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Dicen que el que canta...
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Juan José Cercadillo

Miredondemire

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Dicen que el que canta...

El amor surge o se marcha con esa voluntad propia que siempre nos echa en cara y que rechaza, con soberbia, explicaciones. Ahí te deja el vacío que llenaba, no el amor de otro, sino tu propio amor por otro

Foto: Bizarrap y Shakira. (Twitter @bizarrap)
Bizarrap y Shakira. (Twitter @bizarrap)
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A mano abierta, a verso suelto, a no dejar ni una duda Shakira rompe su silencio. A reproche por compás, a desprecio por acorde y a puñalada por nota reconvierte a su Piqué en piñata para mofa. Suegros, novia y deficiencias se despeñan por la rima que, asonante o consonante, remata más bien malsonante tocando todos los temas en los que Bizarrap hurgaba. Burdas comparaciones, metáforas de reggaetón, y hasta juegos de palabras rozando algún calambur, impactan con mucho ritmo en la jeta de su ex. Las bofetadas suenan fuerte por todo el planeta cuando las das con autotune y la gente estaba atenta a si empezaba la pelea. ¡Y vaya si la han empezado! ¡Y vaya si la gente estaba atenta!

Foto: Bizarrap y Shakira. (Twitter @bizarrap)

Manos a la cabeza, boca abierta, ojos de plato, reacciones en cadena, en hilos de tuits y memes, nadie sale de su asombro ni evita la sonrisilla. Bandos, que esta vez mezclan sexos, enfrentan sus opiniones. ¿Eres despechador o de los que han despechado? ¿De los que empiezan el pique o de los que terminan picados?

Explícita como ninguna la colombiana especifica todas las aristas del conflicto. Más reproches a ella misma que al insultado en el primer tramo de la letra parecen encaminarnos a un mea culpa de libro. Hábil jugada de apertura. Un buen gambito de dama. Empatizas con la víctima que encima se echa la culpa por haber relajado sus alertas. Por querer de forma pura. Conquistado por la humildad de la autora disimulas micromachismos y esperas el mensaje que facilite la reconciliación. Un versito salvavidas al que Gerard se aferre para volver a la cordura de una familia unida. Prejuicios de niño Disney, yonqui de final feliz, no sabes la que te espera.

placeholder Shakira y Piqué en una imagen de archivo. (Reuters)
Shakira y Piqué en una imagen de archivo. (Reuters)

Sin acabar tu pensamiento te asalta el primer reproche. Y solo dos versos después cambia todo el panorama. Comienza la reivindicación y el encumbramiento de su propia figura. Para mí roza la licantropía. Esa autopercepción de loba ahora hay que respetarla, aunque en boca de algunos otros nos pudiera sonar rara. Parece una constante vista su discografía y una evidencia también viendo su capacidad de conquista en 2010. “Macho elegido, macho comido, macho montado, macho casado”. Rimas reguetoneras que cuadran en la canción que no se me va de la mente. Perdón.

Magnificado su metro cincuenta con desparpajo bizarro, empieza sin pudor el reparto. Nombrar a la sustituta lo ha hecho hasta Rocío Jurado, pero dar el nombre exacto roza el delito de amenazas o incitación a la violencia subrogada. Clara-mente un exceso innecesario, superado solo dos rimas después con la impactante referencia a la vecindad de su suegra. A partir de ahí no queda títere con cabeza, se cortan todos los hilos, la función está completa. Hacienda, la prensa, el gimnasio, confusas propuestas de trío, donde se supone que haría valer sus virtudes, se intercalan entre referencias de cultura popular relojera y automovilística que no deja dudas de su autoestima y del bajo concepto que alberga de su sustituta. Incluso aborda con valentía una de sus posibles debilidades cuando, al revés que Aute que negociaba con un amigo que le consiguiera dos de veinte para evitar llevarse a su mujer, Shakira pone en valor doblar la edad de su oponente logrando rematar cum laude su panegírico público.

Foto: Shakira.

Nos mueve a la broma y al posicionamiento la ventilación de reproches musicalizados o en directo. Filtrados por la experiencia propia, las acciones y reacciones de las dos partes implicadas, nos parecerán, o bien virtuosas, o bien bárbaras dependiendo de a qué lado hayamos estado del teléfono. El abandono por otra está alto en el listado de despertar las rencillas. El enterarse la última, o a la vez que varios millones, lo elevan casi al primer puesto si mezcla sangre latina. Esos nervios del estómago, que tienen sus propias neuronas, son los que piensan el plan que casi siempre es de revancha. Es la venganza animal la única que calma la panza. Seguimos tan prehistóricos de cerebro para abajo que cuando se enciende la mecha, lo único que calma la herida es la explosión de una bomba. Dejan de doler los rasguños cuando te han hecho pedazos. Parecen menos tus trozos haciendo cachitos al otro. Y tenías que contarlo, que el plan ha de ser perverso, y público el resarcimiento, y el quedarse más a gusto.

Del amor al odio hay más de lo que se dice. Pero la velocidad del dolor del alma es mayor incluso a la que llamamos absoluta, la de la luz. Esa que si se supera —decía Einstein— hace que viajes en el tiempo. Algo de eso hay si hablamos de desenamoramiento. Todo tiempo pasado se hace presente. Para lo bueno o lo malo. Ese agujero de gusano por el que viaja la percepción de los sentimientos provoca el hiperespacio que transporta a los amantes con despecho, del rosa perfecto del amor, al negro profundo del desprecio. El viaje es conocido: los millones de kilómetros que separan esos dos mundos antagónicos, recorridos en un nanosegundo del metaverso en el que se supone que tenemos alojados nuestros cerebros. Y sin opción alguna de que un buen razonamiento nos pueda hacer evitarlo. Da igual que el viaje sea de ida o de vuelta, el click que transforma la emoción es instantáneo. E incontrolable. Es como externo. El amor surge o se marcha con esa voluntad propia que siempre nos echa en cara y que rechaza, con soberbia, explicaciones. Que solo te deja el efecto sin apenas instrucciones para que te lo gestiones o asumas. Ahí te deja el vacío que llenaba, no el amor de otro, sino tu propio amor por otro. Un hueco mucho más difícil de rellenar y que para el dolor inicial llenas de insultos y de reproches. A veces hasta cantando.

A mano abierta, a verso suelto, a no dejar ni una duda Shakira rompe su silencio. A reproche por compás, a desprecio por acorde y a puñalada por nota reconvierte a su Piqué en piñata para mofa. Suegros, novia y deficiencias se despeñan por la rima que, asonante o consonante, remata más bien malsonante tocando todos los temas en los que Bizarrap hurgaba. Burdas comparaciones, metáforas de reggaetón, y hasta juegos de palabras rozando algún calambur, impactan con mucho ritmo en la jeta de su ex. Las bofetadas suenan fuerte por todo el planeta cuando las das con autotune y la gente estaba atenta a si empezaba la pelea. ¡Y vaya si la han empezado! ¡Y vaya si la gente estaba atenta!

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