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La crisis del PP, la crisis económica y el intento de ocultar la verdad
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La crisis del PP, la crisis económica y el intento de ocultar la verdad

Desde el Gobierno se pretende leer, y también que se lea, el proceso catártico por el que atraviesa el PP como una aguda crisis, mientras ellos

Desde el Gobierno se pretende leer, y también que se lea, el proceso catártico por el que atraviesa el PP como una aguda crisis, mientras ellos anuncian como desaceleración lo que, en el terreno económico, constituye una grave dolencia, requerida de cuidados extremos. Una hipótesis, bípeda y ofuscada, nacida de la tentativa imposible por distorsionar lo real y desacreditarlo.

Para entender la bulla que revuelve las entrañas de Génova conviene que dejemos de lado los análisis recurrentes sobre la psicología del líder, sobre su desconcertante carácter que, algunos conductistas, intentan elevar hasta lo patológico. De todos modos, por esclarecer, de una vez, este vidrioso asunto relataré una historia que tiene moraleja: John Franklin fue un famoso navegante británico de comienzos del siglo XIX, quien ya desde su infancia demostraba una lentitud irritante en sus juegos, lentitud que, después, trasladó hasta el conjunto de sus relaciones adultas. Pues bien, la cosa llegó a un punto en el que Franklin asumió su defecto para convertirlo en virtud. Y, desde ese momento, lo pudo transformar en un colosal y eficiente aparato de reflexión y firme resistencia, frente al desconcierto y ruido de las aceleraciones sociales. Todo esto y alguna cosa más se cuenta por menudo en una interesante novela que su autor, Sten Nadolny, tituló El descubrimiento de la lentitud, publicada en España por Edhasa. Si encuentra la oportunidad léala, don Mariano.

Por otra parte, yo no sé lo que habrá descubierto Rajoy, ni lo que se agita en su espíritu, porque el análisis político debe de atender al efecto en lugar de a la causa, que es asunto y dominio de los historiadores. El hecho es que este hombre, desde el 9 de marzo, ha conseguido que el PP lograra acumular la mayor credibilidad de su historia en cuanto a que constituye, en esencia, un partido de centro reformista. Ni Arriola, en los tiempos de Aznar, ni los públicos juramentos de sus dirigentes en bloque, lograron que cuajara, entre la opinión ciudadana, un convencimiento tan hondo. Y esto es un patrimonio que se debe a Rajoy, y a su inmovilismo oriental, al dejar que cayeran las manzanas de Newton.

Se podrá argumentar, frente a tan madura evidencia, que, según los sondeos del CIS, los populares perdieron, en los últimos tiempos, más o menos tres puntos en intención de voto. Cierto y muy relativo. Porque, tras las elecciones generales del año 2004 la caída fue bastante mayor. Así, pues, este dato no viene originado en las deserciones periódicas de algunos personajes, ya más que amortizados, sino por el inevitable reflujo que sigue a una derrota. Y todo apunta a que, en el Congreso de junio, solo se oirán los rugidos de tres o cuatro tigres y todos de papel.

En cuanto a la crisis económica, el Gobierno se dispone a asumirla con talante sabático, puesto que, de momento, no tiene que afrontar una oposición definida. Hay más rogativas en marcha que planes convincentes, más perplejidades que impulso. Solbes se dedica a narrar, con su voz asombrada, sin el apasionamiento que gastan los cronistas de fútbol, cómo los resultados se van volviendo adversos. No se implica en el juego ni ha llegado a entender que los buenos políticos pueden ser derrotados en cualquier circunstancia, pero no sorprendidos.

Según el Presidente, la crisis son los otros. Porque si los precios del Brent no se hubieran movido, si los alimentos no hubieran fermentado, si los inmobiliarios y la banca fueran más contenidos, estaríamos en la gloria. Y diga usted que sí, que si mi digna abuela tuviera dos cojones se convertiría en mi abuelo.

Desde el Gobierno se pretende leer, y también que se lea, el proceso catártico por el que atraviesa el PP como una aguda crisis, mientras ellos anuncian como desaceleración lo que, en el terreno económico, constituye una grave dolencia, requerida de cuidados extremos. Una hipótesis, bípeda y ofuscada, nacida de la tentativa imposible por distorsionar lo real y desacreditarlo.

Mariano Rajoy Pedro Solbes