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Sánchez frente a su propia leyenda
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Ángel Alonso Giménez

Los tártaros

Por
Ángel A. Giménez

Sánchez frente a su propia leyenda

La vida política del presidente muestra algunos milagros, pero el futuro inmediato que le espera, hasta final de año, será el momento decisivo, la etapa que agrande su leyenda o la destruya

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE)
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Quienes han seguido de cerca la trayectoria de Pedro Sánchez desde que entró en el Congreso de los Diputados por primera vez, en 2009, saben que su vida política merece una serie de televisión o una biografía trepidante, no como la que tiene. Hay personas que mastican esa idea en la cabeza y recopilan material por si en algún momento sale de la Moncloa y se anima a contar todo lo que sabe y todo lo que ha padecido y experimentado. La suya, por resumir, es una historia repleta de enemigos y adversarios, y por eso, la glosa es a su voluntad de superación, a su perseverancia (o terquedad) y a los éxitos y fracasos cosechados. Acumula unos cuantos golpes bajos y espectaculares, y también triunfos no menos deslumbrantes.

Su pasado sabe a dulce, pues es el presidente del Gobierno, pero el futuro no lo tiene garantizado ni mucho menos. El futuro puede destruirte (destruirle) en cualquier momento. Los indultos a los presos catalanes, la reanudación de la mesa de diálogo con Pere Aragonès, la gestión de la pandemia en su fase final, la circulación de la millonada de los fondos europeos, la recuperación económica y social, todo eso, debe abordarlo desde hoy hasta final de año. Tiene por delante, por tanto, seis meses decisivos, muy por encima de la altura de su leyenda.

Leyenda que ha labrado así:

Primera batalla. Ser alguien en el Congreso. 2009

Pedro Sánchez entró en el Congreso con aquella legislatura ya comenzada porque Pedro Solbes puso pies en polvorosa. Apareció por la Cámara Baja un tipo alto y apuesto, simpático y educado a más no poder, y todas las miradas comenzaron a seguirle. En la dirección del grupo socialista, que coordinaba Eduardo Madina como secretario general, comenzaron a darle algunas funciones en comisiones de segundo nivel. Los responsables de prensa, al mismo tiempo, empezaron a moverle por tertulias, algunas de medio pelo. Su afán por agradar llamó la atención, también su ambición, y le pidieron que bajara un par de velocidades.

Los periodistas parlamentarios le dieron por aquel entonces el premio al "diputado revelación" y el entonces presidente del Congreso, José Bono, en la intervención final, que suele ser una mezcla de humor, ironía y mofa, dejó caer sibilinamente que quizá la estatuilla se la dieron por "guapo". "Pedro, el guapo", lo llamaban. La etiqueta se la quisieron poner muy grande y tapó otras virtudes, una de ellas, fundamental, la resiliencia. Al diputado madrileño le daba igual que ensalzaran su porte o su sonrisa; el caso es que ya todo el mundo hablaba de él.

Foto: Pedro Sánchez y Pere Aragonès, llegando a la primera reunión de la mesa de diálogo. (EFE)

Segunda batalla. Ser alguien en el partido. 2010-2014

Llevaba tiempo en las salas y despachos de Ferraz, no precisamente en los de la dirección, escrutando el partido, cada federación. Es algo que ha hecho siempre y que sigue haciendo, aunque ahora pone la lupa en cada comunidad y en cada ciudad. Durante su etapa como concejal en Madrid básicamente entregó su tiempo a examinar las inquietudes de los vecinos barrio a barrio, calle a calle. Tan pronto recomendaba un restaurante como aconsejaba qué hacer para alquilar un local y montar una pyme.

Sánchez dio varios pasos para escalar puestos en la organización socialista. Precisamente, por ser buen conocedor del partido en Madrid, se implicó en la candidatura de Trinidad Jiménez para hacerse con la federación. Ganó Tomás Gómez, sin embargo, y la ambición la tuvo que esconder un tiempo, incluso mucho tiempo. Y muy escondida, pues en las generales de finales de 2011 se quedó fuera del Congreso y hubo de enfrentarse a una etapa fuera de la política. No lo pasó muy bien.

Foto: El lema de las primarias de Sánchez fue obra del publicista Manuel Cavanilles. (EFE)

Intentó en 2012 colarse en la primera línea de la candidatura de Alfredo Pérez Rubalcaba para que ganara las primarias a Carme Chacón, pero tampoco consiguió lo pretendido e incluso lo denostaron. En silencio, fuera de los focos, en la universidad donde empezó a dar clases, en casas de amigos, llegó a pensar y a decir que la política no estaba hecha para él. Sin embargo, Cristina Narbona se fue a la OCDE y dejó su escaño vacante. Sánchez lo ocupó. Recuperó todo lo aprendido en 2009. Sabía ya quién le apoyaría y quién no en el gran desafío en el que estaba a punto de embarcarse.

