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La joya del barroco que gobernó un niño arzobispo y se resquebraja sin remedio
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Miguel Díaz Martín

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La joya del barroco que gobernó un niño arzobispo y se resquebraja sin remedio

La Basílica de San Miguel, única en España, no consigue los fondos para frenar su deterioro a pesar de su valor artístico y de su singular historia, que la une a un arzobispo infantil, al Vaticano, al Opus Dei y a Benito Mussolini

Foto: Salida desde la Basílica Pontificia de San Miguel del Santísimo Cristo de la Fe y del Perdón (EFE/Sergio Pérez)
Salida desde la Basílica Pontificia de San Miguel del Santísimo Cristo de la Fe y del Perdón (EFE/Sergio Pérez)

Esta es una historia infeliz sobre patrimonio. Triste porque un monumento excepcional se está desfigurando. Y amarga porque es incomprensible que a estas alturas aún no esté salvado. Hablo de la Basílica Pontificia de San Miguel, una joya del barroco italiano que hoy está ‘decorada’ con desconchones, refuerzos metálicos y mallas para prevenir desprendimientos.

Que el gran público no sepa que existe, pese a estar a solo cinco minutos de la Plaza Mayor, quizá influya en lo que le está pasando. De hecho, encontrarla es muy fácil: solo hay que bajar por el arco de Cuchilleros y girar a la derecha en la Cruz de Puerta Cerrada para tomar la calle de San Justo. Seguro que muchos de vosotros habéis llegado hasta ella de pura casualidad y habéis atravesado su verticalísima portada convexa, situada frente a la biblioteca Iván de Vargas, la misma que guarda el pozo ‘milagroso’ de San Isidro.

Si os plantáis ante la iglesia, debéis saber que estáis ante un templo único, la mayor representación del barroco italiano que existe en España. Además, tiene uno de los mejores órganos de la ciudad, con su caja original del siglo XVIII intacta. Si no lo has escuchado nunca, querido lector, te invito a que vayas a uno de sus conciertos de música sacra, donde podrás escuchar piezas como el conocidísimo Mesías de Händel en un escenario incomparable.

placeholder Portada curva con detalles barrocos de la Basílica de San Miguel. (Colegio de Arquitectos de Madrid)
Portada curva con detalles barrocos de la Basílica de San Miguel. (Colegio de Arquitectos de Madrid)

San Miguel está declarada como Monumento Histórico-Artístico Nacional y Bien de Interés Cultural (BIC). Además, forma parte del conjunto histórico BIC del Recinto de la Villa de Madrid. Si eres amante de la Semana Santa, puede que su nombre te suene más, pues desde ella sale la famosa procesión de los Estudiantes que en ocasiones ha encabezado el alcalde de Madrid.

La iglesia está confiada al Opus Dei -según la propia Obra- y ostenta nada menos que la Nunciatura Apostólica del Vaticano; es decir, es la Embajada de la Santa Sede en nuestro país. Pero, a pesar de todo, San Miguel ha tenido que abrir un crowfunding porque asegura que no tiene fondos para arreglar las grietas y desconchones que están dañando la estructura.

placeholder Daños en las fachadas, cornisas y aleros de la basílica. (Basílica de San Miguel)
Daños en las fachadas, cornisas y aleros de la basílica. (Basílica de San Miguel)

Las noticias no son buenas: de los 2,6 millones de euros que hacen falta para arreglar fachadas, aleros y cubiertas, apenas se han recaudado 1,2 millones, según los últimos datos publicados. Sus responsables han abierto una página web y hasta se pueden hacer donaciones por Bizum, pero falta otro millón y medio del que, por el momento, no hay noticias. Mientras el tiempo pasa, la iglesia “se resquebraja”, según admiten los gestores, sin que parezca importar la enorme historia que acumula a sus espaldas.

La casa del niño arzobispo

La Basílica de San Miguel fue proyectada por orden de la reina Isabel de Farnesio. Aunque el encargo se atribuye al infante don Luis de Borbón, -incluso el Colegio de Arquitectos recoge ese dato- este apenas contaba con 12 años cuando empezó la construcción. La realidad es que fue su madre quien mandó levantar un templo y un palacio que cobijase dignamente al infante, sexto hijo de su matrimonio con Felipe V, hermano del futuro rey Carlos III y protagonista de una biografía díscola que merecería un capítulo aparte.

placeholder El infante don Luis, de niño y con el atuendo de cardenal, según lo representó Van Loo (Imagen: Museo del Prado)
El infante don Luis, de niño y con el atuendo de cardenal, según lo representó Van Loo (Imagen: Museo del Prado)

Relegado en la línea sucesoria, el infante Luis fue empujado a hacer carrera en la iglesia y ordenado arzobispo de Toledo contra su voluntad con solo 8 años. Por muy cerca que estuviese la sede arzobispal de Toledo, la reina no iba a consentir que su niño se marchase de la Corte de Madrid. Así que, guiada por su mayordomo y consejero artístico, el marqués Aníbal Scotti, mandó llamar al arquitecto, decorador y pintor Giacomo Bonavía para crear una iglesia nueva.

