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Suéltame, pasado. El flanco canario (y morado) del escándalo
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Jaime Pérez-Llombet

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Suéltame, pasado. El flanco canario (y morado) del escándalo

La simultánea de ajedrez tiene esta vez a Podemos moviéndose en dos tableros, y, como es tradición, lo hacen a medio camino de la bilocación y la ubicuidad. Se enfrentan a dos tragos, ninguno fácil de digerir

Foto: Noemí Santana, en primer término, junto a Irene Montero. (EFE/Alberto Valdés)
Noemí Santana, en primer término, junto a Irene Montero. (EFE/Alberto Valdés)
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Podemos, o lo que va quedando de lo que fue, está en su salsa, siendo sin terminar de ser, una cosa y la otra, decretándose servicios mínimos. Comparecen sin excesos, porque esta vez toca modular, y, marca de la casa, gestionan el huracán Koldo a su manera, sentadas en la delgadísima línea que separa (o une) bilocación y ubicuidad, con ese estilo tan suyo de estar en dos sitios a la vez o en todas partes, depende. Con el escándalo que acapara la cháchara en bautizos, bodas y entierros, sobreviviendo a propuestas conversacionales alternativas —porque no hay amnistía que logre la contraprogramación que pretenden los socialistas— las voces moradas han vuelto a activar su recetario habitual. Aparecen instantáneamente en dos lugares diferentes, procurándose el milagro de ser oposición sin renunciar a la condición de muleta imprescindible para la continuidad del Gobierno

Existen y actúan simultáneamente en varios sitios distintos, simulando golpear al Ejecutivo sin retirarle la respiración asistida, claro que esta vez el desdoblamiento resulta más exigente, entre otras razones porque una de las diputadas de Podemos, Noemí Santana, fue consejera del Gobierno de Canarias cuando el actual ministro de Política Territorial y Memoria Histórica, Ángel Víctor Torres, presidía aquel gabinete, y, sota, caballo y rey, quien hoy ocupa uno de los escaños de Podemos en el Congreso se puso de perfil cuando el 23 de noviembre de 2022 los socios del Gobierno presidido por Torres rechazaron debatir e investigar sobre los casos acumulados en las Islas con las compras de material sanitario en los peores meses de la pandemia.

Quizás la ramificación canaria de la tormenta de las mascarillas, con una de las diputadas moradas formando parte de aquel Ejecutivo regional, incremente la dificultad morada para posicionarse, disparando las contradicciones de la propia Santana y de quienes la acompañan en el Congreso. La simultánea de ajedrez tiene esta vez a Podemos moviéndose en dos tableros, y, como es tradición, lo hacen a medio camino de la bilocación y la ubicuidad. Se enfrentan a dos tragos, ninguno fácil de digerir.

Foto: Ábalos y Torres, en un foro en el que coincidieron. (EFE/Emilio Naranjo) Opinión

De una parte, pesa el pasado imperfecto de Noemí Santana como consejera de un Ejecutivo (y socia de un pacto) que rechazó que se investigaran aquellas compras, contratos que, según ha dicho públicamente, le suscitaron demasiadas dudas y optó por ausentarse de la votación de la comisión —así se lo despachó Santana, echándose a un lado, ni a favor, ni en contra, ni lo contrario—. Quien no levantó la voz ni abandonó el Gobierno de Canarias cuando sus socios decidieron no averiguar qué demonios estaba pasando con las compras de mascarillas, ahora, dos años después, explica lo inexplicable evangelizando sobre las dudas que tuvo en aquel momento. Tuvo muchas dudas, tantas que optó por borrarse de la decisión de su Ejecutivo. Curiosa manera de abordar las dudas. Si se tienen, lo inmediato es facilitar que se investigue, y, en esa idea, lo lógico habría sido que votara a favor de la comisión para aclarar, transparentar y arrojar luz, para sacudirse las dudas, y no, como hizo, ausentarse.

