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Caminemos Madrid
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El antiguo poblado industrial del centro de Madrid donde todo el mundo quiere vivir
La tranquila colonia de San Cristóbal tiene plaza, colegio e iglesia propios, pero llegó a disfrutar de economato y hasta de un helipuerto. Hoy, su exclusiva ubicación ha disparado la competencia por los pocos pisos que salen a la venta
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San Cristóbal no es una urbanización para gente “de dinero”. No tiene casas con piscina ni mansiones como las de La Moraleja o El Viso. De hecho, sus calles interiores recuerdan más a un pueblo donde todo el mundo se conoce y se saluda al pasar. La calma reina al atravesar la valla negra de forja que rodea el recinto. Y, a pesar de este ambiente tranquilo -o precisamente por eso-, los precios de venta se han disparado y los pocos pisos que salen al mercado vuelan en horas o días. ¿El motivo? Que este reducto no está en las afueras, sino en pleno centro de Madrid.
Quien quiera conocer esta rareza de la capital solo tiene que acercarse hasta la zona de Canal, en el barrio de Arapiles. Allí encontrará la antigua colonia obrera que se construyó entre 1942 y 1950 para albergar a los trabajadores del Parque Móvil Ministerial (PMM). Ambos forman un conjunto arquitectónico irrepetible, “el único complejo industrial-residencial que existe dentro del área central de la ciudad de Madrid”, como destaca la asociación Madrid Ciudadanía y Patrimonio (MCyP).
Su autor fue el arquitecto Arroyo Alonso, que ideó “una pequeña ciudad autosuficiente” -como la califica el Colegio de Arquitectos- donde los conductores, mecánicos, chapistas y demás técnicos del Parque Móvil podían vivir, trabajar y satisfacer sus necesidades con solo caminar unos pasos. El eje central de esta urbe en miniatura lo marcaba la iglesia, situada en el punto central de una parcela con forma de cuadrado perfecto. Delante del templo se abría una alargada plaza sombreada con árboles ambos lados que hacía de acceso principal. Y en cada una de las esquinas del cuadrado, formando una suerte de supermanzanas, los edificios de viviendas acompañados de las instalaciones del colegio, el mercado/economato y las zonas deportivas.
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Hoy, esa colonia obrera está entre los primeros objetivos de los que quieren comprar un piso para quedarse a vivir en Chamberí. Y razones no les faltan. Vamos a ver por qué.
El origen: el campo de las calaveras
San Cristóbal se erigió sobre los terrenos del antiguo cementerio sacramental de la Patriarcal en el ensanche norte de Madrid. El solar había sido donado anteriormente por la reina Isabel II para dar sepultura al personal que fallecía al servicio de la Casa Real. Pero, tras cumplir esa función, la Patriarcal fue progresivamente abandonada hasta convertirse en un baldío rebautizado a nivel popular como "el Campo de las Calaveras" debido a los restos fúnebres y humanos que allí permanecieron hasta bien entrados los años 20 del pasado siglo, según publicó la investigadora Beatriz Jiménez Blasco en la revista Anales de Geografía.
Esa zona, que entonces formaba parte del límite de Madrid, ya no está en el extrarradio, sino en una de las zonas más castizas y también más cotizadas de la capital.
El segundo factor que ha puesto estos pisos en el radar inmobiliario son sus viviendas. El arquitecto Arroyo Alonso diseñó alrededor de 750 casas repartidas en grandes bloques rectangulares de seis a siete alturas, con dos hogares en cada rellano que iban de los dos hasta los cinco dormitorios. Mi compañera Cristina Criado, arquitecta y conocedora de la zona, lo explica así: “Para nosotros, hoy serían pisos austeros, con bastantes diferencias en la calidad y en el tratamiento de los espacios según estemos en los bloques que dan a Bravo Murillo o en los de la zona posterior. Pero para la época eran viviendas muy buenas, con chimenea -aunque hoy todas están cerradas-, con techos de tres metros de altura, ventilación cruzada y bastante iluminación natural, ya que dan a dos fachadas”.