Por lo que podemos ver en la Basílica de San Miguel, el trabajo de Bonavía -que ya había servido a los reyes en el Palacio de Aranjuez, como resalta el Instituto de Estudios Madrileños- no pudo ser mejor. El maestro volcó en este proyecto todo el esplendor arquitectónico y decorativo de la escuela italiana, superando el sobrio barroco madrileño y creando un espacio monumental en una parcela delgada y profunda que apenas dejaba sitio para florituras.

Junto al también arquitecto Virgilio Rabaglio, ejecutó la única fachada curva con trazado barroco de Madrid. En ella superpuso cuerpos cóncavos y convexos que remató con una peineta o frontón curvo y torres adosadas con chapiteles bulbosos, como consta en el Archivo de la Memoria de Madrid.

Foto: Vista de la sala principal de la Biblioteca de El Escorial. (Patrimonio Nacional) Opinión

Pero la auténtica magia ocurre en el interior, donde Bonavía y Rabaglio giraron hacia dentro y hacia fuera las pilastras que separan las capillas laterales de la nave central. Al rotar las columnas y romper la perpendicularidad del eje, crearon una ilusión de curvatura que ampliaba visualmente el espacio, haciendo la basílica más grande de lo que es en realidad a base de generar elipses. La enorme altura de la nave central y los arcos fajones o torales que se cruzan en las bóvedas refuerzan la sensación de profundidad y grandiosidad de San Miguel.

El músico y el Duce

Los grupos escultóricos exteriores e interiores, las pinturas de Bartolomé Rusca y de los hermanos González Velázquez, el magnífico órgano y las piezas conservadas de mobiliario de los siglos XVIII y XIX contribuyen a hacer de esta basílica todo un espectáculo.

A este patrimonio le podemos añadir una curiosidad histórica, porque aquí estuvo enterrado el compositor y violonchelista Luigi Boccherini, que fue músico particular del infante don Luis durante 15 años, como recoge la Real Academia de Historia. Tal fue el aprecio -pese a la diferencia social- entre ambos que el músico dedicaba todas sus composiciones al hijo de los reyes. En correspondencia, se permitió que el artista recibiese sepultura en el templo que el infante Luis había gobernado desde niño como arzobispo.

Foto: Fachadas del Edificio Meneses y la Casa Allende, en la plaza de Canalejas. (Europa Press/Eduardo Parra) Opinión

Pero Boccherini no descansó en paz, porque en 1927 el dictador italiano Benito Mussolin -apodado el Duce- reclamó sus restos para que el autor fuese enterrado en su ciudad natal (Lucca). Hoy, reposa en la iglesia de San Francisco, templo de los siglos XII-XIII que ha sido desconsagrado, pero que alberga a algunos de los hombres ilustres de Italia bajo el gran rosetón de su fachada principal.

Pero volvamos al Madrid de los Austrias y a la Basílica Pontificia de San Miguel para cerrar el círculo. La caja de joyas artísticas que es este templo aún tiene una gran vida por delante. Su estado es remediable si sus responsables y las instituciones que en el pasado la protegieron por su excepcional valor se ponen manos a la obra juntos.

placeholder El órgano, uno de los más impresionantes que aún quedan en uso en Madrid. (Basílica de San Miguel)
El órgano, uno de los más impresionantes que aún quedan en uso en Madrid. (Basílica de San Miguel)

Nuestra labor en Caminemos Madrid es hablar de la arquitectura y del patrimonio para que estos no caigan en el olvido. Construir las nuevas ciudades, caminar hacia modelos más limpios y sostenibles no significa olvidar de dónde venimos. Conservando el patrimonio, mantendremos la historia de Madrid y creceremos sobre lo que hemos aprendido.

Esta es una historia infeliz sobre patrimonio. Triste porque un monumento excepcional se está desfigurando. Y amarga porque es incomprensible que a estas alturas aún no esté salvado. Hablo de la Basílica Pontificia de San Miguel, una joya del barroco italiano que hoy está ‘decorada’ con desconchones, refuerzos metálicos y mallas para prevenir desprendimientos.

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