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Mercado libre, mercado tigre
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Juan José Cercadillo

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Mercado libre, mercado tigre

Me asusta el intervencionismo en el mercado inmobiliario. Una cosa es regular, otra intervenir en los precios. No parece que esta ley​ acabe arreglando nada

Foto: Imagen de archivo de una promoción de viviendas. (EFE/Luis Tejido)
Imagen de archivo de una promoción de viviendas. (EFE/Luis Tejido)
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Inquilinos con inquina. Propietarios solo arios. Nuevas leyes del Talión. Mentiras sobre mentiras. Fracasos cuando no esté ya el legislador. Vuelta al dinero negro. Trampas y corrupción. Es poner puertas al campo. Tapar con el dedo el sol. Es tratarnos como ovejas. Llevarnos al matadero donde matan la ilusión de los que podrían ser mejores. Hacernos a todos más burros persiguiendo zanahorias. Distintas cada semana de aquí al 28 de mayo. Ésta le toca a la vivienda. Perdón por estos rebuznos sin orden ni reflexión. Perdón por no sujetarme, y por soltar alguna coz, fruto de la noticia de nueva legislación.

Foto: La ley de vivienda pone en jaque el modelo de alquiler. (Alejandro Martínez)

Mucho ruido, pocas veces, de qué sirve encerrar a un tigre. Nadie va a domesticarlo. “Es el mercado amigo”. Es más salvaje que tú. Contra el látigo de la norma las fauces del insaciable. Es la ley más natural la que vence con el tiempo. La fiera come gacela por torpe o por despistada. Dile a un tigre que no cace, no a la gacela que corra. Leyes hechas por gacelas acaban con cualquier selva. La ley del mínimo esfuerzo no funciona con el hambre. Y hambre hay de muchos tipos y el mercado es una jungla. Hoy nos rugen las tripas cuando nos falta el dinero. Es un menú que no sacia. Vomitas si es necesario comprándote un coche caro. Para tener nuevas ganas, para acumular o gastarlo. Al tigre lo tranquilizas con su ración de comida. Si la bestia pasa hambre no la aguantas en la jaula. Será más pronto que tarde que se te engulla algún brazo.

Por eso en el ten con ten que intenta el mundo moderno sale mal la intervención. El tigre o come, o emigra. O se zampa al domador. No voy a poner ejemplos, pregúntenle a Angel Cristo. ¿Qué nos pasa con la casa? ¿Quién no quiere tener una? ¿La vivienda es un problema? Para mi es la solución. Una solución compleja, de eso no nos cabe duda. Pero una grandísima solución. Si todo el mundo tiene una ¿qué podría salir mal, que más podría faltar? Pero nadie parece capaz de poner el cascabel al gato. Normal. Porque el gato, ahora ya tigre, está mucho más que rabioso. Lleva demasiado atado, habría que ser valiente, habría que soltarlo un poco.

placeholder Vista de Madrid. (Ana Beltrán)
Vista de Madrid. (Ana Beltrán)

La vivienda no se arregla por culpa de que el mercado lleva décadas enjaulado. En lugar de liberarlo para que se tranquilice un poco le ponen nuevos grilletes, tratan de inmovilizarlo. No es difícil predecir nuevos futuros zarpazos. Ciclos, riquezas y ruinas repartirán el cotarro. Los más listos harán caja con los más torpes cazados. Suéltenlo, déjenlo libre. Paradójicamente, la mejor forma de controlarlo. Porque, por los fundamentales, tiene que seguir cazando. La gente sigue aumentando, y le gusta concentrarse. Todos al mismo sitio, al mismo tiempo, al mismo piso. La vivienda está carísima, pero solo en zonas puntuales. ¿No será porque hay muy pocas donde más falta nos hacen? ¿Les interesa a unos cuantos? Yo creo que a demasiados pocos para que no podamos cambiarlo.

