Así levantó Teléfonica torres y construcciones imponentes por todo Madrid

Octubre del año 1928. Alfonso XIII contiene el aliento y se cala bien fuerte el sombrero para admirar un paisaje inédito: la Villa y Corte a sus pies. Asomado al vacío, el monarca contempla por primera vez en su vida una panorámica total de los tejados del centro histórico, de la Gran Vía que él mismo ha inaugurado hace poco, de los sucesivos ensanches y bulevares, del Retiro, del Lago de la Casa de Campo y hasta del Palacio Real.

¿Y dónde se ha encaramado para conseguir esta vista? Pues en el límite construido -dado que las obras aún no han terminado- de la sede central de la nueva Compañía Telefónica Nacional de España, en la Gran Vía.

La mole de acero y hormigón, que ostentó el título de rascacielos más alto de Europa con sus 88 metros, es el mayor hito patrimonial de la antigua empresa telefónica. Sin embargo, no es el único, pues la compañía sembró Madrid de toda una serie de torres, atalayas y centrales mastodónticas sin que fueron imprescindibles para su funcionamiento.

Y aunque algunas como la central de la calle Orense -construcción de ladrillo con arquitectura industrial- o la del barrio de Salamanca -con grandes ventanales acristalados, doble altura y ornamentos pintados- han caído bajo la piqueta, hoy todavía podemos recorrer muchas de ellas.

Empezamos en la propia Gran Vía, porque el edificio que todos creemos conocer -su espigada figura, su reloj azul, su gran portada neobarroca- guarda unas cuantas sorpresas. Por ejemplo, que no tiene 13 plantas sino 15, ya que bajo tierra existen dos cuerpos de sótanos que albergan la ‘galería de cables’ con las líneas telefónicas de todo Madrid. O que aún se conserva el monumental vestíbulo de empleados de la calle Velarde, con los ascensores históricos intactos, un mapa de España a color y una gran placa en homenaje a las telefonistas que eran el corazón de la compañía.

Emilio Orduña, arquitecto y creador del proyecto archiTOURSMAD, apunta otro dato que pocos madrileños conocen: “Ignacio Cárdenas, el arquitecto del edificio, viajó a EEUU para inspirarse en los rascacielos neoyorquinos, de ahí que la sede de Telefónica tenga el aspecto imponente de las grandes empresas americanas”.

“Cárdenas tenía 30 años y se acababa de sacar el título cuando le hacen el encargo. Esta fue su gran obra, pero después no dirigió ninguna más porque tuvo que exiliarse durante la Guerra Civil y al volver fue purgado por la dictadura", señala Orduña en una afirmación que corroboran el propio archivo histórico de Telefónica y los testimonios de los familiares de Ignacio Cárdenas.

De las torres a las centrales

Si Alfonso XIII hubiese subido al balcón de Gran Vía un año antes aún habría podido observar los templetes que la Compañía Madrileña de Telefonía, antecesora de la Nacional, usaba para tender los cables individuales hasta las casas de sus no muy numerosos abonados. El templete más conocido se situó en la ‘Casa Cordero’, contigua a la actual sede de la Presidencia de la Comunidad de Madrid, en la Puerta del Sol. Esta estructura estuvo en pie hasta 1927, como señala la completa tesis doctoral de Francisco J. García Algarra sobre la telefónica.

Los madrileños llegaron a tener cierta simpatía por estas enmarañadas torres coronadas con tejadillos. Sin embargo, su tecnología fue superada rápidamente por las centrales que la nueva empresa de teléfonos levantó por toda la ciudad.

Entre ellas tenemos que destacar la de Raimundo Fernández de Villaverde, un edificio espléndido con decoración art decó obra de José María de la Vega Samper. Denominada como Central Madrid Norte, su regular fachada sigue siendo espectacular por sus ventanales con estructura metálica y sus doce balcones con antepecho. La cenefa con motivos geométricos que enmarca la entrada y el triple friso con alegorías al progreso industrial -una locomotora y un avión en el casetón derecho y antenas de radio con ondas al viento en el casetón izquierdo- demuestran el mimo que Telefónica ponía en sus edificios, aun cuando esta obra se hizo en plena autarquía (1945-1949).

El pigmento que lucen los elementos metálicos del edificio es el característico “verde telefónica”, nos recuerda la tesis de García Algarra, un tono que llama la atención y que resalta en medio del acelerado paisaje urbano de esta arteria de la ciudad. Sin embargo, no todo es bello, pues el recrecido que se practicó en el inmueble para añadirle dos nuevas plantas a partir de los años 70 solo puede calificarse de lamentable, tal y como lo expresa el Colegio de Arquitectos de Madrid (COAM).

El arquitecto De la Vega Samper reutilizó elementos y geometrías en otra central, la que diseñó en la Plaza de Santo Domingo solo cinco años después. Con la mayor parte de su sobria fachada volcada a la calle de Fomento, ningún madrileño que lo mire adivinaría que el edificio se dedicó a las comunicaciones. En la actualidad pertenece a un propietario privado, después de que Telefónica lo vendiese -como hizo la central de Delicias, la de la calle Orense y otras- en una suerte de monopoly inmobiliario.

El parking elevado de Santo Domingo -horror urbano que, por fortuna para todos, ya fue eliminado- lo tapó durante décadas, pero hoy ya podemos ver el granito del cuerpo inferior, el color terracota del ladrillo y los paramentos blancos. La torre que remata su esquina alberga las escaleras y muestra un pavés translúcido que actúa como celosía para filtrar la luz.

Los años 70 traerían un nuevo boom constructivo para Telefónica con la creación de las grandes centrales periféricas de distribución. Los lectores de Caminemos Madrid conocen bien esos volúmenes gigantes que más parecían fortalezas, como la que el maestro Cano Lasso construyó en la Ciudad Lineal o las que se levantaron en Usera, Almendrales o Vicálvaro. Para entonces, el aislamiento de España ya había mermado tanto la disponibilidad de materiales con los que construir que los arquitectos tuvieron que conformarse con el ladrillo. Esto hizo que las centrales adoptasen ese aspecto rotundo que todavía puede apreciarse.

Telefónica terminaría mudando su sede central al Distrito C (Las Tablas), enorme complejo cuya construcción dirigió el reconocido Rafael de La-Hoz y que marcó un nuevo hito en la compañía. Pero esa es una historia, la de las oficinas modernas, que recorreremos en otra ocasión con vosotros, queridos amantes de Madrid.