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Antoni Fernàndez Teixidó

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Elecciones plebiscitarias

Los comicios pueden ser interpretados no en clave autonómica, sino plebiscitaria, y es muy probable que los independentistas ganen el 21-D

Foto: EL vicepresidente cesado de la Generalitat de Cataluña, Oriol Junqueras, a su llegada a la sede de la Audiencia Nacional antes de su ingreso en prisión. (EFE)
EL vicepresidente cesado de la Generalitat de Cataluña, Oriol Junqueras, a su llegada a la sede de la Audiencia Nacional antes de su ingreso en prisión. (EFE)

Escribía don Manuel Azaña en 1935: “Fruto de la imaginación vigilante e instruida es el representarse de antemano el curso verosímil de los acontecimientos y ponerse a contrariarlos o favorecerlos, según nuestro aprecio. Si la imaginación falla, es seguro darse de bruces contra la realidad imprevista. Si trabaja sobre datos erróneos, la imaginación, cuanto más activa, mayores disparates concibe”. Es esta una sentencia perfectamente aplicable a lo que hemos vivido en Cataluña en estos últimos años.

El desenlace parecía escrito. Declaración de independencia, proclamación de la República catalana, aplicación del 155 y, más sorpresivamente, convocatoria de elecciones el día 21 de diciembre. La incomprensible estrategia del 'president' Puigdemont y su gobierno, tanto antes de la proclamación como después, ha acelerado todos los resortes de la justicia española. El aparente bálsamo del anuncio de los comicios se ha volatilizado rápidamente con el ingreso en prisión incondicional de Junqueras y 7 'exconsellers'. La orden de detención contra el expresidente de la Generalitat y 4 exconsejeros cierra el círculo. Jamás opino de las actuaciones y resoluciones del poder judicial. Creo firmemente en la separación de poderes. No obstante, es imposible no reconocer, desde el punto de vista político, las graves consecuencias de aquellas decisiones en el turbulento y azaroso momento en el que nos encontramos.

He sostenido, con cierta reiteración, que con relativa seguridad las elecciones del 21-D serán ganadas por los independentistas. Romper su relato político, y la inercia de cientos de miles de votantes convencidos y motivados, es una tarea difícil de realizar en 54 días. Todavía lo es más, si los comicios pueden ser interpretados, y me temo que lo serán, no en clave autonómica, sino plebiscitaria. Esta circunstancia no depende de la naturaleza de la convocatoria, se ajusta más bien al designio político de aquellos que tienen una correlación de fuerzas favorable.

Los partidos unionistas no resistirán la tentación que la necesidad impondrá de actuar como bloque

Los recientes acontecimientos favorecen todavía más esa posibilidad. Independentistas y soberanistas formarán probablemente un frente común, compartiendo el mismo programa y blandiendo los mismos objetivos y reivindicaciones. No hay que descartar que a esta plataforma se les unan los podemitas catalanes con los matices que sean necesarios. Todo puede esperarse de la alcaldesa Colau, pero es difícil que sea capaz de soportar la presión que sobre su persona y sus compañeros de coalición se va a producir. Con toda probabilidad, la interiorizará.

Los partidos unionistas no resistirán la tentación que la necesidad impondrá de actuar como bloque. No exactamente en los mismos términos de sus oponentes, pero con una dinámica de choque muy difícil de conjurar. Responderán, atrapados, al planteamiento plebiscitario que los separatistas han diseñado.

Prefiero no hablar del relato, pues los últimos acontecimientos excitan los sentimientos y las emociones de unos y otros. Las razones, las ideas, los argumentos, quedarán relegados a un segundo plano. Desgraciadamente, son muy pocos los ciudadanos interesados en discutir sobre las cuestiones clave sobre las que hay que decidir, rectificar y emprender el camino hacia la estabilidad y la prosperidad en Cataluña. No es tiempo para la reflexión. Desafortunadamente llegó la hora de la batalla frontal. El choque de trenes se ha producido entre gobiernos y, como era de esperar, la locomotora catalana ha descarrilado, pero los vagones de ese mismo tren siguen en pie. Sospecho que su desalojo no va a ser pacífico, antes al contrario. Desearía equivocarme, pero me temo que más allá del enfrentamiento político, el conflicto civil está servido.

placeholder Manifestación en Lleida contra el encarcelamiento de los exmiembros del Govern de Cataluña. (EFE)
Manifestación en Lleida contra el encarcelamiento de los exmiembros del Govern de Cataluña. (EFE)

Siempre pensé que era imprescindible articular un amplio espacio político catalanista, liberal, humanista y no independentista, que pudiera abrirse paso entre ambos contendientes. Es una idea que no abandono, e insisto que solo podrá vencerse al independentismo desde el catalanismo político comprometido. Solo el éxito de un proyecto de este tipo hará cambiar decisivamente la aritmética del Parlament catalán. Aquellos que identifican el catalanismo con el nacionalismo independentista están profundamente equivocados. Los que piensan que, en esta particular etapa, se puede prescindir del centrismo catalanista moderado, carecen de la visión necesaria en esta hora tan grave. No darse cuenta que el 70% de la ciudadanía en Cataluña se identifica con las distintas variedades del catalanismo es un error de graves consecuencias. Recomendaría a todos estos amigos que relean a don Manuel Azaña. 'Mi rebelión en Barcelona', 1935, es un espléndido relato de la naturaleza de los catalanes y el catalanismo, al tiempo que describe con acierto la pulsión independentista. La cita inicial de este artículo corresponde a ese libro.

En circunstancias como las actuales, tiendo a creer que españoles y catalanes hemos aprendido poco de nuestra reciente historia. Hemos olvidado mucho de las lecciones que de nuestra historia común se desprenden. Solemos pensar que invariablemente la razón está de nuestra parte. Es cierto, nunca deberíamos haber llegado aquí, pero hay que buscar las razones tanto en Cataluña como en España. Independientemente, claro está, de las responsabilidades políticas y judiciales de parte. Tengo para mí que, paradójicamente, unos y otros somos tremendamente parecidos.

Escribía don Manuel Azaña en 1935: “Fruto de la imaginación vigilante e instruida es el representarse de antemano el curso verosímil de los acontecimientos y ponerse a contrariarlos o favorecerlos, según nuestro aprecio. Si la imaginación falla, es seguro darse de bruces contra la realidad imprevista. Si trabaja sobre datos erróneos, la imaginación, cuanto más activa, mayores disparates concibe”. Es esta una sentencia perfectamente aplicable a lo que hemos vivido en Cataluña en estos últimos años.

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