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Antoni Fernàndez Teixidó

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Elecciones en Cataluña. ¿Cuándo?

La cita con las urnas será cuando ERC crea que la situación le favorece, electoralmente, y eso será así cuando sus adversarios —PDECAT y los Comunes— se encuentren en las peores condiciones

Foto: El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, en las votaciones de las elecciones generales. (EFE)
El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, en las votaciones de las elecciones generales. (EFE)

Con la presentación de los presupuestos de 2017 encarrilada, la hoja de ruta del Govern catalán se mantiene inalterable. Todo apunta a que las cuentas serán aprobadas con una indisimulada teatralidad por parte de la CUP.

A pesar de algún tímido gesto del Gobierno central que induciría a pensar que se inaugura ahora una etapa de diálogo entre gobiernos, no creo que este pueda ser un escenario con recorrido. Más allá del agitado debate mediático, les aseguro que las condiciones de fondo no han variado.

Para el 'president' Puigdemont y los partidos que le dan apoyo solo hay una auténtica negociación relevante:el referéndum. No es la única pero es la fundamental. Se mostrarán dispuestos a sentarse en la misma mesa. Se pretenderá abordar la discusión sin límites, ni condiciones. Pero sin una fórmula que posibilite la celebración de un referéndum acordado y legal, el intento no acabará en éxito.

Especular sobre hipotéticos escenarios de acuerdo de mínimos es un error grave. Acariciar expectativas sólidas es de una ingenuidad conmovedora

Recordemos que el 'president' superó la cuestión de confianza, hace, escasamente, dos meses, con el apoyo de los diputados de la CUP, obligándose a convocar con o sin acuerdo del Estado, un referéndum “vinculante” durante el mes de septiembre del 2017. No era una ocurrencia, era un compromiso político para superar el delicado trámite parlamentario.

Así lo reafirmó también este pasado lunes Artur Mas durante un almuerzo celebrado en la Cámara de Comercio de Barcelona. “Se puede negociar, pero no se debe renunciar a la celebración del referéndum”, dijo. La consulta debería ser acordada y celebrada. Entonces y solo entonces, con la supuesta victoria en manos de los partidos independentistas, se estaría en condiciones de negociar con el Gobierno de España los activos y los pasivos de la separación.

Creo, sinceramente, que a estas alturas, especular sobre hipotéticos escenarios de acuerdo de mínimos es un error político grave. Acariciar expectativas, pretendidamente, sólidas es de una ingenuidad conmovedora y, sostengo, que no está el país para tales distracciones.

Si no hay un referéndum acordado —y no lo habrá— el Govern catalán no se lanzará a una convocatoria como la del 9-N. No se repetirá aquella iniciativa o una similar. Se apelará a las reglas democráticas para evidenciar que la decisión del Gobierno español no solo es 'antipolítica' sino también antidemocrática. Se proclamará la justeza de la posición independentista y se tratará a continuación de evitar el choque de trenes. ¿Apelando al sentido común? No, analizando la actual correlación de fuerzas.

Si esta no es favorable a los intereses de los independentistas catalanes, Puigdemont disolverá el Parlament y convocará elecciones anticipadas. En otras palabras, la apuesta por la celebración de un referéndum, sí o sí, tiene un límite: que el referéndum no sea vinculante. Nos encontraremos ante una convocatoria de elecciones autonómicas en la forma y plebiscitarias en el contenido. En la primera formulación las elecciones no son impugnables; en la segunda son difícilmente evitables. La argumentación de fondo para defender la nueva cita electoral será que Cataluña decida si quiere avanzar o no y cómo.

Un solo apunte al respecto. Si el voto independentista prospera, se intentará la Declaración Unilateral de Independencia por parte del Parlament de Cataluña. Difícilmente, este se detendrá a pesar de los costes políticos y las advertencias bien intencionadas. Si por el contrario, el voto independentista no progresa, el partido de izquierdas que gane las elecciones encabezará un nuevo tripartito. El 'president' resultante de esta alianza postelectoral proclamará su insobornable compromiso con la independencia, apelará a que las fuerzas independentistas crezcan y dedicará sus energías a implementar en Cataluña una audaz política de izquierdas. Si es que audacia e izquierda no están reñidas.

¿En junio o en otoño? Se verá. Pero Junqueras, hoy callado, seguirá atento a las variables diversas y escogerá el momento que le sea más favorable

En otras palabras, el Govern catalán y los partidos que lo conforman harán apología de la independencia los domingos y negociaran asuntos parciales, principalmente, económicos, los restantes días de la semana.

Ante este escenario político se preguntaran: ¿Para cuándo entonces las elecciones? Sucintamente, cuando ERC crea que la situación le favorece, electoralmente, y eso será así, cuando sus adversarios -PDECAT y los Comunes- se encuentren en las peores condiciones. La trayectoria de unos y otros es inversa. A la baja los primeros, al alza los segundos. ¿En junio o en otoño? Se verá. Pero Junqueras, hoy callado, seguirá atento a las variables diversas y escogerá el momento que le sea más favorable. Se cerrará un largo ciclo político. De los 62 diputados en el 2012 a la Presidencia de izquierdas de la Generalitat de Cataluña en el 2017. Vivir para ver.

Con la presentación de los presupuestos de 2017 encarrilada, la hoja de ruta del Govern catalán se mantiene inalterable. Todo apunta a que las cuentas serán aprobadas con una indisimulada teatralidad por parte de la CUP.

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