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Las semanas del Orgullo
Que nada haga peligrar este microclima raro que encadena unas semanas a la vez tan variopintas, y a la vez tan alineadas, para preservar la libertad. Lo digo con el orgullo de poder vivir aquí
Brilla Madrid esta semana en opiniones, balances y titulares del mundo. Exceptuemos a los países "no natos", a efectos de alianza no de nacimiento, por su falta de interés en estos temas. Un brillo que la pulida organización ha conseguido a base de darnos cera con un sutil guante blanco. “El algodón no engaña” habrá titulado alguno. Guante de seda, por encima del más oculto, de hierro, de la prevención y los preámbulos. Sin altercados, sin riesgos, en una actitud responsable y de servicio hacia tanto miembro convocado. Treinta miembros en concreto, de muy diferentes tamaños, alineados en Madrid para marcar territorio, ahora que volvemos a los tiempos de medirnos las armadas —no leerlo muy seguido para no confundir términos—. De tener que ver quién es, en todos los telediarios, el que se micciona más lejos.
El orden y el concierto han estado a buena altura compensatoria de lo poco que normalmente aporta nuestra membresía. Cuando te quedas a recoger porque no llevas ron a la fiesta, vamos. Hemos salido advertidos. Lo de limpiar y agradecer, lo de enseñarles los cuadros, lo de saludar sus banderas, de acuerdo, pero para el año que viene nos toca poner el hielo. Que el vodka se ha puesto caro.
La otra forma de ver el tema es que Madrid no es Nueva York, ni Londres siquiera, y puestos a albergar la cumbre, entre playa y teletrabajo no conseguimos formar ni un pequeñito colapso que nos aparente tamaño. Todo es posible en Madrid si debemos sacar pecho. La Plaza Mayor de parking, el Prado salón de comidas, apartamentos turísticos en el Palacio Real, La Zarzuela picadero… Una semana sin cole, funcionarios a sus casas, semana de puertas abiertas en el metro y autobuses. Policías de paisano y paisanos de policía. Es mi única explicación a tanto uniforme suelto. Profesionales o actores, el poder de disuasión ha quedado acreditado y no ha habido perro o flauta sin collar por Castellana.
Los pocos antisistemas que quedan fuera del Gobierno no han dado señales de vida. Los del Gobierno tampoco, por cierto. Las tradicionales protestas, por las razones que sean, parecen haber sucumbido. El precio de la gasolina se ha cargado el Molotov. El espray que reivindica también está por las nubes. Las comunicaciones con Rusia de estas organizaciones parecen haberse enfriado. Y si el dinero no llega, protestar, que sale caro, no lo van a patrocinar bolsillos individuales. Que no es lo mismo ir de "manifa" con todos los gastos pagados que te recolecten a escote. Ese concepto comunista de la igualdad y el reparto, y el sufragio economista, naufraga en las convocatorias donde todos tienen casi nada. No habiendo a quien recaudar colectivizar no funciona.
Quisiera pensar también en que razones políticas, de conciencia y libertad recomiendan estos días formar parte de un ejército hasta a los menos belicistas. Que vean que protestar en esa Rusia de su alma, en su nostálgica China, más que derecho es suicidio. Que para poder respetar te tienen que tener respeto. Que ser pacifista estará bien el día que lo seamos todos. Y eso, muy por desgracia, está lejos de suceder mientras la tierra sea escasa.
Una semana de orgullo que va precediendo a otra. De dejarse de mariconadas con Rusia, que diría algún viejuno, a celebrar lo que puede terminar en autocontrol poblacional por la vía de difuminar sexos, géneros y gustos. Que no me parece mal, vaya esto por delante, que otros vayan por atrás. Dando margen al impreciso, para que quepamos todos, vence la autopercepción sobre el constreñidor diseño de cara B o cara A. Y a mí me parece bien la infinidad de matices de toda expresión humana. Dentro de cierta intimidad y de la precocidad controlada. Pero son consideraciones que le haría por igual al más tradicional hetero o al más matizado homosexual.
Dos semanas para el orgullo seguiditas en Madrid. Una que viene tras otra sin solución de continuidad. De ver quien la tiene más larga… a ver quien la tiene más larga. Podría ser un resumen para ciertos colectivos. Cambia Castellana por Chueca, cambian algunos uniformes, aunque lo policial sigue en la brecha, cambian Mercedes blindados por descapotadas carrozas. Cambian museos por saunas y cambian corbatas por cueros. Menos pistolas, más látigos. Todo menos camuflado, aunque algunos aprovechan, y sueltan un poco sus riendas, y pasan más inadvertidos cuantos más colores llevan. Algún Franco tirador apostado en una barra con la nostalgia de no encontrar alguien contra quien protestar en unas pésimas condiciones que justifiquen su angustia. Gente que encuentra en el coro la forma de dar el cante. Del canto de “peleamos juntos” que entonaron en la OTAN, al canto de 'peleamos juntos, juntes y juntas'.
Es maravilloso el contraste. De la ciudad más seria del mundo a la diversidad más graciosa. Siete días de control y siete descontrolados. Cómo no va a querer cualquiera dejarse ver por aquí, venga cada uno a lo que venga. A disfrutar de un buen Goya o de su prima con P. A extasiarse con Velázquez y la química de sus cuadros o a disfrutar de los éxtasis y su química precisa. A ver toros a las Ventas o a buscarlos por los sótanos. A admirar los monumentos o a tratar de conquistarlos. Todo cabe por aquí. Y no propongo un eslogan ni un texto de camiseta para promocionar Madrid o disponibilidad manifiesta.
Mucho más ruido que nueces las de los próximos días. No sé si igual con la OTAN. Unos por la jarana y el ruido, los otros por la amenaza. Aun así, es de celebrar que el brillo que aporta Madrid, con sus cubiertos de plata, con su ejemplar protocolo, con control y seguridad, vaya a tener continuidad con el brillo de los ojos de tanta persona feliz liberando sus instintos, mostrando su condición, sexual y libertaria, como no podría hacer en otras partes del mundo.
Un marco de convivencia para alagar y alargar. Con el esfuerzo de todos. Que nada haga peligrar este microclima raro que encadena unas semanas a la vez tan variopintas, y a la vez tan alineadas, para preservar la libertad. Lo digo con el orgullo de poder vivir aquí.
Brilla Madrid esta semana en opiniones, balances y titulares del mundo. Exceptuemos a los países "no natos", a efectos de alianza no de nacimiento, por su falta de interés en estos temas. Un brillo que la pulida organización ha conseguido a base de darnos cera con un sutil guante blanco. “El algodón no engaña” habrá titulado alguno. Guante de seda, por encima del más oculto, de hierro, de la prevención y los preámbulos. Sin altercados, sin riesgos, en una actitud responsable y de servicio hacia tanto miembro convocado. Treinta miembros en concreto, de muy diferentes tamaños, alineados en Madrid para marcar territorio, ahora que volvemos a los tiempos de medirnos las armadas —no leerlo muy seguido para no confundir términos—. De tener que ver quién es, en todos los telediarios, el que se micciona más lejos.