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Antoni Fernàndez Teixidó

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La estrategia del desgaste

Los que escribimos, los que leen, como usted, paciente lector, experimentamos una sensación parecida al agobio, por el disparatado desarrollo de los acontecimientos políticos en Cataluña

Foto: El 'expresident' Puigdemont, en Berlín. (Reuters)
El 'expresident' Puigdemont, en Berlín. (Reuters)

Las vicisitudes del 'procés' en Cataluña generan fatiga. Los que escribimos, los que leen, como usted, paciente lector, experimentamos una sensación parecida al agobio, por el disparatado desarrollo de los acontecimientos políticos. Esta percepción se compadece, no obstante, del sufrimiento de cientos de miles de catalanes, ante la magnitud y alcance del conflicto. La resolución del tribunal de Schleswig-Holstein ha significado, definitivamente, un punto de inflexión y desde aquella fecha, independentistas y no independentistas, se aproximan a la cuestión con expectativas diferentes. Dicho más claramente, los separatistas creen que han dado un paso fundamental para la obtención, a medio plazo, de sus objetivos. Los constitucionalistas sospechan que puede que sus conciudadanos antagonistas tengan razón. La movilización en la calle y la batalla de relatos en los 'mass media' ilustran esta percepción de las cosas.

La estrategia de Carles Puigdemont ha remontado el vuelo. Desde Berlín, mueve los hilos en el Parlament a través del grupo parlamentario que le respalda, aunque con diferencias internas. Persigue el 'expresident' tres objetivos: el primero, desgastar sistemáticamente las instituciones españolas, poniendo de relieve algunas de sus contradicciones, animando las tensiones; el segundo, ahondar en la repercusión internacional de lo que llaman conflicto catalán; y el tercero, fortalecer su base electoral incrementando su autoconfianza. No es exagerado admitir que el balance hasta la fecha se inclina a favor de las pretensiones de Puigdemont. Llevará esta táctica hasta el final, convencido como está de que cuanto más empeoren las cosas, mayores beneficios le aguardan para sus designios.

Puigdemont llevará esta táctica hasta el final, convencido como está de que cuanto más empeoren las cosas, mayores beneficios para él

Buena parte de la ciudadanía catalana percibe esta maniobra y, como es natural, prospera la división. Se profundiza el abismo entre partidarios y detractores. Puigdemont despliega una estrategia que hasta ahora le ha dado resultados: para empezar, la descalificación de la Justicia española, propiciando que los presos independentistas alcen la voz, en forma y en contenido, ante el juez Llarena; para continuar, ganar tiempo tratando de acercarse al 22 de mayo, fecha límite, sin hacer posible la investidura; y en último lugar, forzar la movilización y la gesticulación creciente de los suyos. No hay que engañarse al respecto, Puigdemont quiere ser elegido 'president' de la Generalitat y las sucesivas propuestas de candidatos, solo disimulan esta pretensión. Sánchez y Turull le han dado la imprescindible cobertura. No se trata tanto de que finalmente se consiga, sino de que la dinámica de enfrentamiento y desobediencia continúe y crezca. Se siente fuerte si sus simpatizantes perciben que un salto hacia la República proclamada podrá materializarse en un futuro próximo. Seguro que les sorprende que miles de catalanes crean que este es un objetivo posible, pero la extraordinaria presión de los medios de comunicación independentistas y la actividad febril de sus organizaciones de base, mantienen vivo el sueño, alimentándolo. A menudo, he insistido en que infravalorar la capacidad de resiliencia de este movimiento es un grave error político.

