavijo, pero finalmente la comunidad autónoma no ha estado representada de forma directa en las reuniones de Rabat.

Ese telefonazo abre una etapa diferente en las relaciones Estado-Canarias, concretamente en la convivencia de PSOE y Coalición Canaria, pero no es ni de lejos suficiente. Coincidiendo con la mayor crisis migratoria, y con las dudas o la inquietud razonable que ha generado el cambio de discurso respecto al Sahara, no tiene un pase que Canarias no esté en el encuentro con Marruecos. El ministro podrá dar las explicaciones que considere, pero el pasado lo desarma y desautoriza. Si fue posible tener a Canarias en una cumbre con Marruecos en 2005, no hay razón que justifique que la comunidad autónoma no haya contado con un representante en las reuniones de Rabat.

El pasado avala o desmiente, te da cobertura argumental o te la niega, califica y juzga. Los precedentes visten o desnudan las razones que conjugamos en presente imperfecto, te lo ponen fácil o imposible. Así es la vida, y la política; qué decir si en tu tarjeta de presentación puede leerse que eres ministro de Exteriores. El pasado de José Manuel Albares son dos, el suyo y el de quienes lo antecedieron y ahora, años después, dan o quitan fundamento a las opiniones del ministro, cubriéndolo o descubriéndolo cuando decide que un territorio, Canarias, por ejemplo, esté representado como tal en un encuentro de España con Marruecos, con el vecino de ahí al lado.

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