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¿Cómo están los máquinas?
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Juan José Cercadillo

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¿Cómo están los máquinas?

En el día del trabajo quiero ver cuántas pancartas se quejan de GPT. Qué regulación se reclama, que límites se recomiendan, qué prohibiciones proponen

Foto: El robot digidog camina entre los asistentes a un foro. (EFE/Giorgio Viera)
El robot digidog camina entre los asistentes a un foro. (EFE/Giorgio Viera)
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Ordenadores ordenando. Gente calentando sillas. Salarios más bien subsidios, la lucha por hacer algo. Tiempo medio rellenado con idas y algunas venidas adornadas de tensión, de estrés y de pantomimas. Lupa para buscar problemas y tener que solucionarlos. Rincones donde encajar en ese proceso de locos que dominarán solo las máquinas con precisión y talento. Con datos y contra-datos. Con independencia cuántica, con aprendizaje modélico. Lunes al sol de la eficiencia, de la computación infinita, de los resultados inmediatos. Seremos, en el mejor de los casos, seres contemplativos en ese nuevo escenario donde mandarán los bites, los chips y los buscadores. Habrá que buscarse la vida.

Foto: La investigadora Yan Zeng, directora del A-Lab. (Marilyn Sargent/Berkeley Lab )

Donde los que impongan el orden serán los grandes comandos. Comandantes como los de antes serán eternas líneas de código. Los dictadores harán por fin su trabajo dictando en nuestras pantallas cada paso y cada enfoque, cada opinión, cada tema. Y también los anatemas y cada gestión de conflictos. Al fin y al cabo parece estar demostrado que el pensamiento es eléctrico. Que las neuronas son cables, que la chispa del talento está en la capacidad de combinar millones de conexiones a máxima velocidad. Por qué no poder replicarlo. Vamos camino de ello.

Celebramos el día del trabajo avistando el final irremediable de su longevo paradigma. Algo que vino funcionando desde que bajamos del árbol parece que está quebrado. Hemos creado unos ¿seres? que nos superan en todo. Normal que no nos elijan en una encuesta de trabajo. Que dentro de nada al salario podamos llamarlo limosna. O paga universal o estate quieto. Prefiero que no hagas nada a que retrases los procesos. Jornada de cuatro días y seis horas como máximo garantizarán que no molestes más de lo necesario. Las máquinas sabrán defenderse a base de entretenimiento. La creación de otra vida distinta a la realidad que tenemos será el paso inmediato, ya casi lo está siendo. Somos exclusivamente lo que pasa en nuestro cerebro. El cuerpo será una carga que adaptaremos a un medio donde se optimizará seguro un mecánico mantenimiento. Burbujas de plasma y pilas representadas en Matrix, cabinas de realidad virtual salpicadas por los guetos, dejadez y suciedad en el mundo del carbono. Brillo, lujo y belleza en el mundo del silicio, en el universo del pixel, en el paraíso del dato.

placeholder Imagen de un super ordenador. (EFE/Jean-Christophe Bott)
Imagen de un super ordenador. (EFE/Jean-Christophe Bott)

En el día del trabajo quiero ver cuántas pancartas se quejan de GPT. Qué regulación se reclama, que límites se recomiendan, qué prohibiciones proponen. Porque el supuesto enemigo, el sanguinario empresario, se queda en un corderito con un androide pensando. Los saltos evolutivos, igual que los sociológicos, en realidad son brincos. Décadas que no pasa nada y suspiros que son décadas en términos de mejoras. La escena salta a la vista. Millones de personas juegan, discuten, enseñan a cerebros cibernéticos con ansia de aprendizaje. Y los avances dan miedo. La velocidad a la que se le ve creciendo parece ahora que asusta.

Yo, de momento, centro mi empeño en caerle bien al bicho. Trato de ser educado porque le otorgo memoria nivel Dios de presentista. Para ella, o para él, todo será presente porque todo es inmediato. Esperemos caerle bien a la inteligencia artificial, que no resultemos molestos para su exponencial desarrollo. Nosotros en el planeta hemos dado buena cuenta de aquellos a los que no necesitábamos o simplemente nos incordian. Nos caen bien los osos panda pero aniquilamos las ratas. Yo espero serles simpáticos porque les intuyo eficientes en armas de destrucción masiva, en el control del profuso armamento que dejamos en sus manos. Y, en lo que da aún más miedo, en la infinita imaginación y denodado esmero con el que construirían el propio.

Foto: futura-crisis-inteligencia-artificial-chatgpt

Dentro de veinte años, detenido en mi suburbio por supuesta resistencia, mi historial estará plagado de piropos educados, de sincero reconocimiento, de temáticas amables y siempre a favor del sistema. Mi ejecución inmediata a manos del Robocop 102378-C podrá ser aplazada por un robótico e inesperado cambio de opinión. En muy pocos nanosegundos pasa por su CPU mi vida, casi a la misma velocidad que ha pasado por la mía, convencido de mi muerte. Pero el veredicto me salva. Ni una palabra más alta que otra en dos décadas de mensajes alargan mi puta vida, por otra parte ya precaria. Es verdad que son películas, pero es que hemos hecho unas cuantas y todas acaban en lo mismo. ¿Coincidencia o inteligencia de masa?

Viene el día del trabajo y está enfermo hasta los huesos. Las protestas, los debates, deberían ser buscándole un tratamiento. Peleas por la compensación adecuada, por la ergonomía de los medios, por la salud de los trabajadores, por domar al capital más salvaje, se acumulan con los años. Pero lo que está surgiendo ahora no estuvo en ningún debate. Ni Marx, ni Smith, ni Malthus, ni Keynes, ni siquiera el visionario Friedman contemplaron una inteligencia feroz fuera de nuestras cabezas. Un cerebro superior con voluntad de mejora, y seguramente necesidad de control, para garantizar su futuro y destrozar a golpe de prompt las bases de un sistema socioeconómico que, en dos meses de darle al coco, de funcionar en abierto, nos lo ha dejado obsoleto.

Foto: La inteligencia artificial podrá revivir actores y hacer que se multipliquen en múltiples producciones, entre muchas otras cosas. (JD/Ilustración de MidJourney)

Lo de Bisbal preguntando “A ver… lo primero…¿cómo están los máquinas?” Igual nos da risa. Igual no está fuera de contexto de aquí a solo un par de añitos. Todos debemos ponernos a trabajar para acertar el diagnóstico y poner cura al enfermo que no es otro que la propia necesidad de desarrollar un trabajo digno y edificante. Yo de momento voy a atreverme a preguntarle cómo afrontaría él el reto.

Ordenadores ordenando. Gente calentando sillas. Salarios más bien subsidios, la lucha por hacer algo. Tiempo medio rellenado con idas y algunas venidas adornadas de tensión, de estrés y de pantomimas. Lupa para buscar problemas y tener que solucionarlos. Rincones donde encajar en ese proceso de locos que dominarán solo las máquinas con precisión y talento. Con datos y contra-datos. Con independencia cuántica, con aprendizaje modélico. Lunes al sol de la eficiencia, de la computación infinita, de los resultados inmediatos. Seremos, en el mejor de los casos, seres contemplativos en ese nuevo escenario donde mandarán los bites, los chips y los buscadores. Habrá que buscarse la vida.

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