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La ciudad que arrebató el poder a Madrid y vio al Papa salir en auxilio de un duque
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Miguel Díaz Martín

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La ciudad que arrebató el poder a Madrid y vio al Papa salir en auxilio de un duque

Un hilo histórico y arquitectónico une Madrid con la villa de Lerma a través del todopoderoso duque-cardenal Francisco Gómez de Sandoval y Rojas, acusado de ser el gran especulador inmobiliario del reinado de los Austrias

Foto: Panorámica del conjunto histórico de Lerma (Ayuntamiento de Lerma)
Panorámica del conjunto histórico de Lerma (Ayuntamiento de Lerma)

A comienzos del siglo XVII, Madrid perdió el control del imperio de los Austrias. El poder no pasó a Valladolid, donde Felipe III había trasladado la Corte, sino a una pequeña urbe burgalesa dominada por un ambicioso señor, el ministro principal Francisco Gómez de Sandoval y Rojas, más conocido por su título, el duque de Lerma.

Si Lerma se convirtió en una de las ciudades barrocas más impresionantes que se pueden contemplar en España no es por casualidad: en las dos décadas que ejerció el poder por delegación del rey, Gómez de Sandoval logró que las casas, conventos e iglesias de Lerma fuesen trazados por los mejores profesionales de la Corona.

Poco se imaginaba Felipe III ‘el Piadoso’, sin embargo, que su más estrecho colaborador -y amigo desde la infancia- acabaría tomando el capelo cardenalicio para huir de las acusaciones de corrupción inmobiliaria. Pero empecemos por el principio.

placeholder Fachada principal del Palacio Ducal de Lerma (Oficina de Turismo de Lerma)
Fachada principal del Palacio Ducal de Lerma (Oficina de Turismo de Lerma)

Tras su entronización en 1598, Felipe III entregó las llaves del reino a Francisco Gómez de Sandoval, quien, como buen hombre de negocios, estableció un centro de mando para sus lucrativas actividades. El valido envió a Lerma a Francisco de Mora y Juan Gómez de Mora, arquitectos reales, para que le trazasen un palacio. Que el edificio terminase pareciéndose al Real Monasterio de El Escorial no es casualidad: los Mora eran discípulos y seguidores de Juan de Herrera, autor del cenobio madrileño.

Solo hay que conducir por el kilómetro 200 de la autovía de Burgos para ver las cuatro torres esquineras del palacio ducal rematadas con los mismos chapiteles escurialenses. De la misma forma, se repiten en él la planta poligonal, los grandes vanos rectilíneos y la escasez de adornos de El Escorial, destacando apenas los escudos heráldicos que flanquean la entrada principal, como resume el estudio depositado en la Real Academia de las Artes de San Fernando sobre los monumentos de la ciudad.

La misma obra detalla que Juan Gómez de Mora trabajó en las sillas del coro y del facistol de la magnífica colegiata de San Pedro, trazada en estilo herreriano con influencias barrocas por el fraile carmelita Alberto de la Madre de Dios. No hay más que ver la portada principal en la fachada sur -llena de referencias clasicistas- o el chapitel que remata la torre campanario para encontrar nuevas similitudes con el monasterio original. Fray Alberto fue, además, autor de los proyectos de los conventos de Santo Domingo, San Blas y de las Carmelitas Descalzas, que dieron a Lerma un empaque aún más piadoso y señorial.

placeholder Basílica de San Pedro de Lerma (Turismo de Lerma)
Basílica de San Pedro de Lerma (Turismo de Lerma)

Ese ambiente se percibe paseando por la gran Plaza Mayor de la ciudad, “orgullo del duque” según el archivo local y el lugar donde este agasajaba a Felipe III en sus cada vez más largas estancias. Comparsas, comedias, juegos bélicos y, como no, toros, se sucedían durante días o semanas. Los astados, eso sí, no morían alanceados ni por la espada, sino despeñados por la cornisa a la que daban los soportales del lado norte de la plaza.

