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Peralejos y tan cerca
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Juan José Cercadillo

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Peralejos y tan cerca

A hora y media del Retiro se descubren los paisajes, tapados por la falta de autopista, de un antiguo pleistoceno. Como debió ser la vida cuando el humano escaseaba y el mundo lo agradecía

Foto: El río Tajo rodeado de naturaleza. (EFE/Ismael Herrero)
El río Tajo rodeado de naturaleza. (EFE/Ismael Herrero)

Es un mundo incomparable. Ese en el que el río nos lleva que tan bien describió Sampedro. Es el tajo que dio el agua a la caliza casi eterna. Millones de años de roce hicieron hueco con corrientes. Es un paraje sin par. Es la historia de la tierra. Verde el agua, verde la tierra, coronada y vegetal. Rosa la roca que reina en un ambiente sideral, propio de otros planetas. Es el paisaje soñado. Es, de tan bello, mentira. Es el nacimiento del Tajo. Es la verdad de la vida. Rueda el agua cuesta abajo, buscando su futuro mar, entre truchas y algunos saltos, nada lo va a hacer parar. Frescor en plena Castilla. Humedales que rompen desiertos, agua para el secarral. Es el tesoro oculto más fácil de conocer. Para el Madrid que se cuece es un auténtico vergel.

Foto: Bruce Springsteen. (Reuters/Mark Blinch)

A hora y media del Retiro se descubren los paisajes, tapados por la falta de autopista, de un antiguo pleistoceno. Como debió ser la vida cuando el humano escaseaba y el mundo lo agradecía. Buitres patrullan el cielo en su vuelo prehistórico. Ciervos, gamos, lobos, zorros, jabalíes y jinetas. Te sientas al lado del río y miras el cielo de piedras, de aves de antiguos mundos, de paisajes de otras eras. Ruge el río en su devenir, grita libertad y futuro. Suenan guijarros, corrientes, materializando el ciclo del líquido que nos dio vida, del agua que nos soporta. De la vida río abajo, del devenir inexorable, del cauce, del curso de ese elemento de vida, tan importante y tan único. Tan escaso y tan menguante.

En este mundo urbanita de asfaltos, bordillos y aceras, escaparse a conocer la tierra como fue hace mil años es de tanto privilegio que siento que es mejor no contarlo para preservar su misterio. Y sus demasiados expertos de domingo, o domingueros, rellenando sus espacios. Peralejos de las Truchas, paisaje de documental, en estos tiempos de cambio hacia el planeta infernal. Un soplo de naturaleza a escasos segundos de lo obvio. Tanto asfalto, tanto ladrillo, tanta fachada medio falsa sucumbe en un vistazo a la verdad de lo que millones de años le hicieron a la naturaleza. El molde de tantos siglos desvela la paciencia del tiempo a la hora de moldear un paisaje que es, sencillamente de ensueño, a base de desgastar.

Foto: Un joven observa una planta de marihuana. (EFE/Rungroj Yongrit) Opinión
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Es un rincón que no te puedes perder. Un sitio donde perderte. Donde no vas a encontrar otra cosa que sorpresa para tus ojos urbanos. Es como fuimos un día. Eso conviene disfrutarlo. Piedra, agua, bosque, tiempo, son los elementos de una visita sin fotos, que no vas a olvidar mientras vivas y, que para recordar, no tirarás del móvil. Frío en invierno, fresco en verano, el clima permanece firme al margen de cambios climáticos. Donde agosto se hace frío y septiembre inaguantable. Donde las noches son luces de esos millones de estrellas que son puntos suspensivos, infinitos y constantes.

Donde verlos en la noche sin la agresión de los brillos de ese mundo suburbano que tanto oculta nuestro cielo. Donde ves la luna de veras y el cosmos como quizá era hace millones de años. Llueven estrellas fugaces, se hace realidad la vía láctea a ojos de cualquier torpe profano, mundano, y aspirante a astrónomo, aún sin vocación ni gracia. Cualquier torpe observador para quien sin ningún telescopio el cielo cobra dimensión, y tus pequeñeces afloran, para grandeza de Dios, en el marco de un universo sagrado, descomunal y precioso que marca nuestro tamaño y nuestra ridícula pretensión.

