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Toros, otoño y 'Dune'
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Juan José Cercadillo

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Toros, otoño y 'Dune'

Llega la feria de Otoño este mismo fin de semana. Ocho tardes de remate, de borrachera o resaca de un año verdaderamente esplendoroso. De figuras del toreo y de aspirantes al trono

Foto: Alejandro Talavente durante una corrida de la última Feria de San Isidro. (EFE/Miguel Osés)
Alejandro Talavente durante una corrida de la última Feria de San Isidro. (EFE/Miguel Osés)
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El abuelo del protagonista de 'Dune', que acabo de ver por evitarme noticias, mataba toros. En el estilo futurista, y no obstante medieval, que se representan los palacios del lejano futuro de Caladan destacaba sobre el quicio de la estancia principal una descomunal cabeza de toro. No menos ficticia en sus proporciones que la propia trama de la película me parecieron sus pitones y su expresión. Y por tamaño el astado me resultó menos creíble aún que los temibles gusanos del desierto del planeta Arrakis. Y eso que los desalmados anélidos lucen anatomías por encima de los quinientos metros y bocas minuciosa y profusamente dentadas que compiten en tamaño y capacidad destructiva con los mayores cráteres inventados nunca para una película. Gusanitos que además de bucear como si nada por las entrañas del desolador paisaje, sin explicación anatómica plausible, sobreviven sin que yo lograra entender fórmula ni menú posible en la inmensidad y escasez nutricional de tantísima arena. Eso sí, como si fueran descendientes de los primigenios Saltillos, dan guerra de lo lindo y su muerte por derecho resulta, digamos, cuando menos dificultosa.

Foto: Ángel Tellez sale el pasado viernes a hombros de Las Ventas entre los espectadores más jóvenes. (EFE/Miguel Osés)
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El citado protagonista, Paul Atreides, nieto de torero a la sazón, busca la inspiración requerida para ser reconocido como el próximo elegido en el rescate de los pueblos oprimidos del universo en el recuerdo heroico de un matador caído en el ruedo. Cuentan las crónicas, que no pude evitar buscar acabado el visionado, que, y es literal, en la corrida de Beneficiencia del año 10512, con los temibles toros “salusianos”, la esposa del Duque manipuló no sé qué chip que inhibía cierta agresividad de los astados dejando a su esposo sin opciones de sobrevivir a su embestida. A la embestida de los toros me refiero no a la de su esposa. Fin del reinado y comienzo del mito peliculero e inspirador.

Los momentos de reflexión del adolescente protagonista se recrean con el visionado melancólico y ensoñado de la cabeza del toro, de una pequeña escultura en bronce de un natural, nada canónico por cierto, y en la foto de su insigne abuelo vestido de torero en el 10500 de nuestra era. Como se ve que le cuesta el salto de la adolescencia al liderazgo universal son varias las escenas en las que aparece Paulus Atreides, alias El Duque, tratando con su mirada altiva de infundirle la chispa de valor que le falta a su nieto para dar el primer paso hacia su guionizado destino.

placeholder Morante de la Puebla da un pase a un toro durante la corrida de la Beneficencia de la última feria de San Isidro. (EFE/Rodrigo Jiménez)
Morante de la Puebla da un pase a un toro durante la corrida de la Beneficencia de la última feria de San Isidro. (EFE/Rodrigo Jiménez)

Toros en el 10500. Ya solo por eso recomiendo la película. Los toros engrandecidos y los toreros nobles. Lidiando toros y emociones solo por amor al arte. Pedazo de regresión, que así fue como empezaron. Mola que el traje sea el mismo que lucieron con palmito el mismo Gallo o Joselito miles de años después y que de luces mantengan como única fuente tecnológica el brillar de lentejuelas al sol de las cinco de la tarde —hora central de vía láctea—. Da alivio pensar, que hay quien piensa, que en la inmensidad de los mundos descubiertos y conectados de dentro de diez mil años hay planetas que conservan la tradición de las corridas. La esencia de pelear la vida mano a mano con un toro. La batalla definitiva sin armas con rayo láser que dé la gloria merecida a quien con más empeño luche, pudiendo vencer los dos con el premio del indulto. Antropológicamente esperanzador me resulta que perdure en la imaginación de alguien esa inexplicable necesidad de ofrecerse en sacrificio para sentirse más vivo ante los ojos de miles. Absurda y maravillosa vanidad que demostrará ser perdurable.