Si analizamos el tracto se te revuelven las tripas. Con un nudo en el estómago afirmo quién siempre me ha parecido ser el primer interesado. Otra también insaciable, mucho más en estos años. La administración nos come y resulta que de la vivienda se lleva un muy buen bocado. Toda casa va en un sitio, ahí empiezan los problemas. Dicen que hay poco suelo. Yo, que he montado en avión, afirmo científicamente que es de lo que más tenemos, aunque esté en muy pocas manos. El asunto es la elección de donde sembramos las casas. El proceso requerido para generar los consensos de más de cien instituciones para urbanizar un suelo nos lleva decenas de años. No es una exageración, es un dato. Se ha vuelto tan garantista que, contado con cierta gracia, lo de la parte contratante de la primera parte parecería un drama si no resultara tan parodia. Normas incompatibles, laberínticos procesos, funcionarios insalvables que encima teletrabajan. Muy bajo rendimiento en términos de construcción de cada metro de suelo. Con pesadísimas cargas, con cesiones excesivas, con demasiados impuestos. Pruebas con buena línea, buscando acortar procesos, se están viendo ya en Madrid, y en Castilla-La Mancha hace tiempo, por poner dos ejemplos a seguir. Si se autoriza más suelo, si se mejoran los ratios, si se bajan los impuestos habremos dado el primer paso. Porque la semilla de la vivienda barata es el exceso de suelo. Nunca será lo contrario.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el portavoz de ERC, Gabriel Rufián, se saludan durante una sesión plenaria. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)

Igual que en la gasolina, o en la factura de la luz, que nos han colado tasas durante años ocultas, nos pasa igual con las casas. Impuestos por actos jurídicos —siempre me encantó el eufemismo— por cada papel que registras. Tasas por revisar los proyectos, por autorizar construcciones, en algunos ayuntamientos superan el ocho por ciento de la totalidad de los costes. Tasas si pones grúas, tasas por pedir un vado, tasas por poner un cartel, tasas por ocupación de calle. Un diez por ciento de IVA. IBIS y plusvalías. Impuesto de actividades, impuestos si no haces nada y tienes el solar vacío.

Y con el precio de la vivienda libre se subvenciona la protegida, que es otra forma de impuesto. Ya se limita el precio mínimo del treinta por ciento de todas las viviendas, y aún quieren aumentarlo, lo que encarece el del resto. Si todos los que se pasan treinta años para pagar una vivienda fueran conscientes de lo que monta la fiscalidad de producir una casa igual se reformulaban las pancartas que hoy solo se fijan en esa especulación abstracta, en ese enemigo invisible que enmascara las verdaderas causas.

Foto: El gran reto de la Ley de Vivienda, ¿y si toda España está tensionada? (Foto: iStock)

Pagos por suministros totalmente desproporcionados a compañías oligopólicas, tanto privadas como públicas, que obtienen de la construcción de las viviendas infraestructuras gratuitas que explotan durante años repercutiendo recibos a quienes por obligación les sufragaron. Códigos técnicos de edificación que imponen soluciones constructivas caras y sin valor añadido... Podría seguir un siglo rebuznando, pero soy un burro vago.

Me asusta el intervencionismo en el mercado inmobiliario. Como me asustaría también en el mercado alimentario o en cualquier otro mercado. Una cosa es regular, otra intervenir en los precios. Una cosa es regular, la otra promete nefasta. Para hacerlo medio bien desregular sería más práctico. No parece que esta ley, otra más de ojo por ojo contra el que consiguió ahorrar algo, acabe ahorrándonos disgustos, acabe arreglando nada.

Inquilinos con inquina. Propietarios solo arios. Nuevas leyes del Talión. Mentiras sobre mentiras. Fracasos cuando no esté ya el legislador. Vuelta al dinero negro. Trampas y corrupción. Es poner puertas al campo. Tapar con el dedo el sol. Es tratarnos como ovejas. Llevarnos al matadero donde matan la ilusión de los que podrían ser mejores. Hacernos a todos más burros persiguiendo zanahorias. Distintas cada semana de aquí al 28 de mayo. Ésta le toca a la vivienda. Perdón por estos rebuznos sin orden ni reflexión. Perdón por no sujetarme, y por soltar alguna coz, fruto de la noticia de nueva legislación.

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