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Fue presidente y conoció a Obama, ahora vende toallas
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Carlos Prieto

La caída de Saigón

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Fue presidente y conoció a Obama, ahora vende toallas

¿Estamos viviendo los últimos días del sanchismo? ¿O no? Desbarros, volantazos y psicodramas de la campaña. Crónicas costumbristas (y absurdas) desde el frente electoral

Foto: ¡Corre, Sánchez, corre! (EFE/Borja Puig de la Bellacasa)
¡Corre, Sánchez, corre! (EFE/Borja Puig de la Bellacasa)
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Hola. Yo soy Valéry Giscard d'Estaing, y usted no lo es.

Mi hijo me ha descubierto mi nueva web favorita gracias a estos titulares: "Ganó dos Champions con el Real Madrid y fue Bota de Oro, ahora vende pan". O: "Ídolo de España, humilló al Real Madrid y ganó 100 millones, hoy trabaja en un gimnasio".

Uno pincha en el titular para leer la morbosa historia de un futbolista que lo tuvo todo y ahora vive bajo un puente y, ¡sorpresa!, se encuentra a un deportista de éxito que ha invertido en empresas de alimentación (Morata) y gimnasios (Fernando Torres).

Foto: Foto: Reuters/Borja Suárez.

Pues bien, eso es exactamente lo que está pasando con Pedro Sánchez en esta campaña: que parecía un juguete roto e igual va como una moto.

La derecha (y parte de la izquierda) dio por muerto a Sánchez tras pegársela en las autonómicas y anunciar (con la mirada de las 1.000 yardas) que adelantaría las generales. El presidente estaba con el popó hasta el cuello. Los periodistas ya pensábamos en titulares para su obituario político: "Fue presidente del Gobierno y embarazó a Ursula von der Leyen con solo mirarla, ahora vende figuritas de barro". "Fue el rey de la Moncloa y compartió confidencias con el muñeco de cera de Joe Biden, ahora hace malabares de fuego".

Pero el sanchismo ha resucitado repartiendo mandobles a los gigantes de la comunicación.

Cuando un Sánchez moribundo anunció que iría a todos los programas críticos que evitó durante su mandato (en la burbuja de la Moncloa y en los medios afines se está más a gustito), sus rivales se frotaron las manos, parecía la decisión desesperada de un presidente que, viendo las encuestas, solo podía arriesgar hasta despeñarse.

Ahora puede sonar descabellado, pero en el antisanchismo underground cuajó la idea de que el presidente se hundiría en El hormiguero, y de que Sánchez barajó hasta el final no presentarse ante Pablo Motos y su público, a los que se atribuyeron poderes políticos letales, algo chocante tratándose de un programa de entretenimiento, pero que hinchó también la izquierda al acusar de antisanchismo histórico del presentador...

Foto: Dos expertos en comunicación no verbal desvelan los detalles clave de Sánchez y Feijóo en 'El hormiguero' (Atresmedia)

Toda España, en definitiva, pensaba que Pablo Motos estaba preparado para la madre de todos los combates. La mística oriental estaba con él.

Según Jorge Blanco, entrenador personal de Pablo Motos y campeón de España de kickboxing: "Motos tiene mentalidad de deportista de élite… Cuando quedo con él para entrenar, al llegar ya está en pantalón corto subiéndose por las paredes para ir a saco".

Motos ha colgado fotos suyas en posturas de yoga que parecían imposibles para un hombre blanco.

En el dojo de Pablo Motos no hay piedad.

¡Quién sabe si Pablo Motos no será el próximo ministro de Show Business y Artes Marciales del sanchismo!

Pero, ¡ay!, nadie había preparado a Pablo Motos para enfrentarse al Pedro Sánchez renacido, que, como buen estudioso (o algo) de las artes marciales milenarias, sabe que no hay enemigo más peligroso que el que parece haber tirado la toalla.

El exceso de ganas de echar a Sánchez, en definitiva, ha jugado una mala pasada al antisanchismo. La (exagerada) expectativa era que Sánchez implosionaría en su gira mediática, pero, al salir desconcertantemente airoso, surgieron teorías alternativas alucinantes, como que los medios de Atresmedia, con Pablo Motos a la cabeza, habrían llegado a un acuerdo secreto con el Gobierno para poner alfombra roja a Sánchez a cambio de euros. Y dos huevos duros.

En efecto, quien pensó que esta campaña iba a ser un coñazo se equivocó.

Mientras la izquierda celebraba el paso de Sánchez por El hormiguero como si hubiera ganado el Mundial en Maracaná (algo también bastante loco), los mismos que crearon la desmesurada expectativa de que El hormiguero sería la tumba del sanchismo acusaron luego a Motos de agente doble. ¡Quién sabe si Motos no será el próximo ministro de Artes Marciales y Show Business del sanchismo!

El inmortal

Sánchez se tomó la campaña como un partido que perdía 3-0 en el minuto 70: tocaba atacar sin cuartel. No solo había que girar por los medios incómodos, también confrontar a sus comunicadores. Con la campaña girando sobre el presidente y la prensa, era cuestión de tiempo que los periodistas pelearan entre ellos, cruce de reproches vistos estos días, en los que unos serían paniaguados del Gobierno y otros valetodistas contra Sánchez, en un revival de los choques El País/El Mundo que tan entretenidos hicieron los años 90.

La gira mediática, en definitiva, ha resucitado a Sánchez: las encuestas señalan que el PSOE ha subido, y el PP bajado (también porque el Gobierno, en aviesa maniobra, adelantó las elecciones para que los pactos locales PP/Vox desestabilizaran la campaña de Feijóo). El PP sigue teniendo la Moncloa a tiro, pero la inquietud sobre si Sánchez logrará resistir OTRA VEZ está ahí.

Y es que parecemos nuevos. Hemos visto tantas veces morir y levantarse a Sánchez que deberíamos haber aprendido la lección. Recuerden: sus propios compañeros de partido le tiraron una noche un piano a la cabeza en Ferraz, pero como si nada. Como una de esas películas en las que para eliminar a un fulano hay que meterle 20 puñaladas, atropellarle con un tren y arrojarle una bomba atómica, y todavía sigue en pie, no importa lo que uno haga a Sánchez, que acaba levantándose con el clásico gesto sanchista (sonrisita y encogimiento de hombros) de "Ni yo mismo entiendo cómo sigo vivo y cómo estoy tan bueno". Es lo que hay.

O cuando Misión Imposible muta en un todos contra todos, con unos tratando de salvar al soldado Sánchez y otros de rematarle, mientras Sánchez corre por encima de un tren nuclear inmune a todo y con cara de estar encantado de conocerse.

Hola. Yo soy Valéry Giscard d'Estaing, y usted no lo es.

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