Es noticia
Récord mundial fulminado
  1. España
  2. Madrid
Juan José Cercadillo

Miredondemire

Por

Récord mundial fulminado

El viernes, si mis datos son correctos, se batió un récord histórico. Elevo el rango del logro acreditando la supremacía de nuestro país en la disciplina analizada desde cierto conocimiento de conteo comparado

Foto: Protesta de los funcionarios de Justicia. (EFE/Daniel González)
Protesta de los funcionarios de Justicia. (EFE/Daniel González)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

Hace años que llevo una estadística de cabeza. El viernes, si mis datos son correctos, se batió un récord histórico. Por ser nacional lo considero también récord mundial, lo que aporta aún más relevancia a la marca acreditada y a mi esforzada y longeva observación. Elevo el rango del logro acreditando la supremacía de nuestro país en la disciplina analizada desde cierto conocimiento de conteo comparado. Limitado a pocos países, es cierto, el muestreo al que mi trabajo transfronterizo me ha obligado permite cierta extrapolación y suficiente base estadística para afirmarlo. No me he resistido a subrayarlo, aunque esta presuntuosa observación podría haberse evitado, conocida por todos la larga tradición y arraigo con la que cuenta en nuestro país la práctica a la que profeso tan sincera devoción.

De la alegría del hallazgo a la decepción más absoluta medió una hora y una llamada. Los veinte minutos siguientes a la constatación del dato —lo revisé más de tres veces entre el nerviosismo y la euforia— los tuve que invertir en dar con el número de teléfono correcto con el que contactar y comunicarme. Las soluciones de la web del Libro Guinness de los Récords, mails, formularios, etcétera, no me inspiraban inmediatez. Decidido como estaba a compartir cuanto antes lo descomunal de la marca con la totalidad de mis congéneres, me negué a calcular el coste de los seis minutos de espera de llamada internacional que me llevó conseguir que me atendiera voz humana o trampantojo de última generación. Contuve el grito de alegría cuando identifiqué el acento latino del cuarto o quinto "can i help you?". Y mejoré mi, ya a esas alturas, deteriorado estado de ánimo ante la expectativa de comunicación más fluida a medida que nos deslizábamos casi inconscientemente al spanglish al que obligaba mi balbuceante inglés y la lengua materna de la servicial telefonista, finalmente humana.

Foto: Flores y peluches en el lugar en el que fueron apuñalados varios niños en Francia. (EFE/Jean-Christophe Bott) Opinión
TE PUEDE INTERESAR
Una pantalla de horror
Juan José Cercadillo

La empatía de la operadora, los primeros minutos siempre son buenos, me aplacó cierta ansiedad y permitió la ordenación de las ideas, de los datos, de la estructura de la petición que con tanta ilusión cursaba. Cuando abandonó su vocación de servicio para ratificar la negación a mi pedido renuncié del todo a vocablos anglosajones y en tono más bien castizo le hice saber de su error. "Mire otra vez, señorita", le espeté en el minuto 12 de nuestra conversación. Su "no", en perfecto peruano, expuso de golpe a mi teléfono a su primer vuelo sin motor. Contenido el lanzamiento y prolongado el silencio retador de la bien entrenada operaria, decidí asumir la frustración. No sin antes, por supuesto, hacerle saber a mi interlocutora la crudeza de mi opinión sobre el sistema vigente de registro de marcas, logros y récords del que conservan monopolio desde hace demasiado tiempo y sin control competencial. No debí batir el récord de improperios al cortarse abruptamente la comunicación, por lo que no repetí la llamada. Achaco, por lo que relato a continuación, más a la acción humana que a un fallo de tecnología, las causas de la repentina finalización.

Foto: Imagen de archivo de una promoción de viviendas. (EFE/Luis Tejido) Opinión
TE PUEDE INTERESAR
Mercado libre, mercado tigre
Juan José Cercadillo

El argumento expuesto de forma tan recalcitrante por "le atiende Flor María" era de tal simpleza que su contundencia ofendía. "Que eso no estaba listed en ninguna category", me dijo de forma repetitiva e idiomáticamente mestiza. "Impossible is nothing", contestaba yo tirando de jerga publicitaria, fuente de gran inspiración en mis acercamientos a la lengua de Shakespeare. "¿Cómo no va a haber una categoría donde pueda registrar una marca de tal calibre sobre absentismo laboral en sede de administración pública?", solté con voz alterada y sin rastro de anglicismos. "Sorry", contestó tres veces. Mi respuesta, de tono ya más exigente, en el sentido de que no lo sintiera y que siguiera buscando, encontró de vuelta del océano Atlántico un desesperado: "¡¡Qué no, lo siento!!, ¡¡Qué no le entiendo!!", de nuevo en perfecto peruano, aunque esta vez con cierto acento de cuando te están tocando los huevos.