Tercera batalla. Ser el líder del partido. 2014-2016

Le dijeron claramente que mejor no lo hiciera, que el elegido para ser secretario general era Eduardo Madina. Apoyado por Zapatero y por Rubalcaba, el diputado vasco lo tenía todo a favor.

Sánchez desplegó en la mesa de su casa de Aravaca el mapa de las federaciones socialistas e inició un gran viaje que le llevó a conocer uno a uno todo a los militantes socialistas. Sabía cuáles eran los anhelos y demandas en los territorios, y tras los actos empezó a conocer también algunas intimidades. Eso le volvió imparable. Hizo muchos amigos por entonces gracias a largas cenas con dirigentes de tercer y cuarto nivel. Se empapó de las bases porque sabía que si dominaba el partido por abajo, lo terminaría dominando por arriba. Por eso, cuando tuvo que verse las caras con la plana mayor en un hotel madrileño, y ahí estuvo Susana Díaz, sabía mucho antes y mucho mejor qué querían escuchar.

Sánchez desplegó en la mesa de su casa de Aravaca el mapa de las federaciones socialistas e inició un gran viaje

Fue el secretario general en 2014; venció a Madina, venció a la aristocracia socialista, y por esa misma razón, le hicieron la vida imposible. Sánchez no ayudó a pacificar el partido con sus vaivenes, algunos antológicos. Nadie se fiaba de él, muy pocos lo acompañaban. El estado de nervios creció y creció hasta que las elecciones de 2015 mostraron el peor de los temores: menos de 100 escaños y a punto de ser sobrepasado por Podemos. En junio de 2016 las sensaciones se mantuvieron, sensaciones funestas, y la guerra total se desató con toda fiereza el 1 de octubre de ese año, en aquel comité federal de urnas ocultas, llantos y gritos. Sánchez dimitió y un mes más tarde dejó el escaño.

Cuarta batalla. Ser alguien en España. 2017-...

Aquí entra en escena la segunda resurrección política de Pedro Sánchez. La primera ocurrió después de las generales de diciembre de 2011. Esta segunda es brutal. Contra todo y contra todos, gana las primarias socialistas de 2017 a Susana Díaz, quien aquella noche del 22 al 23 de mayo, en Madrid, lloró ante los seguidores que la esperaban en un hotel. La propia dirigente andaluza comenzó a augurar este negro desenlace cuando le contaron que Sánchez llenaba sus actos mientras que para los suyos había que sacar a los militantes de casa.

Su elección inicial, después de la victoria, fue la espera, la preparación, el estudio y la anticipación. La moción de censura a Rajoy no estaba en sus planes. Como el contexto viró, se embarcó en otra epopeya. Estaba en estado de gracia. Fue presidente en junio de 2018.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el líder de la oposición, Pablo Casado. (EFE) Opinión

Su primer Gobierno se sostuvo con dificultad debido a la esquelética mayoría parlamentaria que le sujetaba. Le ayudó Pablo Iglesias, a quien detestó mucho y mucho tiempo. Quizá por ello sus errores se disolvieron rápido. También porque navegaba por aquel año 2019 con todo a favor por culpa de una derecha descuartizada. Ganó las elecciones de abril y ganó las de noviembre, aunque con menos margen. Fue un fallo clamoroso que logró soslayar por el pacto inminente con Unidas Podemos, dos días después de las urnas. Tenía Gobierno. Seguiría en Moncloa.

Ahora, cuando la pandemia parece que se desmorona, llegan los tiempos decisivos. Sánchez ya no tiene que ganar batallas para ser un diputado reconocido o el líder de su partido. Se juega ser el presidente que zanjó la peor época de nuestra era, llena de muertes por el covid-19.

Su leyenda está fabricada con milagros, pero él es el primero que sabe que si el reto de 2021 le sale mal, se acabarán su leyenda y posiblemente su capacidad de obrar milagros.

Quienes han seguido de cerca la trayectoria de Pedro Sánchez desde que entró en el Congreso de los Diputados por primera vez, en 2009, saben que su vida política merece una serie de televisión o una biografía trepidante, no como la que tiene. Hay personas que mastican esa idea en la cabeza y recopilan material por si en algún momento sale de la Moncloa y se anima a contar todo lo que sabe y todo lo que ha padecido y experimentado. La suya, por resumir, es una historia repleta de enemigos y adversarios, y por eso, la glosa es a su voluntad de superación, a su perseverancia (o terquedad) y a los éxitos y fracasos cosechados. Acumula unos cuantos golpes bajos y espectaculares, y también triunfos no menos deslumbrantes.

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