Puigdemont apunta a las elecciones

Puigdemont apunta a las elecciones y las quiere. Está convencido de que con una candidatura unitaria, por él presidida, acompañada de dirigentes independentistas en prisión o huidos, el resultado electoral le favorecería indiscutiblemente. ERC, desde luego, no las desea, pero dudo que el republicanismo catalán pueda resistir la ofensiva de JxCat. Quizás ERC pedirá que para que la candidatura unitaria sea posible, figure en ella la CUP. A Puigdemont no solo no le importaría, sino que lo pretende. Otra cosa distinta es la decisión final de la CUP que difícilmente aceptaría formar parte de una plataforma electoral burguesa. Aceptará Puigdemont todas las condiciones de ERC y reclamará, bajo el lema de la unidad y la cohesión, un último esfuerzo para ganar la convocatoria electoral por mayoría absoluta. No es el momento de los pronósticos, pero me temo que este cálculo no es del todo descabellado. Sin delito de rebelión, así lo han dictaminado los jueces alemanes, él puede encabezar la candidatura, pues no puede ser suspendido como pretendía el Tribunal Supremo. Y la llamada a la movilización masiva, como el último esfuerzo para obtener la República, puede tener un efecto muy determinante. En el otro bloque cunde un tanto el desánimo, cuesta sostener un relato político alternativo e ilusionante y este desconcierto puede acarrear un significativo descenso de la participación electoral. Aún es muy prematuro; las elecciones no son seguras. El momento es cambiante pero, si cuando se produzcan, el grado de participación disminuye, me temo que será a cargo del resultado de las fuerzas unionistas.

Foto: Manifestación a favor de la puesta en libertad de Carles Puigdemont. (EFE)

Dicen los independentistas que Cataluña deber ser gobernada, sostienen que el artículo 155 atenta contra las instituciones, proclaman que los presos deben abandonar las cárceles, que el diálogo y la negociación con el gobierno español debería empezar ya. Más aún, insisten en que el planeta entero lo reclama, y que solo la negativa de Rajoy a hacer política impide que este escenario, sea posible. Si lo anterior es verdad, aunque yo no comparto el razonamiento de fondo que justifica esta orientación política, sería razonable exigir a los partidos independentistas que, sin demora alguna, constituyeran gobierno. ¿A qué esperan?

Las últimas declaraciones ante el juez Llarena de Junqueras y compañía evidencian que se ha optado por una maniobra de choque frontal sin retorno

Deberían entender que con un gobierno formalmente constituido que respete la ley y se preocupe y ocupe del conjunto de la ciudadanía, el diálogo sería posible. Pero en el fondo, Puigdemont no desea que esta posibilidad se concrete y sabe bien que los presos no abandonarán la cárcel. Es consciente de que para su causa, solo la desobediencia, la confrontación, y eventualmente, la violencia, pagan. Las últimas declaraciones ante el juez Llarena de Rull, Junqueras, Turull, Sánchez, Forcadell y compañía evidencian que definitivamente se ha optado por una maniobra de choque frontal sin retorno. Se trata de exacerbar el conflicto, para recoger frutos electorales. Al final podrá ser, o no, pero no les quepa duda de que hoy, 21 de abril, esta es la estrategia del independentismo catalán. Se proclama a medias, pero se trabaja a fondo para llevarla a cabo. Se preguntarán, fatigados, si hay alternativa a este inacabable galimatías político y jurídico, en el que el 'procés' se ha convertido. A mi juicio, la hay, pero su plasmación no es fácil, y no detecto la claridad y visión políticas necesarias para implementarlas. Quizás esté equivocado.

Las vicisitudes del 'procés' en Cataluña generan fatiga. Los que escribimos, los que leen, como usted, paciente lector, experimentamos una sensación parecida al agobio, por el disparatado desarrollo de los acontecimientos políticos. Esta percepción se compadece, no obstante, del sufrimiento de cientos de miles de catalanes, ante la magnitud y alcance del conflicto. La resolución del tribunal de Schleswig-Holstein ha significado, definitivamente, un punto de inflexión y desde aquella fecha, independentistas y no independentistas, se aproximan a la cuestión con expectativas diferentes. Dicho más claramente, los separatistas creen que han dado un paso fundamental para la obtención, a medio plazo, de sus objetivos. Los constitucionalistas sospechan que puede que sus conciudadanos antagonistas tengan razón. La movilización en la calle y la batalla de relatos en los 'mass media' ilustran esta percepción de las cosas.

Tribunal Supremo Parlamento de Cataluña Esquerra Republicana de Catalunya (ERC)