Tal era el esplendor de la villa ducal que Góngora y Lope de Vega estrenaron en esta plaza varias de sus obras, para deleite de nobles y cortesanos. Y no es casualidad que este gran escenario, delimitado por 72 balcones sostenidos por 75 columnas, nos recuerde a la Plaza Mayor de la capital. El espacio trapezoidal de 6.862 metros cuadrados que se extiende frente al palacio de Lerma hace de este uno de los foros más grandes de España. Su autoría vuelve a corresponder a Juan Gómez de Mora, arquitecto que cerró la Plaza Mayor de Madrid y que terminó el trabajo iniciado por Juan de Herrera.

La caída del especulador

En Lerma se cocinaron las grandes decisiones del reinado de Felipe III, como la expulsión de los moriscos de España, la Tregua de Amberes para detener la Guerra de Flandes o el matrimonio del infante y futuro Felipe IV con Isabel de Francia. Sin embargo, la historia de nuestro duque no termina aquí.

Con el paso de los años, su forma de ejercer el poder y las licencias de su extensa legión de acólitos despertaron la ira de sus rivales, que lo acusaron de soborno, nepotismo y enchufismo. Él tampoco disimuló: durante sus dos décadas como ministro principal del rey, Gómez de Sandoval acumuló títulos, cargos, y posesiones. Su fortuna aumentó a base de comprar propiedades baratas y venderlas a precios desorbitados cada vez que el monarca trasladaba la Corte de sitio (de Madrid a Valladolid y vuelta al capital entre 1601 y 1606). De acuerdo a la Real Academia de Historia, sus ganancias anuales pasaron de los 20.000 ducados a los 150.000.

Así fue como ganó su fama de “especulador” y como se hizo propietario, ya en la capital, de los terrenos que se extendían entre lo que hoy es la Carrera de San Jerónimo y la calle Huertas. Eso incluía el enorme caserón rodeado de campos donde celebraba sus propias corridas y que luego se conoció como Palacio de Medinaceli, situado donde hoy se encuentra el Hotel Palace, como recuerda el archivo histórico del Colegio de Arquitectos. Además, fue capaz de reunir una notable colección de arte que incluía obras del Greco, los hermanos Carducho, Tiziano o Rubens.

placeholder Retrato ecuestre del duque de Lerma por Rubens
Retrato ecuestre del duque de Lerma por Rubens

Pero nada dura para siempre y, finalmente, los enemigos de Sandoval consiguieron procesarlo. En 1624, los tribunales le condenaron a devolver al reino más de un millón de ducados. Sus colaboradores Pedro Franqueza y Alonso Ramírez de Prado fueron perseguidos y encarcelados. Rodrigo Calderón de Aranda, uno de sus mayores protegidos, murió degollado en la Plaza Mayor de Madrid (no en la horca como erróneamente dice el refrán).

Más hábil que todos ellos, nuestro duque se encomendó a Dios y logró que el papa Pablo V lo nombrase cardenal con la intercesión del rey, que le concedió la dispensa para retirarse a Lerma o a Valladolid a “descansar”, siendo finalmente en la ciudad del Pisuerga donde terminaría sus días. El cruce de misivas, entre Felipe III, el Papa, los responsables vaticanos y el propio duque, que aún puede leerse en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, es un compendio de ambiciones, miedos, prebendas y equilibrios políticos que ponen en evidencia la personalidad del protagonista de nuestra historia.

El hilo que Sandoval tejió entre Lerma y Madrid sigue vivo. Para los lectores que quieran recorrerlo, un consejo final: acudan a la Oficina de Turismo de Lerma y pregunten por Roberto. Si la prodigiosa voz de este licenciado en Historia del Arte y guía oficial no le traslada a la época de Felipe III, nada lo hará.

A comienzos del siglo XVII, Madrid perdió el control del imperio de los Austrias. El poder no pasó a Valladolid, donde Felipe III había trasladado la Corte, sino a una pequeña urbe burgalesa dominada por un ambicioso señor, el ministro principal Francisco Gómez de Sandoval y Rojas, más conocido por su título, el duque de Lerma.

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