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Otro volcán entra en erupción (y el Gobierno instalado en el movimiento aparente)
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Jaime Pérez-Llombet

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Otro volcán entra en erupción (y el Gobierno instalado en el movimiento aparente)

Las soluciones se siguen moviendo en el mundo de las apariencias y los anuncios. Por ejemplo, la responsabilidad compartida por las distintas comunidades autónomas respecto a los menores no acompañados

Foto: No conocen su edad o no quieren decirla y, además, no cuentan con una documentación que la acredite: esa es la realidad de muchos de los adolescentes que llegan no acompañados a Canarias. (EFE/Alberto Valdés)
No conocen su edad o no quieren decirla y, además, no cuentan con una documentación que la acredite: esa es la realidad de muchos de los adolescentes que llegan no acompañados a Canarias. (EFE/Alberto Valdés)
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La ilusión de movimiento aparente, trasladada a la inacción de un gobierno, se traduce en alimentar un espejismo que haga creer a la opinión pública que la política se mueve, cuando lo cierto es que la gestión, marcada por la indolencia, permanece estática. La fórmula ha sido adoptada por los ministerios formalmente implicados para ganar tiempo (perdiéndolo, en realidad), en el objetivo de aparentar avances con una crisis migratoria que, sin precedentes, solo está respondiéndose con compromisos siempre aplazados y con esa apariencia de movimiento. La urgencia que describe el éxodo africano, con cientos de miles esperando el momento de embarcar, es un asunto de Estado que, a raíz de la quietud de Moncloa, está desembocando en problema de Estado.

La incesante llegada de inmigrantes, que tiene al archipiélago con las fuerzas menguando, está a las puertas, o tal vez ya las haya cruzado, de sembrar en la sociedad de las Islas una lectura menos amigable del esfuerzo presupuestario que realiza el Ejecutivo regional —para atender a los menores que llegan, entre otras tareas— y, en paralelo, incuba desafección con el resto del país ante la percepción de que Estado y comunidades autónomas se han desentendido de Canarias y, poniéndose de perfil, no están por la labor de echar una mano.

Quizá en los ministerios cuenten con buenos conocedores del fenómeno phi, y, en la búsqueda de disfrazar de respuesta su inacción, estén empleándose a fondo en la construcción de una ilusión óptica que permita percibir movimiento continuo por parte de los ministerios implicados, cuando lo cierto es que lo único que realmente está ocurriendo es una sucesión de imágenes, reuniones, declaraciones de intenciones, futuribles y comisiones interdepartamentales que, estáticas, salen a la luz con una frecuencia tan concreta como creciente, sin que hasta la fecha ese álbum de fotos o las constantes visitas a las Islas se hayan traducido en hechos concretos.

Foto: El vicepresidente de Canarias, Manuel Domínguez González. (EFE/Daniel Gonzalez)

Las soluciones se siguen moviendo en el mundo de las apariencias, de lo que se anuncia pero no se materializa, como sería, por ejemplo, y especialmente, poner por escrito, por ley, la responsabilidad compartida por las distintas comunidades autónomas respecto a los menores no acompañados que Canarias, en soledad y tirando de recursos propios, está gestionando por humanidad, y no, claro que no, porque le corresponda competencialmente. El movimiento aparente exige llenarlo de contenido, generar material para generar esa ilusión óptica a golpe de visitas institucionales o comisiones participadas por responsables que, de momento, no han cruzado la línea que separa intencionalidades de realidades, de hechos concretos o soluciones ciertas.

En este contexto, en ese escenario del movimiento aparente, que la ministra de Juventud e Infancia proponga añadir 15 millones para la atención de los menores migrantes es una señal, nítida, de que no han dimensionado la situación o, peor aún, de que conocen la dimensión pero la niegan anunciando unos recursos que a la comunidad autónoma le resuelve un mes, solo uno, ocupándose de los 5.500 menores — que Canarias está atendiendo en soledad.