Podemos tiene en el papel de Santana en aquellos meses, una piedra en el zapato, una debilidad, un flanco frágil, una boca de agua que crece en la medida en que siguen multiplicándose los datos y detalles del acento canario del caso Koldo. Cuanto más se ponga el foco en la gestión del anterior Gobierno insular —con los dos archipiélagos en lo alto de la liga autonómica del caso— más probabilidades habrá de que Podemos acabe delante del espejo de su actuación durante aquellos meses. Ha llovido mucho de 2022 a esta parte. Quien se ausentó porque tenía dudas, ahora apoya sin titubear las comisiones de investigación en el Congreso de los Diputados.

El mar de dudas que rodea a las Islas contabiliza, hasta la fecha, cuatro millones de euros que se pagaron por adelantado y que, abracadabra, se esfumaron; doce millones en contratos con la empresa favorita de Koldo García Izaguirre, y más de veinte millones de euros contratados con otras dos empresas. Si en 2022 la diputada morada se ausentó porque tenía dudas, cabe concluir —siguiendo su hilo conductor— que apoya la comisión de investigación en el Congreso porque sobre el caso Koldo y adyacentes no tiene dudas; y, si no las tiene, debería explicar por qué ahora sí y en Canarias no. A Podemos le escuece el capítulo canario de la novela del momento porque una de las suyas estaba en aquel Gobierno, y esa foto no interesa.

"Podemos tiene, en el papel de Santana en aquellos meses, una piedra en el zapato, una debilidad, un flanco frágil, una boca de agua que crece"

Hay más. Las dificultades mal disimuladas de Podemos para posicionarse en un escándalo que, como suele ocurrir en este país con tanta frecuencia, ubica su kilómetro cero en marisquerías y clubes de alterne (jamás en museos o teatros), tienen este flanco canario, y, de regreso a Madrid, se cruza con los usos y costumbres de quienes aspiran una y otra vez a la bilocación y ubicuidad, una cosa y la otra, porque necesitan tirar de dinámicas paranormales para intentar un discurso múltiple, un relato que les permita el imposible de ser oposición sin dejar de ser corresponsables de la estabilidad parlamentaria del sanchismo.

Cuando la secretaria general de Podemos, Ione Belarra, susurra que corresponde al PSOE decidir si la presidenta del Congreso debe o no dimitir, y orillando el fondo del asunto (sin mojarse) se limita a decir que los socialistas están gestionando mal la crisis, confirma que están sin estar, son sin ser. Saben que no pueden permitirse el silencio absoluto, pero no quieren ir más allá, no sea que alguien les recuerde que con sus escaños mantienen al Gobierno que critican de forma intermitente, dándole estabilidad parlamentaria, por mucho que a ratos jueguen a ser oposición.

Si Koldo García Izaguirre militara en el PP y hubiese sido la sombra del secretario de Organización del PP, entonces sí, en los escaños morados estarían anunciado el fin del mundo. Esta vez no. No quieren dejar caer este mundo, esta legislatura en la que vuelven a desdoblarse, una cosa y la contraria, oposición y Gobierno, y, empeorándolo, con alguien en sus filas que se sentaba en el Consejo de Gobierno de Canarias en los años que se vivieron peligrosamente. Noemí Santana, y quienes la acompañan en el Congreso, deben sentirse representadas por Les Luthiers y su ¡Suéltame, pasado! La ventana canaria del escándalo, y su condición de muleta necesaria del sanchismo, tiene a Podemos haciendo que dicen, pero sin decir. Marca de la casa.

Podemos, o lo que va quedando de lo que fue, está en su salsa, siendo sin terminar de ser, una cosa y la otra, decretándose servicios mínimos. Comparecen sin excesos, porque esta vez toca modular, y, marca de la casa, gestionan el huracán Koldo a su manera, sentadas en la delgadísima línea que separa (o une) bilocación y ubicuidad, con ese estilo tan suyo de estar en dos sitios a la vez o en todas partes, depende. Con el escándalo que acapara la cháchara en bautizos, bodas y entierros, sobreviviendo a propuestas conversacionales alternativas —porque no hay amnistía que logre la contraprogramación que pretenden los socialistas— las voces moradas han vuelto a activar su recetario habitual. Aparecen instantáneamente en dos lugares diferentes, procurándose el milagro de ser oposición sin renunciar a la condición de muleta imprescindible para la continuidad del Gobierno

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