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El paraninfo escondido donde Einstein dejó estupefactos a todos los sabios de Madrid
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Miguel Díaz Martín

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El paraninfo escondido donde Einstein dejó estupefactos a todos los sabios de Madrid

El antiguo Noviciado de San Bernardo alberga la gran sala solemne de la Universidad Complutense, un espacio encerrado en su solemnidad académica que llegó a ser sede provisional del primer parlamento de Madrid

Foto: Cabecera del Paraninfo, con el retrato de la reina Isabel en la parte superior. (Universidad Complutense)
Cabecera del Paraninfo, con el retrato de la reina Isabel en la parte superior. (Universidad Complutense)

Pongamos que el padre de la relatividad va a exponer en España la teoría que cambiará la comprensión del universo. Y pongamos también que los popes de la academia buscan un púlpito a la altura del invitado. En el Madrid de 1923, la decisión está clara: solo hay un lugar suficientemente solemne como para acoger una conferencia de Albert Einstein y es el paraninfo histórico de la Universidad Complutense.

Esta habitación magna, encajada en un complejo mayor y construida sobre los restos de uno de los mayores colegios religiosos de la época, es uno de los secretos del patrimonio mejor guardados de la capital. Decenas de veces habrá pasado el lector ante su puerta sin saberlo, pues el severo encierro que sufre hace que pase inadvertida en el paisaje urbano.

Pero en Caminemos Madrid no hay barrera que se nos resista. Por eso, paseamos desde la Gran Vía con destino al viejo Caserón de San Bernardo, en la calle del mismo nombre. Nos detenemos ante el blanco postigo del número 49 y empujamos con fuerza la pesada doble hoja remachada con engarces dorados para ver lo que Einstein vio hace un siglo: el salón universitario de ceremonias más antiguo de Madrid.

El paraninfo nació con el asentamiento definitivo -a partir de 1842- de la que primero fue Universidad Literaria y luego Universidad Central. Esta ocupó el complejo del noviciado de la Compañía de Jesús, un conjunto de edificios y terrenos con más de 200 años de antigüedad cuya adaptación a los fines educativos supuso el derribo de la espléndida iglesia, de su monumental cúpula -perfectamente visible desde los arrabales- y de sus poderosas torres-campanario, de acuerdo al Colegio de Arquitectos (COAM).

Éxtasis en la sala elíptica

Para cuando Einstein puso el pie en la estación de ferrocarril del Mediodía -hoy, estación Atocha-, poco quedaba de los jesuitas en San Bernardo. En su lugar, el Nobel de Física encontró el actual conjunto de fachadas académicas adornadas con pilastras corintias y frontones clásicos diseñadas por Francisco Javier de Mariategui y Narciso Pascual y Colomer.

placeholder El Noviciado de la calle de San Bernardo Siglo XVII. (Archivo Memoria de Madrid)
El Noviciado de la calle de San Bernardo Siglo XVII. (Archivo Memoria de Madrid)

Estas arquitecturas no iban a impresionar al alemán, que aún tenía fresca la grandiosidad del Hotel Palace, donde se alojaba junto a su esposa. Sin embargo, los académicos y científicos españoles aún confiaban en asombrar al genio de Ulm.

Sus dudas se disiparon al instante. Cuando Einstein entró en el salón noble del paraninfo, el auditorio para cuatrocientas personas se levantó en pleno de sus butacas de madera con tapizado en terciopelo carmesí y prorrumpió en aplausos. Ni los tapices de telas embrocadas, ni la seda con estampación de plata que cubría los muros -divididos mediante veinte pilastras decoradas con motivos vegetales- pudo ahogar la ovación. El abrumador reconocimiento subió hasta el lucernario decorado de la bóveda, a 18 metros de altura, que filtraba al interior la luz de ese 3 de marzo madrileño.

