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Antoni Fernàndez Teixidó

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Convocar las elecciones y ganarlas

El hilo conductor de la acción política de los socialistas consistirá en aprobar algunas de sus propuestas programáticas

Foto: Primer Consejo de Ministros y Ministras de Sánchez el pasado 8 de junio. (EFE)
Primer Consejo de Ministros y Ministras de Sánchez el pasado 8 de junio. (EFE)

La política española ha experimentado un profundo cambio en tan solo dos semanas. Pedro Sánchez preside un gobierno socialista gracias a una frágil coalición que ha resultado suficiente para enviar a casa a Mariano Rajoy. El socialismo español tiene una hoja de ruta clara. Se trata de crear las condiciones necesarias para convocar las próximas elecciones generales y ganarlas. Toda su estrategia se subordinará en lo inmediato a un único propósito: que la presente legislatura dure lo máximo posible. El resto de elementos han de coadyuvar al designio principal. Ni decir tiene que los otros grandes partidos españoles se opondrán con denuedo a este objetivo. Con la excepción de Cs que deseaba y desea elecciones inmediatas, las demás formaciones políticas, una vez desalojado el PP del gobierno, no tienen prisa. Piensan que las circunstancias futuras serán para ellos más adecuadas que las presentes. Probablemente, están en lo cierto.

El hilo conductor de la acción política de los socialistas consistirá en aprobar algunas de sus propuestas programáticas. Por supuesto, saben que, salvo los decretos-ley, será difícil que las leyes importantes prosperen, debido fundamentalmente a lo inestable de la coalición que les ha aupado al poder y a la mayoría absoluta de los populares en el Senado. Avanzar resueltamente en la modificación sustancial del actual escenario legislativo va a ser extraordinariamente difícil.

No obstante, el PSOE no renunciará a intentarlo. Lo hará seguramente en medio de una enorme batahola mediática procurando la aprobación de iniciativas cargadas de simbolismo político. El balance resultará pobre y será de aplicación el viejo dicho de mucho ruido y pocas nueces. Se deberá, sin embargo, afrontar el inexcusable debate del techo de gasto para 2019. Se superará con claridad, y se podrá encarar con una cierta tranquilidad el resto de la legislatura y empezar a pensar en los presupuestos de 2019. Resultará evidente para buena parte del electorado que el PSOE se ha empleado a fondo, pero se trasladará la imagen de que la derecha y la extrema izquierda españolas han impedido que las iniciativas más significativas prosperen. Se repetirá machaconamente esta contradicción, y se aducirá que las buenas propuestas socialistas son abatidas una y otra vez por los intereses partidistas de la oposición de derechas e izquierdas en el Congreso de los Diputados.

Se trata de determinar en qué momento electoral los ciudadanos aceptarán que Sánchez no haya contado con los apoyos suficientes para avanzar

Se trata en definitiva de determinar en qué momento electoral los ciudadanos estarán en condiciones de aceptar que, a pesar del denodado esfuerzo del gobierno, Sánchez no ha contado con los apoyos suficientes para avanzar. Resultará decisivo entonces emplazar a la ciudadanía reclamando una mayoría absoluta que les permita implementar las políticas anunciadas y ensayadas que han corrido suerte diversa. Más brevemente, podrá decir el presidente Sánchez: "dadme la mayoría suficiente y España tendrá las políticas de izquierdas por las que suspiráis". Será a finales del 19 o a principios del 20. El PSOE escogerá el momento en el que la correlación de fuerzas le sea más favorable y convocará las elecciones.

Foto: Presupuestos 2018

El único obstáculo serio a esta orientación es la grave situación en Cataluña. Los socialistas tratarán de maniobrar para evidenciar que son capaces de pilotar un cambio de tendencia significativo. Será una política más gestual que real, pero tendrán interés en demostrar que a diferencia de Rajoy y los suyos, se mueven con decisión para encontrar soluciones, eso sí, en el marco de la Constitución. Los partidos separatistas creen poco en la voluntad de cambio que los socialistas expresan, pero están dispuestos a fingir que la aceptan con dos claros propósitos: el primero, ganar tiempo para recomponer la unidad de acción del movimiento; el segundo, conseguir que Torra —vicario de Puigdemont— pueda, eventualmente, disolver el Parlament catalán a partir de 27 de octubre y convocar, si les conviene, elecciones anticipadas. Lo harán si creen que pueden ganar en escaños y en votos.

placeholder Mariano Rajoy, expresidente del Gobierno. (Gtres)
Mariano Rajoy, expresidente del Gobierno. (Gtres)

