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Antoni Fernàndez Teixidó

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'Tempus fugit'

PDeCat y ERC apoyan el referéndum. Su convocatoria es inevitable. Pero para ERC ganar las elecciones es el gran objetivo no confesado. Pero el tiempo es un peligro para su victoria holgada

Foto: Oriol Junqueras y Carles Puigdemont. (EFE)
Oriol Junqueras y Carles Puigdemont. (EFE)

No es una novedad afirmar que la situación política en Cataluña es poco menos que explosiva. Resulta innecesario entrar en detalles. Conviene, no obstante, destacar que las sentencias del 9N, el desarrollo del caso Palau, la creciente tensión en el Parlament y el complejo horizonte judicial que se avecina problematizan el escenario.

El Govern catalán y los partidos independentistas se presentan como víctimas de un contexto político adverso. Presuntas víctimas. Y conjuntamente con la Asamblea Nacional Catalana (ANC) y Ómnium elaboran posibles mapas futuros. Esta semana hemos conocido la nueva hoja de ruta de la ANC. Una apuesta sin matices por la ruptura definitiva. En todas las hipótesis de trabajo, la respuesta de la ciudadanía, entendida como movilización popular, es la auténtica medida de todas las cosas. El agotamiento del tiempo de la hoja de ruta aprobada por el Parlament es el elemento clave. Se toma dolorosa conciencia de la irreversibilidad del 'tempus fugit'.

La apuesta organizativa más relevante de esta estrategia política radica en aprobar la Ley de Transitoriedad Jurídica y convocar, al mismo tiempo, un referéndum amparado a la nueva legalidad catalana. Hoy no hay un plan B ante cualquier eventualidad que implique la no celebración de la consulta refrendataria con efectos vinculantes. Ese es el discurso oficial y en eso cree una amplia mayoría de dirigentes independentistas. Ahora bien, convocar un referéndum no supone necesariamente celebrarlo.

¿Ir a unas elecciones anticipadas? Sí. Hacerlo con una fórmula parecida a la de Junts pel Sí? No. ¿Con qué candidato/a? No hay por ahora respuesta

El reto exige responder a unas preguntas esenciales: ¿Cómo actuará el Gobierno español? ¿Cometerá algún error grave con consecuencias trascendentes? ¿Podrá un cúmulo de errores justificar la exhortación, por parte del Govern catalán y de las fuerzas parlamentarias que le dan apoyo, a movilizarse en defensa de una supuesta dignidad nacional maltratada? Ahí reside la cuestión fundamental para entender qué sucede hoy y qué puede ocurrir en las próximas semanas en Cataluña.

No aventuro aquí ni la conducta del Gobierno español ni la eventual respuesta de sus antagonistas del Govern. Nadie tiene suficientes elementos de juicio para evaluar hasta qué punto, unos y otros, pueden mantener el envite hasta el final. Buenos conocedores de la estrategia gubernamental sostienen que el presidente Rajoy no caerá en esa trampa y no cometerá errores de calibre. La política tejida de emociones y sorpresas no es un campo abonado para los augurios. Ya se verá.

No obstante, sí podemos analizar aquí las diferencias que entre los socios de Junts pel Sí van adquiriendo carta de naturaleza ante una situación tan extrema. Republicanos e independentistas persiguen el mismo objetivo común: la separación de Cataluña, su independencia. Creen, firmemente, en su necesidad histórica y batallan para conseguirla cuanto antes.

Sin embargo, el PDeCat tiene que hacerlo con las manos atadas a la espalda. Los juicios que afectan a dirigentes principales, las condenas por inhabilitación al president Mas, la vicepresidenta Ortega y la consellera Rigau y la imposibilidad de que Artur Mas sea el candidato del PDeCat en las próximas elecciones les desconcierta y les paraliza.

¿Ir a unas elecciones anticipadas? Sí. Hacerlo con una fórmula parecida a la de Junts pel Sí? No. ¿Con qué candidato/a? No hay por ahora respuesta. ¿Cuál podría ser la situación del PDeCat en unas elecciones anticipadas, celebradas, como muy tarde, en otoño? Esta última pregunta pesa como una losa sobre los dirigentes nacionalistas.

Por otra parte, ERC, vive una tensión de naturaleza distinta. La convivencia en el Govern, con el PDeCat, heredero autoproclamado de la vieja CDC, se revela cada vez más inconveniente y menos deseable. Las bases militantes republicanas exigen, rotundamente, el referéndum, su celebración, distanciarse a tiempo del PDeCat e ir después a unas elecciones anticipadas. El candidato Junqueras las podría ganar y es plenamente consciente de ello. Probablemente, esté valorando el grado de maduración de las condiciones objetivas que le garanticen su victoria electoral. Éstas no pueden pudrirse con el inapelable discurrir de los meses. El 'tempus fugit' deviene, implacable, un peligro notable para la consecución de una victoria holgada de ERC. Debería ser pues conjurado.

El problema entre los independentistas radica que lo que es bueno para ERC es pésimo para el PDeCat

Ambos partidos apoyan el referéndum. Por supuesto. La convocatoria del mismo resulta inevitable. La percepción de la respuesta del Gobierno español es discutible. Pero para ERC ganar las elecciones es el gran objetivo no confesado. Creen que, con toda probabilidad, la independencia llegará de su mano en un futuro no muy lejano pero todavía hay muchos obstáculos que superar. La competencia por la hegemonía del espacio de centro-izquierda es uno más a salvar. En ese contexto, la contrastada pérdida de las expectativas electorales de los ex convergentes es capital para el proyecto de Junqueras. Nada nuevo bajo el sol. Es más, se comprende que así sea.

La dialéctica bascula entre la convocatoria del referéndum y cuándo será posible celebrar elecciones anticipadas. Y se ha de poder hacer, sin que la ciudadanía tenga la sospecha de que se ha renunciado a las más firmes convicciones independentistas. Hablé de ello en el último artículo para El Confidencial.

Sí quiero señalar que intuyo que cada fuerza política -PdeCat y ERC- desde su particular óptica, pretende disponer de un buen pretexto para que, convocado el referéndum, se pueda aceptar su imposible celebración y mantener, no obstante, las máximas expectativas desde el punto de vista electoral. El problema entre los independentistas radica que lo que es recomendable para ERC es pésimo para el PDeCat. La prudencia y la cautela que observamos desde hace semanas en la mayoría de dirigentes independentistas responden a esa íntima preocupación. Todo adquiere un tinte más dramático cuando se comprueba que el tiempo, inasible, se acaba.

No es una novedad afirmar que la situación política en Cataluña es poco menos que explosiva. Resulta innecesario entrar en detalles. Conviene, no obstante, destacar que las sentencias del 9N, el desarrollo del caso Palau, la creciente tensión en el Parlament y el complejo horizonte judicial que se avecina problematizan el escenario.

Artur Mas Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) Oriol Junqueras