Decir, por millonésima vez, que se estudiarán los cambios legislativos oportunos —para establecer mecanismos de apoyo a las comunidades que están abordando en primera línea la crisis migratoria— dibuja otra señal, otro ejercicio de apariencia de movimiento que no termina de aterrizar para ver la luz como ley. Reiterar, como cada dos o tres semanas, que se trabajará en el establecimiento de un reparto vinculante y solidario por todo el territorio de los menores no acompañados, apuntala la idea de que en los ministerios solo conjugan el futuro hipotético, no sin antes acuñar una idea —eso que han dado en llamar solidaridad vinculante— que se califica, y descalifica, por sí misma.

Foto: Una trabajadora de Cruz Roja escolta a dos menores inmigrantes llegados a Canarias. (EFE/Gelmert Finol)
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La sesión constitutiva de la comisión interministerial de Inmigración parece sumarse a la estrategia del movimiento aparente cuando, reunida, por fin, no va más allá de sopesar la reforma legal para el reparto de menores o, entre otras conclusiones gaseosas, cuando se habla de intensificar contactos con Mauritania (junto con Senegal, el país donde más inmigrantes esperan para subirse a un cayuco o patera) y de centrar sus prioridades en el repunte migratorio —una obviedad, esto último, igualmente disfrazada de movimiento—. Canarias lleva meses trasladando a la Unión Europea y al Estado la necesidad, inaplazable, de volcarse en la ruta canaria del éxodo africano que, cada vez más numerosa y mortal, necesita una gestión tan compartida como exigente.

El movimiento aparente de Moncloa no es la acción política que demanda el movimiento trágicamente real de decenas de miles de migrantes que, lejos de dejar de llegar o de hacerlo en menor número a las costas canarias, van a multiplicarse cada mes, cada año. Ya no hay descanso. De las calmas se pasó a mares más agitados, con un riesgo notablemente superior, sin que parezca ya importarles demasiado porque la desesperación no sabe de peligrosidades. Hubo 1.300 personas que llegaron a El Hierro —con siete mil habitantes— en apenas dos días. Unos 4.000 han alcanzado sus costas en solo un mes. Hasta 6.000 a Canarias en enero, a años luz de los repuntes de años precedentes. Difícilmente puede abordarse una crisis de esta magnitud limitándose a aparentar movimiento.

placeholder La ministra de Infancia y Juventud, Sira Rego. (Estefanía Britanty/Europa Press Canarias)
La ministra de Infancia y Juventud, Sira Rego. (Estefanía Britanty/Europa Press Canarias)

El ministro de Política Territorial y expresidente canario, Ángel Víctor Torres, se ha situado en primera línea de fuego presidiendo la comisión interministerial de Inmigración. A pie de calle, en Canarias el enfado crece al ritmo que lo hace la percepción de que ni el Estado ni las demás regiones están cumpliendo con su parte. Torres, con aspiraciones poco disimuladas de repetir como candidato a la Presidencia regional, cargará en adelante con una foto que lo desgastará de forma cada vez más hiriente.

Generar la apariencia de movimiento permite ganar algo de tiempo, poco. En las islas pocas retinas se dejan engañar ya por esa estrategia. Las soluciones no llegan. Las medidas no se materializan. A golpe de visitas y titulares se quiere generar la idea de que están pasando cosas, cuando en realidad no está pasando nada. La crisis migratoria ha cruzado la frontera que separa a los asuntos de Estado de los problemas de Estado. Tensión. Verbos cada vez más incendiados. Sensación de abandono. Desafección. En Madrid parecen no enterarse de que en Canarias otro volcán está entrando en erupción.

La ilusión de movimiento aparente, trasladada a la inacción de un gobierno, se traduce en alimentar un espejismo que haga creer a la opinión pública que la política se mueve, cuando lo cierto es que la gestión, marcada por la indolencia, permanece estática. La fórmula ha sido adoptada por los ministerios formalmente implicados para ganar tiempo (perdiéndolo, en realidad), en el objetivo de aparentar avances con una crisis migratoria que, sin precedentes, solo está respondiéndose con compromisos siempre aplazados y con esa apariencia de movimiento. La urgencia que describe el éxodo africano, con cientos de miles esperando el momento de embarcar, es un asunto de Estado que, a raíz de la quietud de Moncloa, está desembocando en problema de Estado.

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