Fruto de mi amplia experiencia con teleoperadores de todo tipo, sobre todo con los de Jazztel, reconduje mi estrategia hacia posiciones más constructivas y prácticas. Tirando de la entonación catequizante que se incrustó en mi infantil cerebro y con todas las capacidades docentes a mi alcance, que por el resultado no deben ser muchas, me dispuse a dar explicación suficientemente convincente.

Foto: Una bandera del colectivo trans en la puerta del Congreso de los Diputados. (EFE/Luca Piergiovanni) Opinión
TE PUEDE INTERESAR
El sexo de los ángeles
Juan José Cercadillo

Empecé por explicarle que mi devenir laboral me lleva a la visita recurrente de ciertas administraciones. Que definimos administraciones como el conjunto de funcionarios —de carrera o interinos— y de personal laboral —fijos o temporales— contratados por algún organismo de carácter público y bajo un complejo y ventajoso Estatuto Básico de Empleo Público. Que podríamos añadir al voluminoso cuerpo de la Administración un importante número de personal de libre designación para desempeño de distintas responsabilidades, entre las que destaca con creces la figura del asesor. La suma está ya rozando la cifra de los tres millones. Este ejército dispuesto al servicio del administrado realiza su labor en un inabordable conjunto de organismos y delegaciones. Los datos hablan de diez mil administraciones distintas. Y sí, hablamos solo en España.

Le seguí reflexionando a la paciente Flor Mari —ya me tomé cierta confianza— que no las he visitado todas, pero he visitado unas cuantas. Que llevo un conteo inconsciente, y por mi condición inevitable, de las mesas ocupadas cada vez que algún problema me aboca al fielato y al albur de tratar de resolverlo bajo la supervisión pública, cada vez que alguna norma entra en contradicción, cada vez que la lectura de un artículo recuerda escenas de los Hermanos Marx… vamos que voy muchísimo. Que reduzco los datos numéricos a porcentaje para mantener la comparación entre los tres niveles básicos que tiene la administración. Que tanto la nacional, la autonómica y la municipal compiten reñidamente en el pódium de mi mente a lo largo de estos años con el mismo denuedo y profesionalidad que demuestra Fernando Alonso. Pero que en lugar de competir por ser cada vez más rápidos, parecen competir todos por seguir batiendo récords de absentismo laboral.

Foto: Vicente Boluda, Juan Roig y Antonio Garamendi. (EFE/Quique García) Opinión
TE PUEDE INTERESAR
Mamuts, S.A.
Juan José Cercadillo

Y le expliqué finalmente que, por primera vez en mi vida, la visita a cuatro plantas consecutivas en la búsqueda del despacho de un funcionario que me esperaba —se me escondía, llegué a pensar— dentro del laberinto de un organismo de principal relevancia arrojó un inesperado pleno. 100% de sillas vacías, de mesas sin codos puestos, de ordenadores centrados en salvarse las pantallas. Ni un solo humano visible, ni rastro de servicio público, ni siquiera un reconfortante y antiguo: "Vuelva usted mañana".

No llegué a poder decirle a la sufrida Flor Mari el nombre del organismo, por lo que no veo coherente su identificación ahora. Al fin y al cabo, cuando descubrí el despacho, con equiparable regocijo al que sintieran ilustres como Colón o Neil Armstrong, también me percaté del dato de que allí no había nadie. Mi obligación de no firmar con seudónimo, unida a mi obligación de regreso, cercena mi capacidad de denuncia. Miedo a ser fulminado. Lo de "vuelva usted mañana" no me quedó más remedio que soltárselo al espejo.

Hace años que llevo una estadística de cabeza. El viernes, si mis datos son correctos, se batió un récord histórico. Por ser nacional lo considero también récord mundial, lo que aporta aún más relevancia a la marca acreditada y a mi esforzada y longeva observación. Elevo el rango del logro acreditando la supremacía de nuestro país en la disciplina analizada desde cierto conocimiento de conteo comparado. Limitado a pocos países, es cierto, el muestreo al que mi trabajo transfronterizo me ha obligado permite cierta extrapolación y suficiente base estadística para afirmarlo. No me he resistido a subrayarlo, aunque esta presuntuosa observación podría haberse evitado, conocida por todos la larga tradición y arraigo con la que cuenta en nuestro país la práctica a la que profeso tan sincera devoción.

Administraciones Públicas Funcionarios
El redactor recomienda