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Peralejos gana fama a cuenta de un festival que hace de Springsteen un genio, de Bruce un adalid del sueño de cualquier noche de pleno y cierto verano. Contarán milongas mil sobre el origen del cuento. Pero vivo de primeras la razón de la devoción. Eugenio, motor del pueblo, dueño del bar de la plaza, alcalde por casualidad, capo sin disparar un tiro, referencia de esos inviernos duros de sobrevivir a esos páramos de hielos, genio del brutal entorno, rey de la supervivencia, que marca tristezas y crisis. Trabajo descomunal igual recolectando las trufas que encalando la pared de una reforma de casa.

Cría de perros de olfato que a fuerza de obedecer acaban valiendo unos miles. Corto hierba, siego pasto, reproduzco los terneros que sobreviven al campo sin piensos y sin milongas. Cabras sueltas por el monte que dan más leche que carne, más problemas que beneficios. Casa rural que construimos a cuenta de subvenciones. Botellines aún a céntimos. Copas por un par de euros. Cenas que parecen gratis. Economía de escalas, de escasez y muy de pueblo. Es el arte de sumar varios oficios a un tiempo. El no hacer ascos a nada. El aprovechar el momento. Es Eugenio en estado puro. Es el ser un hombre recto. Hago lo que haga falta por si al final falta de algo. Tengo mujer y dos hijas, cualquier oficio es sensato.

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Fotos de Springsteen cantando. Música del jefe de todo. Es como un tierno homenaje a quien dio sentido al pueblo. A su hermano predilecto que marcó camino y ruina dejándose llevar por lo sieso del rock and roll de la vida. Final tan triste y común de aquellos años ochenta en los que sentirse mejor siempre venía a cuenta de sustancias y de químicas que te volaban la cabeza. Bruce dando rienda suelta a los rebeldes sin causa conquistó, dios no lo quiera, a una juventud en bragas que perseguía cambiar el destino de sus vidas sometidas a la ley de harás lo que tu padre haga en el medio de Castilla, sociedad anquilosada.

Llegó Sprinting a sus vidas. Yo lo viví sin saberlo. En tiempos en los que me acercaba a esos mundos distantes para poner en valor mi voluntad de torero. Era tal la devoción que tenían por el jefe que las noches eran mono tema y la música reincidente. Adoraban a ese genio que les vendía libertad. Con su camiseta blanca, con su vaquero raído, con su voz de camionero, con sus sueños sin sentido. USA dándole sentido al alto tajo profundo. Icono de rebeldía y referente de cambios.

Hoy con su festival, su propuesta, de Springsteen premio de Asturias, sale el amor a la palestra que tantos y tantas noches demostraron con sus copas, sus sueños y su paciencia que tener amor platónico, referencia y voz de mando les sirvió durante años para conservar un ídolo. Springsteen y Peralejos el rock que aún queda vivo. Excusa para revisitar un paisaje de otros tiempos. Un rincón del mundo cierto que tajo a tajo hacen la vida. Donde vivir no es un cuento. Donde comprender la vida. Vayan por Springsteen o por el cielo. Pero vayan a Peralejos.

Es un mundo incomparable. Ese en el que el río nos lleva que tan bien describió Sampedro. Es el tajo que dio el agua a la caliza casi eterna. Millones de años de roce hicieron hueco con corrientes. Es un paraje sin par. Es la historia de la tierra. Verde el agua, verde la tierra, coronada y vegetal. Rosa la roca que reina en un ambiente sideral, propio de otros planetas. Es el paisaje soñado. Es, de tan bello, mentira. Es el nacimiento del Tajo. Es la verdad de la vida. Rueda el agua cuesta abajo, buscando su futuro mar, entre truchas y algunos saltos, nada lo va a hacer parar. Frescor en plena Castilla. Humedales que rompen desiertos, agua para el secarral. Es el tesoro oculto más fácil de conocer. Para el Madrid que se cuece es un auténtico vergel.

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