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Un año chino muy largo
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Juan José Cercadillo

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Un año chino muy largo

Ojalá que reflexionen políticos y tertulianos porque si siguen con esa actitud de tirarse tantos trastos va a ser un año chino que se nos va a hacer muy largo

Foto: Detalle de los cronómetros de tiempo en un debate electoral. (EFE/Nacho Gallego)
Detalle de los cronómetros de tiempo en un debate electoral. (EFE/Nacho Gallego)
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Empieza un año chino. También porque toca esta noche la luna nueva más equidistante temporalmente entre el solsticio de invierno y el equinoccio de primavera. Pero sobre todo porque este veintitrés que empieza es uno de esos, que por más que lo analices concluyes que no hay Dios que lo desentrañe. Imaginen un mortal sin las dotes suficientes ni más datos que los que nos sueltan, como miguitas a peces, en periódicos y telediarios. Te comes lo que te echen. Como si me lo dijeran en chino, de lo que está por venir, ni idea ni aproximación posible. Catástrofes y regalías, estrecheces y bondades conviven en las predicciones de la plaga suelta de tertulianos que colonizan como virus hasta los programas de niños más inofensivos y cándidos. Desbocados desde ya por el comienzo de la enésima carrera electoral arrinconan el pudor, huyen del disimulo y portan con desparpajo la bandera que le toca, el estandarte que paga, el mensaje que les renta. La fusta de los partidos se aviva mirando a mayo y ejércitos de portavoces disfrazados de imparciales, siembran dudas y mentiras buscando captar un voto a base de susto o promesa. Y para que tomen nota los próximos empleadores se hacen muy bien de notar. A voz en grito, a interrupción grosera, a descalificación y a insulto, a titular y a arenga. Depende de quién les fustigue el futuro es un desastre o un mundo de maravillas. Y ahí se andan arreando, en las mesas de debate, en columnas de opinión y hasta en vídeos de TikTok, que hay de todas las edades, ayudando muy poquito a tomar la decisión de optar por unas u otras de sus sesgadas predicciones.

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Es el año del conejo según el calendario chino. Del conejo en la chistera dirán algunos. Nada por aquí, nada por allá, pero vamos que nos vamos a hinchar de inauguraciones. En el mundo de la política mandan otros calendarios que vencen por cuatrienios. Y el último de sus trimestres tiene marcado en rojo el final de muchas obras, la aprobación de las leyes que pudieran ser sectarias y el estiramiento salvaje del último presupuesto, que está más que acreditado que la deuda pública es de goma. La perversa conjunción del porque yo lo valgo y porque yo no lo pago acaba haciendo el resto. Y restan de nuestro valor neto tirando de sus arrestos. Ellos nos endeudan por sus propios intereses electorales y nosotros nos hacemos cargo de los intereses anuales que nos vienen liquidando toda no se cuánto por ciento. Es una rueda de piedra que nos pesa demasiado. Prestar servicios con dinero prestado, más antiguo que el tebeo y con más peligro que un nublado.

Llega la hora del examen y no todos lo han preparado. El arreón de última hora tiene que ser bien visible. Al fin y al cabo casi ninguno de los que les puntuamos tenemos memoria histórica ni siquiera a medio plazo, ni necesidad de revancha, ni rencores compulsivos que eviten la condescendencia y el perdón de los pecados. Solo eso me explicaría que sigan saliendo los mismos. Con sus mismitos defectos, con su contrición de pega, con las buenas intenciones de un hijo mal estudiante que promete lo indecible para salir de un apuro, te miran desde esos carteles colgados de las farolas con cierta cara de pena y al final les das tu voto. Pobres, seguro que esta es la buena, piensas mientras ves tu sobre cayendo dentro de la urna que decidirá su futuro. Y por desgracia también condicionará el tuyo.

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Todos los horóscopos chinos coinciden en lo que viene. “Es un año muy propicio para tomar decisiones importantes y actuar en consecuencia, siempre y cuando no te dejes llevar por el exceso de confianza o la imprudencia”. “Será un año de estabilidad y progreso, si tomas decisiones sabias”. En un lenguaje de inspiración política, los que redactan los mensajes que nos mandan las estrellas son los reyes de lo obvio. En el arte de decir lo indiscutible, mientras te responsabilizan a ti de lo que en realidad te pase, futurólogos y candidatos coinciden día tras día confundiendo, salta a la vista, el año del conejo con el día de la marmota. Y a nosotros con borregos o perros apaleados con menos voz aún que voto. Las obviedades también las esconden o las adornan con demagogias e intentos oxímoros, y con ingeniosos neologismos. Es cuando ya queda claro que en realidad por lo que nos toman es por burros. “Será un año muy bueno para la economía, siempre y cuando no repunten intereses e inflación”. Y sigamos nosotros mandando, sueltan sin pudor entre líneas obviando nuestros rebuznos.

Promesas contra desgracias, pasa lo mismo con todos. No hay lado que no sucumba al enroque y al frentismo. Igual si defienden ideas o se aferran al territorio les resulta muy difícil hallar los lugares comunes, cierto ambiente de consenso, soluciones aceptables más allá de ideologías. Yo que huyo como un conejo de pelearme con nadie sigo quedando perplejo por su tono en el mensaje, lo duro de su mollera, lo inflexible de sus poses, por su mente impermeable. Al brote verde del centro ya lo han achicharrado dejando sin a qué agarrarse a los de ni negro ni blanco. A los pocos que pensamos que en el gris y en sus matices cabe el futuro de todos. Y un futuro mejorado. Ojalá que reflexionen políticos y tertulianos porque si siguen con esa actitud de tirarse tantos trastos va a ser un año chino que se nos va a hacer muy largo.

Empieza un año chino. También porque toca esta noche la luna nueva más equidistante temporalmente entre el solsticio de invierno y el equinoccio de primavera. Pero sobre todo porque este veintitrés que empieza es uno de esos, que por más que lo analices concluyes que no hay Dios que lo desentrañe. Imaginen un mortal sin las dotes suficientes ni más datos que los que nos sueltan, como miguitas a peces, en periódicos y telediarios. Te comes lo que te echen. Como si me lo dijeran en chino, de lo que está por venir, ni idea ni aproximación posible. Catástrofes y regalías, estrecheces y bondades conviven en las predicciones de la plaga suelta de tertulianos que colonizan como virus hasta los programas de niños más inofensivos y cándidos. Desbocados desde ya por el comienzo de la enésima carrera electoral arrinconan el pudor, huyen del disimulo y portan con desparpajo la bandera que le toca, el estandarte que paga, el mensaje que les renta. La fusta de los partidos se aviva mirando a mayo y ejércitos de portavoces disfrazados de imparciales, siembran dudas y mentiras buscando captar un voto a base de susto o promesa. Y para que tomen nota los próximos empleadores se hacen muy bien de notar. A voz en grito, a interrupción grosera, a descalificación y a insulto, a titular y a arenga. Depende de quién les fustigue el futuro es un desastre o un mundo de maravillas. Y ahí se andan arreando, en las mesas de debate, en columnas de opinión y hasta en vídeos de TikTok, que hay de todas las edades, ayudando muy poquito a tomar la decisión de optar por unas u otras de sus sesgadas predicciones.

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