Ahora bien, ¿confía el independentismo catalán en las recetas socialistas? En absoluto. ¿Variarán sus objetivos para acomodarlos a una situación de normalidad autonómica? Rotundamente, no. ¿Piensan que en lo fundamental, socialistas, populares y ciudadanos están muy separados? Desde luego que no. Sin embargo, el soberanismo catalán ha observado un tanto desconcertado que parte de la clase empresarial, de los medios de comunicación, y de la sociedad civil catalana ve con alivio el cambio de Rajoy por Sánchez, saludan la disminución de la enorme tensión que se padece en Cataluña y prefieren pensar que la negociación con éxito final es posible. A los independentistas les sorprende este estado de ánimo, más aún, les inquieta profundamente, pero están dispuestos a aprovechar los meses venideros con el indisimulado interés de cargarse de buenas razones. Creen segura la negativa del gobierno español a negociar más allá del acercamiento de los presos, y su hipotética salida de la cárcel con fuertes fianzas, sin entrar en ninguna cuestión de fondo que afecte sustancialmente al espíritu y la ley de la Constitución. Los líderes más destacados del independentismo no se hacen ilusiones. Algunos de ellos hacen ver que albergan esperanzas, pero pronto, rehecha la unidad separatista, todos estarán de acuerdo en que la independencia y la República no pueden ser negociadas con España. Incluso más, tampoco puede convenirse un referéndum o un pacto fiscal en la línea del concierto económico.

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Respecto a Cataluña, al gobierno de Sánchez se le sumarán otros tres problemas de notable enjundia. El primero de ellos, la resolución del tribunal alemán respecto a la extradición de Puigdemont. Tanto si lo extraditan como si no, el Ejecutivo tiene un complicado reto. El segundo, tiene que ver con el estado de ánimo de la ciudadanía cuando se plantee el acercamiento de los presos a Cataluña o Aragón, y eventualmente, su puesta en libertad bajo fianza. Se desconoce hoy el precio a pagar por esta factura, Cs y el PP pretenderán que sea elevadísimo. El tercero, guarda relación con el asunto fundamental, la casi segura celebración del juicio al independentismo catalán el próximo otoño. Son tres circunstancias de extraordinaria envergadura y su solución, en un sentido o en otro, acarreará evidentes dificultades. No podrán pasar de puntillas.

Tampoco el Govern de Torra podrá mirar hacia otro lado. Las expectativas en el electorado independentista son aún muy grandes y se le ha educado durante cinco años en el convencimiento de que todo es posible excepto retroceder. No seguir por el camino abierto por el pleno del Parlament los días 6 y 7 de septiembre es a sus ojos algo más que una renuncia. Es una traición. Una de esas traiciones, metafóricas o no, de las que parece estar llena la historia de Cataluña. Todo pronóstico es siempre arriesgado, incluso podría decirse que temerario, pero a fuer de ser sincero, les diré que sigo pensando que el PSOE dispone de un margen de maniobra muy estrecho. Puigdemont hará todo lo posible para que la tensión y la movilización no decaigan. Enviará los mensajes contradictorios que haga falta, pero su única hoja de ruta es seguir pilotando el 'procés' y llevarlo a buen puerto. También el separatismo que él lidera, tiene escasa capacidad de acción, pero batallará para que se incremente, y desde luego, habrá que aceptar que desde su perspectiva es razonable que lo intente.

Me temo que durante la ebullición que la celebración del juicio en otoño puede suponer para una parte muy importante de Cataluña, Puigdemont en Berlín, en Bruselas o en Madrid, no dejará de rumiar la convocatoria de unas elecciones que le permitan conseguir una amplia mayoría y fortalecer el carácter mesiánico de su liderazgo. Siempre he creído que solo electoralmente se podrá vencer al independentismo, pero sospecho que no son muchos los que comparten esta apreciación.

La política española ha experimentado un profundo cambio en tan solo dos semanas. Pedro Sánchez preside un gobierno socialista gracias a una frágil coalición que ha resultado suficiente para enviar a casa a Mariano Rajoy. El socialismo español tiene una hoja de ruta clara. Se trata de crear las condiciones necesarias para convocar las próximas elecciones generales y ganarlas. Toda su estrategia se subordinará en lo inmediato a un único propósito: que la presente legislatura dure lo máximo posible. El resto de elementos han de coadyuvar al designio principal. Ni decir tiene que los otros grandes partidos españoles se opondrán con denuedo a este objetivo. Con la excepción de Cs que deseaba y desea elecciones inmediatas, las demás formaciones políticas, una vez desalojado el PP del gobierno, no tienen prisa. Piensan que las circunstancias futuras serán para ellos más adecuadas que las presentes. Probablemente, están en lo cierto.

Parlamento de Cataluña Pedro Sánchez Mariano Rajoy