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Por un lado, insiste Cristina, los portales y las escaleras son pequeños y, en muchos casos, oscuros. Por otro, las viviendas son “espaciosas” para el tamaño de las familias actuales, mientras que las calles y plazas interiores ofrecen una seguridad y una tranquilidad frente al tráfico difícil de encontrar en otros sitios de Madrid.
Helipuerto y búnker subterráneo
Recorriendo San Cristóbal para escribir este artículo me encuentro con Carlos Máguez y María Luisa Clavo, una pareja que acaba de venirse a vivir a la colonia. Para ellos, la historia del Parque Móvil y la seguridad que ofrece la colonia son dos beneficios más que sumar a la ubicación y al tamaño de las viviendas. “Yo me he criado en el barrio y San Cristóbal es el típico sitio por el que pasaba habitualmente. Veía la plaza detrás de la valla, pero nunca me había interesado hasta que empezamos a mirar piso”, apunta Carlos. “Los veteranos te cuentan que sus familias trabajaron en el Parque Móvil, que desde su casa veían aterrizar los helicópteros de autoridades en la azotea o que aún se pueden visitar los murales artísticos y la rampa del taller. Es como estar en una gran comunidad con un patrimonio impresionante”, añade María Luisa.
Ese patrimonio también se refleja en las “reminiscencias pseudo-herrerianas de posguerra” que se observan en la decoración exterior de los portales, en las simétricas fachadas o en el exterior de la iglesia, que cuenta con numerosas obras de arte sacro, apuntan desde MCyP. Tras el templo, sin ir más lejos, descubriremos el curioso arco escarzano que se abrió en la base de uno de los edificios para conectar la parte delantera de la colonia con los portales de la zona superior derecha.
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En el Parque Móvil podremos asombrarnos con el único ascensor paternóster que hay en Madrid -un sistema de cabinas que, en lugar de detenerse en cada piso, está siempre en movimiento-; o, sobre todo, con el búnker subterráneo, que es mucho más que una leyenda: en su informe para la declaración del complejo como Bien de Interés Cultural (BIC), la Real Academia de las Artes de San Fernando incluyó los detalles de este refugio, que tiene “tres galerías paralelas (…), chimeneas de ventilación y W.C.”. En total, el búnker contaría con cinco entradas que lo conectan con el garaje, con el taller del Parque Móvil, con el edificio de servicios generales y con la zona de las viviendas de San Cristóbal, además de tener una salida directa al exterior.
Por si todavía no le ha quedado claro al lector, la colonia de San Cristóbal no es un espacio cualquiera. Los precios suben, el interés crece y las necesidades de conservación también. Eso ha llevado a algunos residentes a recelar del Ayuntamiento y a reclamar a sus dirigentes, bien que se ocupen del mantenimiento de la urbanización -como venían haciendo hasta los años 90, bien que se permita a los vecinos segregar la plaza y las zonas comunes para darles un uso privado mientras la mancomunidad siga corriendo con los gastos.
Sin entrar en cuestiones de justicia, Madrid perdería una curiosa parte de su historia si la verja de la antigua ciudad industrial quedara cerrada. Quizá, como ha ocurrido en tantas ocasiones, estemos a tiempo de llegar a un acuerdo y de poner en valor el patrimonio antes de que sea demasiado tarde para que cada vez más madrileños y visitantes conozcan esta ciudad que hemos querido dar a conocer en Caminemos Madrid.
San Cristóbal no es una urbanización para gente “de dinero”. No tiene casas con piscina ni mansiones como las de La Moraleja o El Viso. De hecho, sus calles interiores recuerdan más a un pueblo donde todo el mundo se conoce y se saluda al pasar. La calma reina al atravesar la valla negra de forja que rodea el recinto. Y, a pesar de este ambiente tranquilo -o precisamente por eso-, los precios de venta se han disparado y los pocos pisos que salen al mercado vuelan en horas o días. ¿El motivo? Que este reducto no está en las afueras, sino en pleno centro de Madrid.