Toros en el 10500 podría ser tan ciencia ficción como la saga de Herbert. Si no fuera por este año. Creo que el Cossío del futuro dará capítulo a 2022. Este año resultará clave en la supervivencia de la Fiesta y será así reconocido. Alrededor de la efeméride de la alternativa de Morante, cumple veinticinco años de matador, se ha construido la temporada más punto de inflexión conocida. El sevillano desatado en su compromiso con la tauromaquia se echa a las espaldas casi cien corridas de toros. Un reto descomunal solo a su alcance. Y no solo por la cantidad sino por la calidad derrochada. La cumbre artística de Sevilla hace ahora una semana es un salvavidas inmortal para una historia que se ahogaba.

Foto: Imagen de la plaza francesa de Dax en el festejo celebrado el 11 de septiembre. (R. A.)

Con Morante, Roca Rey, una especie de alter ego, subiendo las emociones de antiguos y nuevos aficionados a los que les tocaron la piel desde el centro del anillo. Llenos tarde tras tarde a base de jugarse la vida y del público saberlo. Contraste, variedad y competencia como elementos primigenios de temporadas completas y, como esta, relevantes. Con Pablo Aguado intercalando chispazos de arte deslumbrantes en la plena luz del día. Con Ginés Marín demostrando que con los cánones más puros el camino no es tan rápido pero sí que es más seguro que te lleve a alguna parte. Con el Juli y Manzanares al acecho de buenos y malos toros para demostrarnos su cátedra. Talavante entre dos aguas y José Tomás despistando también han puesto de su parte para completar la temporada del reimpulso taurómaco.

Y llega la feria de Otoño este mismo fin de semana. Ocho tardes de remate, de borrachera o resaca de un año verdaderamente esplendoroso. De figuras del toreo y de aspirantes al trono. Ganado de garantías y de bien ganada fama de plantar seria pelea. El tópico del broche de oro al que le pega la seda y sus variados colores al alcance de un abono. Sé que merecerá la pena. Yo voy con el nuevo aliciente de tratar de descubrir cuál de todos los contendientes será el tatatatatatatarabuelo de Paul. Cuál de estos matadores será el ancestro de Atreides en el universo de 'Dune'. Ya les advierto que Morante se me le está empezando a dar un aire.

El abuelo del protagonista de 'Dune', que acabo de ver por evitarme noticias, mataba toros. En el estilo futurista, y no obstante medieval, que se representan los palacios del lejano futuro de Caladan destacaba sobre el quicio de la estancia principal una descomunal cabeza de toro. No menos ficticia en sus proporciones que la propia trama de la película me parecieron sus pitones y su expresión. Y por tamaño el astado me resultó menos creíble aún que los temibles gusanos del desierto del planeta Arrakis. Y eso que los desalmados anélidos lucen anatomías por encima de los quinientos metros y bocas minuciosa y profusamente dentadas que compiten en tamaño y capacidad destructiva con los mayores cráteres inventados nunca para una película. Gusanitos que además de bucear como si nada por las entrañas del desolador paisaje, sin explicación anatómica plausible, sobreviven sin que yo lograra entender fórmula ni menú posible en la inmensidad y escasez nutricional de tantísima arena. Eso sí, como si fueran descendientes de los primigenios Saltillos, dan guerra de lo lindo y su muerte por derecho resulta, digamos, cuando menos dificultosa.

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