Excusándose por no hablar castellano y por su bajo nivel de francés, el científico se colocó en la cabecera del auditorio elíptico -en realidad, de planta cuadrada, pero de esquinas redondeadas para dar sensación de profundidad- de 36 metros de largo por 15 de ancho. Sus muros, pese a que hoy no pueda verse, son los mismos que sustentaron la iglesia preexistente.

placeholder Fotografía con ocasión de la investidura como doctor honoris causa de Albert Einstein 1923. (Biblioteca Histórica Marqués de Valdecilla)
Fotografía con ocasión de la investidura como doctor honoris causa de Albert Einstein 1923. (Biblioteca Histórica Marqués de Valdecilla)

Desde esta posición, empleando gráficos y lenguaje matemático, el autor desgranó la Teoría de la Relatividad ante un público absorto que no tardó en pasar del entusiasmo a la frustración. Porque Einstein, como recogieron las crónicas, no logró hacerse entender ante unos sabios apenas versados en las implicaciones de sus investigaciones sobre el tiempo y la materia. Si sus avanzadísimos progresos llegaron al público interesado de una forma inteligible fue porque el matemático y profesor Tomás Rodríguez Bachiller publicó en el diario conservador El Debate las mejores crónicas de cada una de las tres conferencias que tuvieron lugar, según el archivo histórico de la Universidad Complutense.

Un parlamento en la Universidad

Antes de marcharse, Einstein recibiría el Doctorado Honoris Causa por la Central, lo que le permitiría apreciar de nuevo el esplendor del paraninfo, presidido por imágenes de Isabel II -promotora de la creación de la Universidad- y su gran referente, Isabel la Católica. Hoy todavía podemos sentirnos como el Nobel, pues el paraninfo fue sometido entre los años 2000 y 2002 a una restauración que ha permitido conservar cada uno de sus detalles originales, incluyendo entre ellos el patio de butacas, las vidrieras y los estucos y dorados decorativos.

Contarse entre los gremios afortunados o los grupos elegidos para entrar en la sala magna -a la que actualmente solo se accede bajo invitación en la apertura oficial del curso universitario, en las limitadas celebraciones culturales o políticas en las que la Complutense participa o en una de las escasas visitas guiadas programadas- equivale a atravesar un importante umbral artístico. No en vano, la bóveda del paraninfo fue decorada por el pintor Joaquín Espalter con un programa que hace referencia a la cultura y las disciplinas universitarias. Estas aparecen representadas en forma de alegorías a la Medicina, la Farmacia o a ciencias exactas como la Matemática en una serie de pinturas que complementan los elementos escultóricos diseñados por Ponciano Ponzano.

placeholder Bóveda y lucernario del Paraninfo durante una entrega de diplomas. (Universidad Complutense)
Bóveda y lucernario del Paraninfo durante una entrega de diplomas. (Universidad Complutense)

Tras los muros del caserón de San Bernardo también tuvieron lugar las sesiones del primer parlamento de nuestra región, la Asamblea de Madrid, que tuvo aquí su sede desde 1983 hasta 1998, cuando se inauguró el moderno edificio institucional en el Puente de Vallecas. Este, sin embargo, ya se ha quedado obsoleto y ciertamente pequeño para una región que no deja de crecer en representación e importancia.

Hoy, los diferentes edificios del caserón albergan la Biblioteca Histórica Marqués de Valdecilla y la Escuela Profesional de Relaciones Laborales de la Complutense. El complejo fue declarado Bien de Interés Cultural en el año 1980 y es, desde entonces, uno de los más bellos ejemplos de conservación que las instituciones nos han legado. Ello hace más incomprensible, si cabe, que el paraninfo histórico siga pasando desapercibido y que las visitas autorizadas se cuenten con los dedos de la mano.

Si no conocías este lugar, nos alegramos de descubrírtelo. Desde hoy, pasear por el entorno de San Bernardo no será lo mismo para los que caminamos Madrid explorando las historias que cuentan sus fachadas.

Pongamos que el padre de la relatividad va a exponer en España la teoría que cambiará la comprensión del universo. Y pongamos también que los popes de la academia buscan un púlpito a la altura del invitado. En el Madrid de 1923, la decisión está clara: solo hay un lugar suficientemente solemne como para acoger una conferencia de Albert Einstein y es el paraninfo histórico de la Universidad Complutense.

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