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Cuando el ladrillo dominó la arquitectura (y en Madrid se levantaron edificios extraordinarios)
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Miguel Díaz Martín

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Cuando el ladrillo dominó la arquitectura (y en Madrid se levantaron edificios extraordinarios)

En un mar de fachadas impolutas y edificios revestidos de blanco, te mostramos lo que los maestros lograron hacer con el noble ladrillo: desde una fortaleza futurista a la estación de comunicaciones que llevó al hombre a la Luna

Foto: La central de Telefónica en el barrio de la Concepción. (Cedida)
La central de Telefónica en el barrio de la Concepción. (Cedida)

En San Pascual no hay fachadas blancas. Esta zona de Ciudad Lineal esquiva las inmaculadas envolventes que saturan los nuevos desarrollos hasta hacerlos indistinguibles unos de otros. El carácter del barrio lo marca aquí otro tipo de construcción: la robusta mole rectangular de ladrillo visto y seis pisos de altura con dieciséis torres que se erige ante el paseante como si de una fortaleza futurista se tratase.

Nos encontramos junto a la Central Telefónica de la Concepción del gran arquitecto Julio Cano Lasso, uno de los mayores exponentes de la arquitectura racionalista madrileña y ejemplo de lo que los maestros consiguieron a partir de un material aparentemente rudo, pero excepcionalmente versátil, como es el modesto adoquín perforado de ladrillo.

"Muros del color de la tierra desnuda y seca de los desmontes, algún árbol raquítico como una garra; chabolas, polvo y cabras negras comedoras de papeles". Así describió Cano Lasso en los años 70 el emplazamiento de este encargo industrial de la entonces compañía nacional Telefónica, que necesitaba guarecer los costosos equipos con los que conectar las llamadas de la creciente población madrileña. Una delicada tecnología que solo funcionaba a temperaturas constantes y en excepcionales condiciones de aislamiento y ventilación.

placeholder Panorámica de la central de Telefónica en la Concepción. (Cedida)
Panorámica de la central de Telefónica en la Concepción. (Cedida)

Así ideó Cano Lasso su modelo de central, que después reproduciría en otras ubicaciones: una colosal construcción de muros ciegos y planta diáfana que se liberaba de instalaciones gracias a la ubicación, en los lados cortos del paralelogramo, de 16 torres de ventilación distribuidas en dos grupos de ocho. Su parecido con una fortaleza -de las que en Madrid tenemos importantes ejemplos- no fue mera coincidencia, pues el propio autor admitiría a la Revista Arquitectura que "la potencia y austeridad de los castillos me ha emocionado siempre".

A la Luna por Buitrago de Lozoya

Telefónica y Cano Lasso se conocían bien. En 1967, el madrileño había concebido para la compañía un proyecto clave en su historia: la Estación de Telecomunicaciones de Buitrago; la misma que dio servicio a la NASA en la misión del Apolo XI, cuando Neil Armstrong y Buzz Aldrin, escudados por Michael Collins, pusieron por primera vez el pie en la Luna.

placeholder La estación de telecomunicaciones de Buitrago. (Cedida)
La estación de telecomunicaciones de Buitrago. (Cedida)

Para conocer la estación debemos tomar la A-1 hasta las faldas de Somosierra. En el fondo documental del arquitecto quedó recogida la preocupación de este y de su colaborador Juan Antonio Ridruejo por “el problema de la integración” de otro edificio de corte “futurista” en el desnudo paisaje serrano. Su solución no pudo ser más acertada: a pesar de tener más de 9.600 metros cuadrados, el complejo de pabellones, despachos, grupos de fuerza y residencia no levanta más de dos alturas sobre rasante -con secciones semienterradas-, encajando en el entorno gracias al ladrillo y al uso de la madera en los interiores. El juego de salientes y planos retranqueados -de gran fuerza expresiva- y la conexión entre volúmenes mediante un patio-claustro le aportaron un intencionado aire místico. Solo el actual vallado rojo al pie de la carretera de Piñuecar-Gandullas nos recuerda hoy que estamos en una instalación restringida.

placeholder Un boceto del diseño de la central de Buitrago. (Cedida)
Un boceto del diseño de la central de Buitrago. (Cedida)

Pese al desconocimiento que los madrileños tenemos de este edificio, la Fundación Telefónica recuerda que desde aquí se dio a la NASA el soporte necesario en la transmisión de datos y vídeo para mantener las comunicaciones con las misiones tripuladas Apolo. También fue la estación que recibió las retransmisiones en directo de los astronautas (incluida la del Apolo XIII, con su fatídico “Houston, tenemos un problema”), conexiones en las que estos narraban su vida a bordo de las naves. Desde Buitrago, esa señal era reenviada a Houston, que a su vez la distribuía a toda la audiencia planetaria.

