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Hospitales de sangre: cuando el Socorro Rojo tomó los edificios más icónicos de Madrid
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Miguel Díaz Martín

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Hospitales de sangre: cuando el Socorro Rojo tomó los edificios más icónicos de Madrid

Pistas deportivas llenas de camas, quirófanos bajo vidrieras y operaciones a vida o muerte entre grandes arquitecturas. Así fue como la Guerra Civil transformó palacios, hoteles y otros recintos de Madrid en hospitales

Foto: Pacientes atendidos en camas habilitadas entre los tapices y cuadros del Palacio de Medinaceli. (Cedida: Biblioteca Digital Hispánica)
Pacientes atendidos en camas habilitadas entre los tapices y cuadros del Palacio de Medinaceli. (Cedida: Biblioteca Digital Hispánica)

Los edificios del Madrid que caminamos han tenido muchas vidas, pero hay un capítulo de la historia que convirtió muchos de ellos en imprescindibles para la supervivencia de sus vecinos. El período del que hablamos fue la Guerra Civil y el papel que cumplieron fue el de hospitales de guerra o de sangre.

Palacios como el de Medinaceli, hoteles históricos como el Palace o el Savoy, caserones burgueses e incluso recintos deportivos fueron tomados por el ejército republicano para crear la red sanitaria de emergencia de una capital asediada por hasta 70.000 soldados del llamado bando nacional, como relata el cronista de la Villa Pedro Montoliú en su libro sobre esta etapa. Una reconversión a la que contribuyó decisivamente el Socorro Rojo, la organización creada por la Internacional Comunista a modo de Cruz Roja política y que puso las arquitecturas creadas por Eduard Ferrés i Puig o Antonio Palacios a funcionar como salas de operaciones.

Para comprobarlo, vamos a recorrer ese Madrid entre 1936 y 1939, que el lector debe imaginarse entre el chillido de las sirenas, piezas de artillería y baterías antiaéreas. Si tomamos la Red de San Luis, veremos que la ciudad se enfrenta al miedo y al desabastecimiento tras el bombardeo de mercados como el del Carmen, cuyas columnas forjadas, tejados apuntados y cresterías han sido reducidas a chatarra por la aviación.

placeholder Camas en el salón de baile del Hotel Palace. (Cedida: Biblioteca Nacional)
Camas en el salón de baile del Hotel Palace. (Cedida: Biblioteca Nacional)

En el tramo final de la Carrera de San Jerónimo, atisbaremos que la manzana trapezoidal del Palace tiene una actividad frenética. Sus instalaciones acogen una guardería para huérfanos y desamparados. La Embajada Soviética está emplazada en el primer piso, tras las armoniosas fachadas de estilo Luis XVI, donde predominan la sobriedad geométrica clásica (rectas, cuadrados, óvalos) y la decoración con motivos vegetales. Parte de las más de 400 habitaciones del complejo son ahora oficinas, ya que tienen teléfono y baño propios. Mihail Koltsov, hombre de Stalin y agente del servicio secreto soviético NKVD que trabaja encubierto como enviado del diario Pravda, narrará en su Diario de la guerra española cómo el Palace se nutre del material incautado en el Hospital Militar de Carabanchel, antes de que sea tomado por los nacionales.

Atravesando los arcos del salón de baile, donde antes se disfrutaba la Belle Époque, hallaremos un mar de camas iluminadas y ventiladas por los grandes ventanales. Sin embargo, el corazón del hotel -como lo es hoy- sigue siendo la rotonda bajo la espléndida cúpula Maumejean, convertida en una gran sala de quirófanos para aprovechar la luz natural cuando los bombardeos cortan el suministro. Así lo señala David Mathieson en El frente de Madrid (La Librería), donde recoge el testimonio de la periodista estadounidense Virginia Cowles sobre el panorama que ofrece el Palace: tras franquear la marquesina de la entrada y pisar en el poderoso lobby rectangular de doble altura, la recepción se ve "llena de heridos en camillas esperando a ser operados" y las escaleras, "salpicadas de sangre".

Cruzamos el Paseo del Prado hasta el Hotel Ritz para encontrar a los milicianos heridos en el frente ocupando el Salón de Fiestas. El edificio neobarroco de Charles H. Mewes y Luis de Landecho, rematado por torreones curvos coronados con cúpulas, tiene un amplio vestíbulo semicircular y un hall cuadrado con columnas con acceso desde la fachada curva de la Plaza de la Lealtad, como destaca el Colegio de Arquitectos de Madrid. Ello facilita el traslado de los heridos a las espaciosas salas de la planta baja. La cocina del hotel es ahora un comedor económico para los madrileños sin recursos. En sus estancias, usadas como zona hospitalaria, fallecerá el líder anarquista Buenaventura Durruti.

Poco más abajo, en Atocha, el gran Hospital General o Provincial de Madrid ha padecido cruentos bombardeos y será, a la postre, escenario de sangrientos combates cuerpo a cuerpo, lo que reforzará su fama como lugar fantasmagórico debido a las leyendas y restos encontrados en sus galerías. Ya en democracia, el edificio se convertirá en parte del Museo Reina Sofía.

