:format(png)/f.elconfidencial.com%2Fjournalist%2F47a%2Fe98%2Fef1%2F47ae98ef10312eded4f6e7a3cb1ff072.png)
Miredondemire
Por
Hay 'rugby' en el Wanda
Beber tiene inconvenientes, de todos yo destacaría el de la mañana siguiente. Tu cuerpo se aferra a la cama
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2F92d%2F594%2F893%2F92d594893158db77a6ccebdc67f7e81c.jpg)
Beber tiene inconvenientes, de todos yo destacaría el de la mañana siguiente. Juntarse con un amigo con el que empezaste el rugby, en trance de separarse de quien le separó de todos, preludia un amanecer de, al menos, diez u once de la mañana. Ese despertar tardío suele tener compañera y nunca es un cuerpo al lado, suele estar en tu cabeza. Toulouse-Lautrec y Hopper la pintaron femenina. Una, sentada en una mesa maldiciendo con la mirada a una botella de vino, la otra sobre la cama envuelta con una sábana y cubierta con su pelo. Todos la vemos distinta, pero algún día la vemos. La resaca es una amiga que evita beber más tiempo. Es como una regañina. Como un ayer te lo dije.
La mía se ha ido enfadando con el tiempo. Hace años susurraba, ahora grita y patalea. Mueve el techo y la lámpara con restos de psicodelia. Los fotones me atormentan el día que me acompaña. La sinapsis me hace daño. Es cuando pensar te duele. Tienes dos cosas en la cabeza y las dos parece que estallan. Una no la identificas, la otra es no que no volverás a hacerlo nunca. Pesan y pinchan las neuronas en el doloroso esfuerzo de tratar de reubicarte. El hígado, siempre discreto, parece ahora que protesta. Los ojos dan paso atrás y los tienes que empujar con los nudillos en el fondo de las cuencas. Los riñones hasta los oyes. El suspiro es el idioma universal de la resaca. El resoplido diría. Ese soplo sin palabras que sea lo largo que sea solo puede traducirse en un concepto que define, más que lo que sientes, lo que te sientes: idiota.
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2F53d%2F5ec%2F183%2F53d5ec18323efcc31c2425d6ef702224.jpg)
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2F53d%2F5ec%2F183%2F53d5ec18323efcc31c2425d6ef702224.jpg)
No quedarte atrás con tu amigo, acompañarle en la congoja, empatizar con sus problemas requiere de la vieja fórmula de darle riego a la charla. Un regadío de quejas que puede empezar compulsivo y acabar de madrugada. Nadie piensa en esa almohada que acabará sobre tu cabeza como si fuera un escudo cuando te preguntan ¿otra? Nadie se acuerda de cómo te va a doler la cabeza cuando alguien vuelve a repetir por tercera o cuarta vez "ponnos la última". El cuerpo en su egoísta demanda de perturbar al cerebro y hacer divertida la vida tiene la memoria justa. Si recordara, apoyado en una barra, lo que ahora mismo está pasando en mi cabeza odiaría el zumo fermentado de cebada, prohibiría el destilado.
Apechugas con los intentos de verticalizarte en la cama recordando las mejores partes de la conversación fraternal. Esa vida por delante, soltería de por medio, y niña de meses en brazos que se le planta al amigo por diferencias irreconocibles cuando empezaba con ella. Esas que la lupa de la convivencia se encarga de volverlas rápidamente irreconciliables. Cero inquina y todo reto, varios “cómo no me di cuenta” y seis o siete consecutivos "ponnos otra camarero". Razones no le faltaban para pasarse ya al whisky pero estiramos la caña hasta que se cambió de día. Ahí no hubo más remedio y se dio ese paso pequeño para el hombre, pero grande para la amistad de saltar medio flotando al mundo espirituoso. Se encadenaban anécdotas de juventud y razones para el divorcio con ese hilo conductor que dan los trozos de hielo tropezándose en un vaso. Sin pensar en un mañana.
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2Fe38%2F633%2Fc44%2Fe38633c444617b43683d4737abff02a4.jpg)
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2Fe38%2F633%2Fc44%2Fe38633c444617b43683d4737abff02a4.jpg)
No sirve de nada el recuerdo. Tu cuerpo se aferra a la cama. Otro sábado puntual que llega el camión que recoge el contenedor de cristal. Odias el reciclaje. Te calmas y no maldices pensando en que parte de eso que se llevan con estruendo contenía el elixir que ahora recorre tus venas. No te atreves a gritar porque conoces el efecto que las ondas de sonido pueden llegar a causar en un cerebro empapado de restos de caña de azúcar. Otro suspiro deseando que no sea el día que toca limpiar la calle. Ese coro inarmónico, arrítmico y desafinado de herramientas y de hombres celebrando sus labores podría ser el remate.
Parece que vuelven las fuerzas tras media hora de vueltas para colocar la cabeza donde menos se te mueva. La educación laboral basada en el famoso axioma del que vale para salir también vale para trabajar. La visita de tus suegros —de eso prefiero no hablar—, tu mujer hiperactiva, las compras de última hora y un poco de dignidad te hacen abandonar la cama y enfrentarte a la caminata que tienes hasta la cocina. Los muebles se mueven mucho, la taza no para quieta. La ingesta de cafeína manda un mensaje claro. Haz de tripas corazón o de riñones cerebro, haz lo que tengas que hacer pero ponte en marcha perro.
Aplacada la demanda de la droga matutina todo parece superable. La compra, recoger y la comida. Es sábado al fin y al cabo, la supervivencia es factible. Esbozas media sonrisa reconociéndote capaz. De repente se te hiela al recordar la despedida de las tres de la mañana. A base de balbuceos me comprometí a ir al Wanda a ver el partido de rugby de España-Nueva Zelanda. No me preocupa lo que beba, eso no lo podré evitar, lo que me empieza a atormentar es la re-resaca de mañana.
Beber tiene inconvenientes, de todos yo destacaría el de la mañana siguiente. Juntarse con un amigo con el que empezaste el rugby, en trance de separarse de quien le separó de todos, preludia un amanecer de, al menos, diez u once de la mañana. Ese despertar tardío suele tener compañera y nunca es un cuerpo al lado, suele estar en tu cabeza. Toulouse-Lautrec y Hopper la pintaron femenina. Una, sentada en una mesa maldiciendo con la mirada a una botella de vino, la otra sobre la cama envuelta con una sábana y cubierta con su pelo. Todos la vemos distinta, pero algún día la vemos. La resaca es una amiga que evita beber más tiempo. Es como una regañina. Como un ayer te lo dije.