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El arco iris, las primarias y los agujeros negros
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Jaime Pérez-Llombet

Con siete puertas

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El arco iris, las primarias y los agujeros negros

Con el arco iris difuminado, lo que queda de Podemos se explica mejor con agujeros negros: espacios con tanta masa concentrada que gravitan alrededor de dos o tres dirigentes

Foto: La exministra de Igualdad y candidata de Podemos a las elecciones europeas, Irene Montero, en un evento en Santa Cruz de Tenerife junto a la diputada del grupo mixto en el Congreso, Noemí Santana, candidata a la dirección de Podemos en Canarias. (EFE/A
La exministra de Igualdad y candidata de Podemos a las elecciones europeas, Irene Montero, en un evento en Santa Cruz de Tenerife junto a la diputada del grupo mixto en el Congreso, Noemí Santana, candidata a la dirección de Podemos en Canarias. (EFE/A
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El arco iris no es lo que parece. Si lo vemos semicircular, en lugar de un círculo completo, es porque el horizonte limita el campo de visión. En el caso de Podemos, los círculos dejaron de verse hace tiempo, importando ahora poco si se miran desde arriba o abajo. Los procesos que están protagonizando estas semanas dibujan arcos, pero con flechas, en manos de pocas, pareciéndose cada vez menos a los círculos que inicialmente democratizaron lo que empezó siendo un movimiento para, a las puertas de su evaporación, acabar convertido en otra cosa bien diferente, previsible, y peor.

Con el arco iris cada vez más difuminado, lo que queda de Podemos se explica mejor recurriendo al funcionamiento de los agujeros negros, espacios con una concentración de masa lo suficientemente elevada como para generar un campo gravitatorio alrededor de dos o tres dirigentes que no permiten que no haya partícula, radiación o candidatura alternativa al triunvirato reinante que escape de su control. Ni siquiera la luz puede zafarse del mando único.

Canarias no es una excepción. En las Islas tampoco escapan al desaguisado, al ordeno, premio, penalizo y mando que se ha hecho fuerte en lo que fue, ya no, un movimiento permeable, abierto, participativo y, sobre todo, distinto. Esto es otra cosa. La exministra de Igualdad y secretaria de Acción Política, Irene Montero, aprovechó este último fin de semana para presentar en el archipiélago su candidatura a a las elecciones al Parlamento Europeo y, ya puestos, para amadrinar a sus apadrinados de cara a las primarias en curso, Noemí Santana —ex consejera regional y protegida de Montero— y Javier Bermúdez.

La lluvia fina de críticas que está empapando a Montero o Santana, entre otras, ha calado hasta los mismísimos huesos y, sin complejos ni contenciones, culpan a otros (y otras) del retroceso que en Canarias han sufrido los partidos que se mueven a la izquierda del PSOE. A su juicio, si han pinchado en las últimas convocatorias electorales, con una caída que ha dejado a los morados como fuerza extraparlamentaria, no ha sido por errores propios, qué va, faltaría más, sino, en boca de Noemí Santana, por la poca generosidad de algunos compañeros.

Foto: La cabeza de lista de Sumar por Las Palmas, Noemí Santana. (EFE/Elvira Urquijo A.)

Resumir o explicar el pinchazo de las izquierdas a la izquierda de Pedro Sánchez achacando poca generosidad a otros, a todos menos a quienes están al volante de su organización, radiografía la miopía o el cortocircuito que arrastran en su análisis de una realidad que las desmiente. Los últimos episodios confirman que donde ellas ven un arco iris los hechos describen un agujero negro del que nadie —sea partícula, luz, radiación o candidaturas que escapen a su control— puede sobrevivir al intento de abrir las primarias a otras caras, nombres y apellidos.

El arco iris de Irene Montero o Noemí Santana no es circular ni semicircular, es un agujero negro donde solo ocurre lo que pocas deciden qué debe ocurrir. Entre otros malabarismos que siembran desánimo y confusión entre quienes algún día creyeron o pensaron en morado, la eliminación de una candidatura (por falta de paridad, se dijo) ha contaminado el aire que se respira en las primarias de Podemos Canarias. Solo una opción ha sobrevivido, y, obviamente, es la de la actual diputada en el Congreso, Noemí Santana. Otra lista, encabezada por Milagros Hormiga, ha quedado fuera porque, abracadabra, debieron subsanar pero los dejaron sin margen para hacerlo (han recurrido al comité de garantías, del que poco se puede esperar).

Una "artimana"

Ha sido una artimaña para dejarnos fuera —ha denunciado Miguel Montero, de la candidatura que ha caído en desgracia—. Se inventaron el criterio, ha dicho. Generosidades torcidas. Artimañas. Agujeros negros. Si las izquierdas han perdido músculo en Canarias las culpas no pueden endilgarse, en exclusividad, a los demás, a los otros, a todos menos a ellas, a las elegidas. Si la calle les ha dado la espalda en las urnas algo de responsabilidad tendrán quienes, encadenadas a la mesa de decisión de su organización, tienen todo el poder y, en consecuencia, también la responsabilidad del fracaso, de la pérdida de espacio y peso.

Las primarias son la última señal —penúltima, en breve— de que Podemos ha pasado de arco iris a agujero negro de un voto a la izquierda de Sánchez que ha dejado de creer y, huérfanos, se ha refugiado en la marca blanca de Yolanda Díaz o, ya puestos, ha regresado a la casa común socialista como quien se refugia de la lluvia en un portal. Canarias es uno de tantos territorios donde el castillo de naipes se tambalea. Madrid. Valencia. Asturias. Las torpezas y egoísmos que han debilitado a los morados en el archipiélago no son plantas endémicas, en otras regiones también cuecen habas cada vez más contadas.

Con Ione Belarra e Irene Montero haciendo y, sobre todo, deshaciendo, el espíritu de lo que fue choca frontalmente con la gobernanza que se extiende por la organización cual humedad imparable. Qué fue de los círculos —pero, de los de verdad—. Qué ha sido de la participación —pero, de la efectiva y real—. Qué fue de la cultura que refrescó la escena hasta precipitarse en las maneras de la vieja política, en lo de siempre, más de lo mismo o incluso peor.

Foto: La vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz, posa mientras presenta a los equipos de trabajo de Sumar. (EFE/J.J. Guillén)

La desmovilización o el hundimiento en las urnas no puede achacarse a los otros, a una generosidad que algunas confunden con un cheque en blanco para perpetuarse en la omnipresencia orgánica o parlamentaria. En el transcurso del acto de este fin de semana, con la exministra como cabeza de cartel, se escuchó alguna voz rebajando la crisis que sufre la formación morada a la categoría de enfado menor. Hemos tenido nuestras cositas, nuestros enfados. Tal cual. Cositas. Enfados. Qué forma de despacharse una deriva que tiene a Podemos con un pie en la intrascendencia, lastrados por una manera de gestionar la organización que aleja el arco iris para sumergirlas, al galope, en un agujero negro del que probablemente no regresen.

El arco iris no es lo que parece. Si lo vemos semicircular, en lugar de un círculo completo, es porque el horizonte limita el campo de visión. En el caso de Podemos, los círculos dejaron de verse hace tiempo, importando ahora poco si se miran desde arriba o abajo. Los procesos que están protagonizando estas semanas dibujan arcos, pero con flechas, en manos de pocas, pareciéndose cada vez menos a los círculos que inicialmente democratizaron lo que empezó siendo un movimiento para, a las puertas de su evaporación, acabar convertido en otra cosa bien diferente, previsible, y peor.

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