Entre armaduras y obras de arte

Emprendemos camino a hacia el norte con un ojo en el suelo para no caer en alguno de los socavones abiertos en el suelo por la artillería. Dejamos atrás el hospital de sangre que se ha improvisado el frontón Nuevo Jai-Alai, tras el Palacio de las Telecomunicaciones, que con la decadencia de la moda de la pelota vasca ha transformado su triple graderío con andanada superior y cubierta de cerchas metálicas en un refugio médico con hileras de catres en la pista. Asimismo, nos alejamos del Casino de Madrid, de gusto eclético e influencias francesas y barrocas con un destacado torreón en su ala oeste. Sus suntuosas salas recreativas con vidrieras también están sirviendo como sanatorio de guerra.

placeholder Pista del frontón Nuevo Jai Alai convertida en pabellón sanitario. (Cedida: Biblioteca Nacional)
Pista del frontón Nuevo Jai Alai convertida en pabellón sanitario. (Cedida: Biblioteca Nacional)

El objetivo de nuestros pasos es el hoy desaparecido Palacio de Medinaceli, que domina la Plaza de Colón con sus tres pisos rematados en mansardas. El también conocido como Palacio de Uceda ha sido requisado por la Sección Motorizada de las milicias del Partido Socialista, que han instalado un hospital en este caserón de frontones de estilo neoclásico, balcón principal con balaustrada y "majestuosa" escalera de honor, como la define la revista La Esfera.

Otra revista, Crónica, contará que los heridos reciben cuidados entre opulentos tapices, cuadros de Goya y Velázquez, relojes históricos y una variopinta colección de armaduras y animales disecados (entre ellas, una jirafa, rinocerontes, focas o búfalos) que suman un valor de "varios millones de pesetas". Y si bien la publicación asegura que se han colocado carteles advirtiendo de que todo este patrimonio es "propiedad del pueblo", ello no impedirá que las imágenes religiosas y la capilla de estilo árabe sean atacadas y desfiguradas.

La pesadilla del Hospital 14

En este recorrido, sería injusto no visitar el Palacio de Maudes de Antonio Palacios y Joaquín Otamendi. Aunque ya era Hospital de Jornaleros, los republicanos han expulsado a las religiosas que lo gestionan para situarlo como el nuevo Hospital Obrero dirigido por el Socorro Rojo. La documentación de la Comunidad de Madrid apunta que a su singular planta radial decorada con cerámicas se le ha añadido un pasadizo bajo la calle Raimundo Fernández Villaverde que comunica con el refugio antiaéreo subterráneo de la calle Cicerón.

placeholder Hospital de Maudes de Antonio Palacios, ya como Hospital Obrero. (Cedida: Archivo Memoria de Madrid)
Hospital de Maudes de Antonio Palacios, ya como Hospital Obrero. (Cedida: Archivo Memoria de Madrid)

Para nuestra última parada volvemos a las proximidades de la red de San Luis. En el límite con la Gran Vía, seremos testigos de un negro episodio que está teniendo lugar en el Convento de las Mercedarias de la calle Puebla. La austera construcción de fábrica de ladrillo rojo con zócalo de piedra, iglesia de bóveda de cañón con lunetos y cúpula sobre pechinas de triángulos curvilíneos ha sido tomada por una organización de la UGT y rebautizada como Hospital Militar nº 14. Este es, en realidad, un sanatorio-cárcel para prisioneros, derechistas condenados y republicanos disidentes o automutilados que quieren esquivar el servicio en el frente.

El periodista, escritor y político Pedro Corral documenta en sus investigaciones la causa abierta por las autoridades republicanas y la posterior condena contra el director médico del centro, contra una de sus enfermeras -y amante- y contra varios colaboradores más por cometer o permitir vejaciones sobre los presos a su cargo. Las acusaciones, recogidas en archivos oficiales, incluyen maltrato, intimidación, falta de atención o castigos como reclusiones en condiciones antihigiénicas. Al acabar la guerra, las autoridades franquistas comprobarán que los implicados ya han sido castigados por su propio bando, a pesar de lo cual decretarán su fusilamiento.

Terminamos aquí este capítulo, que podría abarcar muchos más edificios. Como el lector ya conoce, en Madrid se puede disfrutar de arquitecturas que llevan en pie desde la Reconquista, de otras que sobrevivieron a desafortunadas intervenciones y hasta de lugares con pasado de cine porno. Este Madrid distinto, este Madrid en guerra que narramos hoy, es solo una parte más de un inmenso patrimonio que vamos a seguir explorando paso a paso, historia a historia, en Caminemos Madrid. Estáis invitados a acompañarnos.

Los edificios del Madrid que caminamos han tenido muchas vidas, pero hay un capítulo de la historia que convirtió muchos de ellos en imprescindibles para la supervivencia de sus vecinos. El período del que hablamos fue la Guerra Civil y el papel que cumplieron fue el de hospitales de guerra o de sangre.

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