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Mis restaurantes de la semana: Volea, Casa Puértolas y Mawey
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Alberto Artero

Dónde come McCoy

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Mis restaurantes de la semana: Volea, Casa Puértolas y Mawey

Han sido semanas más de encuentros que de búsquedas gastronómicas, pero estos son los tres lugares donde hemos tenido la suerte de aterrizar

Foto: Restaurante Volea, en Pozuelo de Alarcón. (TripAdvisor)
Restaurante Volea, en Pozuelo de Alarcón. (TripAdvisor)

Ando yo estas semanas con el freno de mano echado, no vaya a ser que con mi exceso contribuya a que la Cuaresma pierda su sentido penitencial, ese que solo se entiende desde una relación de amor con quien muere por nuestra redención. Ayuno de redes sociales en estos días y ayuno también de homenajes grandilocuentes, que ya hay tiempo para ellos el resto del año. De ahí que hayan sido semanas más de encuentros que de búsquedas gastronómicas, bajo la máxima, eso sí, de tratar de repetir lo menos posible en este 2022 que ha arrancado tan convulso.

Foto: El Fogón de Trifón. (TripAdvisor) Opinión

Hemos aterrizado, por ejemplo, en el nuevo local que Mawey ha abierto en Majadahonda, cerca de la sede de Mapfre y de ese Everest Monteclaro que tanto bien ha hecho a mis hijos y a nosotros.

Ya escribimos de la matriz de Olavide en su día, para bien. Hoy lo hacemos para regular. Anda la cosa despistada en esta sucursal. Cosas del rodaje… o no. Menos surtido de cervezas, poca oferta de vino (por no decir casi ninguna), servicio y cocina lentas y una cierta sensación de ’algo no va bien’.

placeholder Uno de los tacos de Mawey. (McCoy)
Uno de los tacos de Mawey. (McCoy)

Sea como fuere, sigue manejando buenos tacos a precios razonables con una gran virtud: los hay para todos los gustos. A unos les gustó más el del comendador (camarón), otros prefirieron el suadero (ternera) o el árabe (cordero) y los hubo que se quedaron con el de pato. Variedad y acierto. Pongan unos nachos con guacamole hecho al momento para empezar, un par de quesadillas para entretener la espera (mejor la de rabo de toro que la de huitlacoche) y algo de postre (correcta la tarta de queso) y ya tienen el plan hecho, insisto, a un coste asequible.

Para todos los públicos.

Volea

Al mismo patrón de universalidad responde Volea, local situado en un club de pádel en El Barrial, frontera entre Aravaca y Pozuelo de Alarcón cuyo nombre corre de boca en boca como uno de los templos del arroz que hay que visitar sí o sí en Madrid.

placeholder Uno de los arroces de Volea. (TripAdvisor)
Uno de los arroces de Volea. (TripAdvisor)

Nuestra experiencia fue buena. El local es agradable, espaciado y luminoso, y la terraza aún más. El servicio, amable y atento. Y la minuta no se desmanda. Maneja una oferta variada tanto de entrantes como de platos principales y un buen muestrario de arroces. Pena que llegáramos con menos hambre de la que correspondía. Aún así dimos buena cuenta del torrezno de la casa y de unas ricas anchoas amén de un arroz con verduras que respondió a las expectativas. Más contundente, de hecho, de lo que cabía pensar. Pero perfecto de punto. Rematamos con una tarta fina de manzana (buena) con helado de vainilla (átono). Y durante el camino, un par de copas de Tilenus, Godello que ni fú ni fa.

Personalmente, al contrario que en Mawey, me quedo con ganas de repetir.

Casa Puértolas

Donde seguro repetiremos es en uno de esos lugares míticos para los viajeros frecuentes al Valle de Tena. Casa Puértolas, restaurante volcado a la carretera en el municipio de Escuer, entre Biescas y Sabiñánigo.

Foto: Mesa puesta en el restaurante Villoldo de Madrid. Opinión

Sobre el local hay opiniones para todos los gustos, pero como aquí se trata de hablar de la experiencia personal, pues a ello. Menú ‘caro’ -20 euros por barba con pan, agua y vino ‘de barrica’- pero pantagruélico en cantidad y muy razonable en calidad. Sobresalientes el pisto con costilla y huevo, el rancho de cordero, los huevos rotos con foie -de peregrinación- o la presa ibérica a la parrilla, pero muy buenas también las migas del pastor, el potaje de alubias de tolosa, las manitas de cerdo a la brasa o las chuletas de ternasco. Unan a eso unos postres caseros más que razonables y oye, ni tan mal. No hubo nada sobre lo que decir ‘así, no’.

Dicho esto, el local es lo que es, el servicio es el que es -nos tocó un camarero que iba como pollo sin cabeza- y como ‘disclaimer’ el hecho de que andaba poca gente por el lugar pese a ser sábado que habrá que ver con el sitio en ebullición. Pero, al menos en nuestro caso, resolver, resuelve, que es de lo que se trata.

Y esto, esto, esto, esto es todo amigos. De momento.

A la vuelta de Semana Santa más y, seguro, mejor.

Ando yo estas semanas con el freno de mano echado, no vaya a ser que con mi exceso contribuya a que la Cuaresma pierda su sentido penitencial, ese que solo se entiende desde una relación de amor con quien muere por nuestra redención. Ayuno de redes sociales en estos días y ayuno también de homenajes grandilocuentes, que ya hay tiempo para ellos el resto del año. De ahí que hayan sido semanas más de encuentros que de búsquedas gastronómicas, bajo la máxima, eso sí, de tratar de repetir lo menos posible en este 2022 que ha arrancado tan convulso.

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