De la Complutense a la Casa de las Flores

Dejamos la Sierra Norte y bajamos hasta el distrito de Moncloa-Aravaca en busca de otros dos iconos del ladrillo. El primero es el Colegio Mayor Teológico Hispano-Americano, hoy sede de la universidad privada CUNEF. De este complejo de cinco edificios diseñados por José Luis Fernández del Amo Moreno destaca sobremanera la capilla organicista, un gran volumen de paños ciegos con cubiertas planas escalonadas y rematado por un ábside curvo de innegable fuerza y plasticidad. Pequeñas ventanas corridas a ambos lados del eje longitudinal introducen la luz en el interior, como destaca la Fundación Docomomo para la arquitectura moderna.

La segunda edificación es la Central Térmica de la Ciudad Universitaria, la primera que llevó la calefacción a los edificios educativos en 1933. Construida por Manuel Sánchez Arcas y por el ingeniero Eduardo Torroja Miret como un prodigio de la técnica de la época, está formada por sendos edificios en forma de T con grandes vanos verticales en el travesaño y ventanas en banda en el asta. Su distinguible perfil se mantiene en pie -incluyendo la característica marquesina semicircular- pese a una alarmante falta de conservación. No fue hasta este año cuando la Comunidad de Madrid concluyó el expediente de incoación que ha permitido su declaración como Bien de Interés Cultural (BIC). En los años 70 se valoró usarla como fuente de calor para el nuevo Hospital Clínico, posibilidad que se descartó debido a las complicaciones técnicas, según recogió la revista Informes de la Construcción.

Para finalizar este homenaje al ladrillo nos acercaremos ahora hasta Argüelles. Aquí, el adoquín perforado vuelve a demostrar que nada tiene que envidiar a las fachadas blancas de moda en la excepcional Casa de las Flores de Secundino Zuazo.

placeholder Panorámica de la Casa de las Flores de Madrid. (Cedida)
Panorámica de la Casa de las Flores de Madrid. (Cedida)

El autor del magnífico Frontón Recoletos se rebeló en 1930 contra la normativa municipal para diseñar un conjunto de viviendas con máxima ventilación e iluminación natural. En un ejercicio de clara inspiración europeísta, Zuazo alteró el patio de manzana cerrado y lo transformó en una calle interior con jardín privado que conectaba con la ciudad. El arquitecto fue más allá y generó los grandes balcones en L y las características arcadas elípticas, que rematan en la base dos pares de cuerpos edificatorios paralelos -uno de cinco alturas, hacia el exterior, y otro de ocho alturas hacia el interior, separados por un patio de luces- dispuestos en torno a la calle-jardín. Es aquí, en el mimo del diseño y en la plasticidad en el uso del ladrillo, donde se aprecia su esfuerzo por alcanzar la mayor calidad constructiva para las 280 viviendas, de acuerdo a la Guía de Arquitectura del Colegio de Arquitectos de Madrid (COAM).

Es difícil concluir este capítulo sin hablar de edificios como la sede de Bankinter de Rafael Moneo; el edificio El Ruedo de Sáenz de Oiza o los numerosos ejemplos de arquitectura mudéjar y neomudéjar que afloran en nuestra región. Dedicaremos nuevos artículos a estos y a otros proyectos de importancia patrimonial en las siguientes entregas de Caminemos Madrid.

En San Pascual no hay fachadas blancas. Esta zona de Ciudad Lineal esquiva las inmaculadas envolventes que saturan los nuevos desarrollos hasta hacerlos indistinguibles unos de otros. El carácter del barrio lo marca aquí otro tipo de construcción: la robusta mole rectangular de ladrillo visto y seis pisos de altura con dieciséis torres que se erige ante el paseante como si de una fortaleza futurista se tratase.

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