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Socialdemocracia. La crisis que no cesa
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Antoni Fernàndez Teixidó

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Socialdemocracia. La crisis que no cesa

Se puede afirmar, sin exageración alguna, que la socialdemocracia en general, y la europea en particular, vive en estos últimos años inmersa en una profunda crisis

Foto:  El candidato socialdemócrata a la Cancillería, Martin Schulz. (EFE)
El candidato socialdemócrata a la Cancillería, Martin Schulz. (EFE)

Se puede afirmar, sin exageración alguna, que la socialdemocracia en general, y la europea en particular, vive en estos últimos años inmersa en una profunda crisis. A lo largo del siglo XXI se ha producido un progresivo retroceso del modelo socialdemócrata. No es una quiebra universal, pero si muy general. De hecho, la visión, el enfoque y el proyecto de los socialistas no cuenta hoy con una alternativa sólida con la que afrontar los retos de la segunda y tercera década del presente siglo. Aun así, algunas de sus orientaciones más clásicas siguen formando parte del discurso político vigente. No se trata aquí de impugnar polémicamente los postulados de la socialdemocracia. Más bien constato la ausencia de un perfil propio bien definido.

Múltiples ejemplos en Europa, América y en otros países del planeta avalan cuanto digo. También hay excepciones. Portugal sin ir más lejos. Sospecho, no obstante, que en Gran Bretaña con Corbyn, Alemania con Schulz, Italia con Renzi y Francia, aún no sabemos con quién, las cosas pueden empeorar, substancialmente, en las próximas contiendas electorales.

¿Por qué ha quebrado el modelo socialista? La nueva oleada de la globalización con una integración más estrecha de mercados ha influido de manera decisiva en su evolución. También la indiscutible constatación de que el crecimiento sostenido del estado del bienestar es imposible. Y por último, la evidente limitación de recursos económicos para garantizar más y más políticas sociales que son ya inasumibles.

El incremento progresivo del peso del Estado en la economía de las naciones se ha convertido más en un pasivo que en un activo para el libre desarrollo de un modelo económico competitivo. Al amparo del Estado omnipresente la corrupción política y los abusos de particulares en la captación de rentas públicas crecen a la sombra de una escasa transparencia y un ineficiente control.

Los socialdemócratas asisten desconcertados e incrédulos al surgimiento con fuerza del izquierdismo populista producto último de la profundización de la crisis socialista.

La visión, el enfoque y el proyecto de los socialistas no cuenta hoy con una alternativa sólida con la que afrontar los retos de las próximas décadas

Los numerosos cambios tecnológicos, el gran auge de las redes sociales y la progresiva simplificación de todo mensaje político redundan a favor de la banalización de la política y de la consiguiente manipulación burda de amplísimos sectores de la opinión pública. Los populistas –de izquierda y de derecha– hallan en este escenario una vía de penetración impensable hace tan solo unos pocos años.

Es difícil que puedan explicar con éxito los fundamentos reales de la grave crisis que el capitalismo ha padecido. A mi juicio, se realizan interpretaciones que nada tienen que ver con la realidad y sí con el deseo de teorizar una crisis a la medida de sus pretendidas respuestas políticas. Por ejemplo, sorprende el consenso generalizado que en estos medios suscita un renacido keynesianismo como fuente de explicación de los problemas que el capitalismo sufre. Modestamente, sostener que el keynesianismo, puesto al día, puede ayudar a abordar los problemas a los que debemos hacer frente me parece una ingenuidad. Más aún, creo que es un grave error político. No es este el camino por el que pueda transitar la nueva socialdemocracia que el sistema parece seguir necesitando. Con este equipaje, el viaje es menos que imposible. La mochila para el mismo debe de estar llena de análisis precisos y soluciones actualizadas y audaces que estén a la altura del compromiso exigido por los nuevos tiempos.

El caso español es, particularmente, ilustrativo. El PSOEes hoy víctima perfecta de todo cuanto acabo de describir. Un partido de clase, histórico y necesario en España, zarandeado por una situación política en la que le cuesta influir como solía hacerlo en los últimos treinta años. Podemos quiere convertirse en su sepulturero y los socialistas se debaten desarmados política e ideológicamente ante la despiadada irrupción del izquierdismo. Podemos resulta favorecido por el devenir objetivo de la crisis económica y por la respuesta de votantes y militantes desencantados. Si el PSOE no combate, Podemos progresa.

El episodio dramático de la elección del secretario general del PSOE ahonda esta deriva. Evidencia que, si bien las elecciones primarias para la elección de cargos electivos fuera del partido son imprescindibles, su utilización para escoger cargos internos de alto nivel es más bien un obstáculo que una ventaja. A pesar de que las diferencias de enfoque y programa son casi inexistentes entre los candidatos, la necesidad de subrayar el perfil de cada uno arruina el debate de las ideas. Este hecho no favorece el diálogo imprescindible para construir una organización fuerte.

Podemos quiere ser sepulturero del PSOE y este se debate desarmado política e ideológicamente ante la despiadada irrupción del izquierdismo

Siempre he creído que la contribución del socialismo español ha sido fundamental para la consolidación de nuestro sistema democrático. Así sigue siendo. A pesar de que, objetivamente, la socialdemocracia está en apuros en España y en el resto de Europa, su aportación es necesaria.

El futuro progreso del liberalismo político tendrá que ver, sin duda, con un eventual retroceso parcial de la socialdemocracia. Se compite por espacios vecinos. Espero, no obstante, que en la actual contienda los socialistas españoles y europeos acierten a interpretar que el mundo ha cambiado notablemente. Debemos hacer muchas cosas juntos. A buen seguro, el populismo izquierdista detestará esta formulación. Señal evidente de que, probablemente, sea correcta.

Se puede afirmar, sin exageración alguna, que la socialdemocracia en general, y la europea en particular, vive en estos últimos años inmersa en una profunda crisis. A lo largo del siglo XXI se ha producido un progresivo retroceso del modelo socialdemócrata. No es una quiebra universal, pero si muy general. De hecho, la visión, el enfoque y el proyecto de los socialistas no cuenta hoy con una alternativa sólida con la que afrontar los retos de la segunda y tercera década del presente siglo. Aun así, algunas de sus orientaciones más clásicas siguen formando parte del discurso político vigente. No se trata aquí de impugnar polémicamente los postulados de la socialdemocracia. Más bien constato la ausencia de un perfil propio bien definido.

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