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El año de la 'matrioska'
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Jaime Pérez-Llombet

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El año de la 'matrioska'

El año que ha echado a andar son cuatro, con sus respectivos nudos y desenlaces, con las consiguientes lecturas, ondas expansivas y daños colaterales en los territorios convocados e indirectamente en el conjunto del país

Foto: Fernando Clavijo. (EP)
Fernando Clavijo. (EP)
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Los discursos de final de año han partido de una premisa equívoca, o distraída. Los presidentes autonómicos han obviado que 2024 solo puede explicarse recurriendo a la imagen de las matrioskas y, con ese punto de partida, que únicamente se deja describir, asumiendo que este año lleva otros cuatro más pequeños en su interior; se han dirigido a sus parroquianos profetizando sobre el futuro inminente, olvidando —conscientemente, o no—que el tiempo al que se han referido no es uno, no cabe leerlo como unidad, como algo compacto, sino como constelación de hitos electorales que rompen 2024, despedazándolo, partiéndolo en tantos trozos como citas hay pintadas en el calendario. Habrá tantos 2024 como campañas. Gallegas. Europeas. Vascas. Catalanas.

El año que ha echado a andar son cuatro, con sus respectivas presentaciones, nudos y desenlaces, con las consiguientes lecturas, ondas expansivas y daños colaterales en los territorios convocados e indirectamente en el conjunto del país, en las Cortes. Tanto el presidente del Gobierno de España como los jefes de los Ejecutivos autonómicos debieron hacer un discurso para los primeros meses de 2024, y no tanto para su totalidad; bien pudieron focalizarlos en los siguientes cien o doscientos días, sin llevar su análisis o consideraciones a los trescientos sesenta y seis. También el presidente canario, Fernando Clavijo, cayó en la trampa de concluir que 2024 es un año, cuando son cuatro —al menos cuatro, quién sabe si alguno más—.

Foto: Rescate de migrantes de origen subsahariano en las islas de Lanzarote y Gran Canaria. (EFE/Adriel Perdomo) Opinión

Una lectura epidérmica de las consecuencias que pueda tener en Canarias lo que ocurra en Galicia, Euskadi, Cataluña o Europa puede llevar al error de pensar que en las Islas tanto da lo que pueda pasar. Sí, importa. Sin duda, al archipiélago le afectan, y de qué manera, los cambios en las comisarías europeas que facilitan o torpedean las demandas de las regiones ultraperiféricas.

Canarias se la ha jugado y se ha movido en Europa desde hace décadas, bastante antes de que las demás comunidades autónomas empezaran a conocer de qué va la cosa en Bruselas; de ahí la certeza de que los equilibrios de poder en los despachos europeos serán observados con detenimiento, y preocupación, desde las Islas. No es tampoco indiferente, a efectos del transcurrir de la legislatura autonómica en el archipiélago, cómo respiren las urnas en las convocatorias gallegas, vascas o catalanas.

El acuerdo que Coalición Canaria y PP tienen en las Islas —en el Gobierno regional, cabildos y ayuntamientos— no depende de lo que ocurra en otros paisajes, no es eso. El pacto CC-PP es un contrato a cuatro años que no se romperá por lo que pueda acontecer a más de mil ochocientos kilómetros. Un acuerdo capaz de sobrevivir, sin despeinarse, al sí de Coalición en la investidura de Pedro Sánchez, confirma que lo suyo es una relación abierta, en la que nadie, ni Coalición ni PP, ni Fernando Clavijo ni el presidente de los populares en las Islas, Manuel Domínguez, pregunta al otro dónde ha pasado la noche o de dónde vienes a estas horas.

Saben ambos, presidente y vicepresidente, secretario general de CC y presidente del PP, respectivamente, que el maridaje que lideran es la mejor ecuación posible en estos momentos de turbulencias, platos rotos, incertidumbres y altercados en las calles de Madrid; son conscientes de los riesgos, enormes, difíciles de cuantificar, que conllevaría abrazarse por activa o pasiva al PSOE en la pista autonómica. Con la opinión pública en llamas, no es momento de malabarismos ni triples saltos.

