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Antoni Fernàndez Teixidó

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La historia de la proclamación de la República no debe ser escrita sin evaluar la irrelevancia y la frivolidad de aquellos que la proclamaron sin entusiasmo, sin solemnidad

Foto: Parches con la bandera de España y la estelada en una tienda de Barcelona. (Reuters)
Parches con la bandera de España y la estelada en una tienda de Barcelona. (Reuters)

El 21 de diciembre se celebrarán elecciones autonómicas en Cataluña, convocadas por el presidente Rajoy al amparo de la aplicación del artículo 155 de la Constitución. Esta afirmación, por sí misma, descalifica la incomprensible e incompetente actuación política del Govern de Puigdemont. Solo desde el fanatismo más primario puede explicarse cómo el entonces presidente de la Generalitat renunció a convocar, en función de sus específicas atribuciones, comicios el 21 de diciembre. Sin duda, el contexto sería hoy uno bien distinto. Para empezar, con toda probabilidad, ningún 'exconseller' de la Generalitat habría sido encarcelado. Con toda seguridad, el artículo 155 no se hubiera aplicado.

Verosímilmente, el independentismo hubiera transformado la convocatoria de elecciones en una confrontación marcadamente plebiscitaria favorable, en principio, a sus intereses. Pero Puigdemont retrocedió espantado ante los gritos de "traidor, traidor", proferidos en la Plaza de Sant Jaume por unos cientos de estudiantes que habían ido allí a otra cosa. Determinados miembros de su Govern le imploraron que no cediera en el designio de proclamar al día siguiente la República catalana. La historia puede escribirse de formas diversas, pero la de la proclamación de la República no debe ser escrita sin evaluar la irrelevancia y la frivolidad de aquellos que la proclamaron sin entusiasmo, sin solemnidad, aquella tarde de octubre.

Creo que es propio de un voluntarismo inútil pensar que los unionistas estarán en condiciones de gobernar el día después

Sin embargo, tamaño desvarío puede que no quede reflejado en el resultado electoral del 21-D. Creo que es propio de un voluntarismo inútil pensar que los unionistas estarán en condiciones de gobernar el día después. Solo lo harán si suman 68 diputados y, aun así, está por ver. Resultará decisivo saber cuál es la fuerza mayoritaria en este bloque. Me parece arriesgado afirmar que el PP, Cs y el PSC podrán formar gobierno en Cataluña. Se apunta como esperanza una alta participación, pero a mi juicio, pasar de 52 diputados a 68, en el actual escenario político, es un objetivo difícilmente alcanzable. Se verá. Pero la frustración los días posteriores a la votación puede ser inmensa en amplios sectores del constitucionalismo catalán.

placeholder El candidato del PSC, Miquel Iceta, presenta la plataforma de apoyo a su campaña. (EFE)
El candidato del PSC, Miquel Iceta, presenta la plataforma de apoyo a su campaña. (EFE)

En el bloque independentista, las posibilidades de formación de gobierno son más variadas, y más factibles. Una alternativa, la de Esquerra, Junts per Catalunya y la CUP, respondería a una reedición del anterior gobierno en clave independentista. Un segundo escenario, el que priorizara un marcado acento social, posibilitaría un gobierno de Esquerra, PSC y Catalunya Sí que es Pot. No obstante, si hemos de creer a Miquel Iceta, esta alternativa nunca se plasmará. Jamás, dice, hará presidente o presidenta de la Generalitat a un independentista. De manera, que el primer escenario con la variante de Catalunya Sí que es Pot, en lugar de la CUP, es la opción con más enteros.

No veo ni a Puigdemont, ni a Junqueras, ni a Rovira, ni a ningún dirigente separatista, admitiendo que su actuación política ha estado basada en un error

Algunos políticos y analistas sostienen que esta fórmula gubernamental empezaría por acatar el artículo 155 y renunciar a continuación a la República popular ya proclamada. Conociendo bien el sustrato político, ético y moral de los independentistas catalanes, esta circunstancia se me antoja remota. No veo ni a Puigdemont, ni a Junqueras, ni a Rovira, ni a ningún dirigente separatista, admitiendo que toda su actuación política ha estado basada en un error mayúsculo. Dudo muchísimo que se atrevan, puede que disimulen, puede que suavicen sus expresiones, pero no renunciarán al contenido independentista de su futura actuación política como Gobierno. Confiar en que esto puede producirse con seguridad, más que una insensatez, es un trágico error político.

Foto: La líder de Ciudadanos en Cataluña, Inés Arrimadas , junto al primer secretario del PSC, Miquel Iceta. (EFE)

Modestamente, pienso que no ha habido tiempo material para que un sector significativo del soberanismo catalán disponga de su propio balance autocrítico, aun reconociendo que el país se ha precipitado en el abismo. Esta reflexión no puede ser inoculada desde el unionismo, si se quiere que surta efecto. La actual dinámica radicalizada de bloques impide su maduración y que pueda ser materializada con éxito. Más de dos millones de catalanes se sienten ahora independentistas. No se trata de una mutación política, responde a cinco años de 'procés' y a muchos más de construcción de un relato político, que ha consistido en afirmar Cataluña negando España. Una parte de la sociedad catalana ha apurado esta visión maniquea hasta el final. Solo el catalanismo político, no independentista, autocrítico, comprometido con Cataluña, puede conseguir que ese esfuerzo resulte exitoso.

Hay que apostar por una demolición del imaginario nacional de los independentistas, con la convicción de que solo puede realizarse desde el catalanismo

Hay que apostar por una demolición a fondo del imaginario nacional de los independentistas, con la convicción plena de que solo puede realizarse desde las filas del catalanismo. Se requiere estructuras de encuentro profundamente meditadas y resueltamente operativas. Naturalmente, se debe proclamar en España y en Cataluña, que la convivencia no solo es necesaria y posible; es imprescindible de todo punto. Este arduo camino no se recorre en unas cuantas semanas, ni siquiera en unos cuantos meses. Exige tiempo, constancia, claridad y empatía. Sin estos mimbres, no habrá cesto. Y sospecho que el día 21-D tendremos la confirmación de que la consulta ha resultado, a todas luces, precipitada. La concordia no se impone. El acuerdo no se decreta. La convivencia no se improvisa. Son cosas que llevan tiempo, y hay que admitir que dada la gravedad del momento, esta es una variable muy escasa.

El 21 de diciembre se celebrarán elecciones autonómicas en Cataluña, convocadas por el presidente Rajoy al amparo de la aplicación del artículo 155 de la Constitución. Esta afirmación, por sí misma, descalifica la incomprensible e incompetente actuación política del Govern de Puigdemont. Solo desde el fanatismo más primario puede explicarse cómo el entonces presidente de la Generalitat renunció a convocar, en función de sus específicas atribuciones, comicios el 21 de diciembre. Sin duda, el contexto sería hoy uno bien distinto. Para empezar, con toda probabilidad, ningún 'exconseller' de la Generalitat habría sido encarcelado. Con toda seguridad, el artículo 155 no se hubiera aplicado.

Carles Puigdemont