Foto: Felipe VI recibe a Fernando Clavijo en la Zarzuela. (EFE/Juan Carlos Hidalgo) Opinión

Será juntos, CC y PP, pero no les será indiferente lo que cuenten las urnas, en una, dos, tres y hasta cuatro ocasiones, en el transcurso de los próximos meses. Sobre el papel, los algoritmos cuentan que más pronto que tarde el país girará a la derecha. La izquierda irá a menos —y la derecha a más— cuando el cansancio, los órdagos, las anomalías normalizadas, el castillo de naipes, los ajustes de cuentas a la izquierda del PSOE y las resacas electorales siembren pánico entre las partes contratantes del sanchismo. Cuando eso ocurra, ni siquiera el pegamento multicolor que une a la mayoría que ha hecho posible la supervivencia de Sánchez podrá mantenernos unidos. Visto desde Canarias, en la medida en que el PP se recupere de los errores, ambigüedades e inseguridades de Alberto Núñez Feijóo, Coalición deberá reencontrarse con el flanco derecho de su electorado, porque de lo contrario CC se arriesgaría a ceder excesivo espacio por ese lado.

Foto: El presidente del Gobierno en funciones y líder del PSOE, Pedro Sánchez y el presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo. (Jesús Hellín/Europa Press) Opinión

Los presidentes autonómicos no se han esforzado en exceso con sus discursos de fin de año. Salir en defensa de la Constitución o apelar a la unidad e igualdad de los españoles es cubrir el expediente, sota, caballo y, sobre todo, rey. Proponer una región próspera, inclusiva y sostenible —como ha hecho el presidente de Murcia, Fernando López Miras— o presumir de ser Castilla y León una tierra de la que sentirse muy orgulloso —en boca de Alfonso Fernández Mañueco— no son hilos conductores que dejen huella alguna más allá de las doce uvas, relatos cortos, discursos de bolsillo, tuits, narrativas que recuerdan esos mensajes inocuos, empalagosos e innominados que inundan los móviles en estas fechas.

Foto: El ministro de Exteriores, José Manuel Albares, en Marruecos. (EFE/EPA/Jalal Morchidi) Opinión
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Del discurso del presidente canario, Fernando Clavijo, cabe extraer algo más que afirmaciones de gama baja. En su caso, ha ido algo más allá y, en línea con la cultura de consensos que generalmente marca la política en las Islas, ha puesto especial énfasis en la necesidad de que el archipiélago se aleje del conflicto y enfrentamiento que tiene a la política —a la política mayúscula, no la de los titulares incendiarios— en el cuarto trastero, desplazada, reducida al ruido y a espectáculos callejeros que, como ha vuelto a ocurrir, dan forma a ese pegamento que tanto necesita el PSOE para que muchos voten socialista aunque sea con la nariz tapada, descontentos, pero en la creencia de que peor sería con esa derecha asilvestrada que no representa a la derecha, pero que se proyecta como tal con imágenes virales y bochornosas.

Foto: El ministro de Política Territorial y Memoria Democrática, Ángel Víctor Torres. (EFE/Javier Lizón) Opinión

Clavijo ha invitado a que en las Islas la política transcurra por otros cauces. Se discrepa y se discute, pero siempre con respeto —ha dicho—. A CC no le interesa el ruido. La bronca alimenta al bipartidismo, de ahí que PSOE y PP lo rechacen y siembren, ni contigo ni sin ti, un año y el siguiente, también este 2024 que, en el planeta de la política, serán cuatro años, no uno, cuatro en el interior de uno, como las matrioskas.

Los discursos de final de año han partido de una premisa equívoca, o distraída. Los presidentes autonómicos han obviado que 2024 solo puede explicarse recurriendo a la imagen de las matrioskas y, con ese punto de partida, que únicamente se deja describir, asumiendo que este año lleva otros cuatro más pequeños en su interior; se han dirigido a sus parroquianos profetizando sobre el futuro inminente, olvidando —conscientemente, o no—que el tiempo al que se han referido no es uno, no cabe leerlo como unidad, como algo compacto, sino como constelación de hitos electorales que rompen 2024, despedazándolo, partiéndolo en tantos trozos como citas hay pintadas en el calendario. Habrá tantos 2024 como campañas. Gallegas. Europeas. Vascas. Catalanas.

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