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No nos falles, Bruce
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Juan José Cercadillo

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No nos falles, Bruce

Se va ampliando el coro que reclama el homenaje, que Bruce Springsteen actúe en Peralejos de las Truchas. La última ha sido la embajadora de Estados Unidos en España

Foto: Bruce Springsteen. (EFE)
Bruce Springsteen. (EFE)
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Vayan reservando hueco en sus apretadas agendas. Esto empieza a ser un hecho. Sprinsteeng actuará en Guadalajara. En uno de sus icónicos pueblos, Peralejos de las Truchas. La noticia no es tan trucha elaborada en la mente de ese tipo de personas que creen en lo que se inventan. Hasta que logremos colapsar el electrón en un futuro inmediato moldeando la realidad al antojo de nuestras mentes, posibilidad más que aceptada por los que saben de cuántica, el desear algo mucho es la fórmula de más éxito para que nos pasen las cosas que realmente queremos. Y la verdad es que por aquí lo estamos deseando todos.

Foto: Bruce Springsteen. (Reuters/Mark Blinch)

Todo empezó hace años en aquel rincón del mundo que rajó con su paciencia un infantil río Tajo. Millones de años surcando de Albarracín a Lisboa partieron en dos el paisaje de aquellas rocas calizas de sus primeros kilómetros, que hoy asemejan barcos varados en puerto seco esperando su momento de poder escapar flotando. Anclados a un desfiladero les observas desde abajo sus majestuosos cascos alineados y compactos y te imaginas su sueño. El verde que sigue luchando contra la escasez de agua, los buitres mirándolo todo desde demasiado alto, una angosta carretera con cien fuentes a sus lados, los ciclistas despistados, los vecinos caminando sin compromisos ni prisas y no más de cien tejados reconvierten las figuras que tienen forma de todo, depende en lo que estés pensando, en un rincón, que soñado, no podría ni ser tan bello ni cercano.

Todo lo que me trae recuerdos empezó por los ochenta. Esta historia no iba a ser menos. Años en los que los jóvenes aún seguían por los pueblos. Con esa vida castellana de tanta exigencia y esfuerzo para tan poco rédito que sería ahora imposible explicar en las escuelas. Que no tendría ni un hueco en ningún reel de Instagram más allá de la parodia o del simple postureo. Años de vino y de drogas como única salida al descontento interior de no tener energía para enfrentarte a tu padre o tomar riesgo mayor. Los jóvenes en los pueblos trabajaban como, y con, animales. Ganado y albañilería eran los únicos sectores que proveían trabajo. Y desempeños esporádicos, como un bar o buscar trufa al mandato de aquellas estaciones que aún marcaban diferencias en calendarios y ritmos. Trufas y perros con la nieve, botellín y turistas en verano, y la vida iba pasando.

placeholder Bruce Springsteen. (EFE)
Bruce Springsteen. (EFE)

El ocio era consistente y cíclico y bien organizado. Las fiestas de la comarca desde mayo hasta septiembre están bien sincronizadas. En la ruta hacia el pueblo que tocaba esa semana muchos han dejado contra un árbol algo más que una resaca. Beber era una salida, alguna vez hasta de la vida propia. La música y su alegría convocaban poco después de la cena en pueblo ajeno. Por el día eran los toros los que hacían el llamado. En encierros, con vaquillas, con recortes, y menos hembras que machos observándolo, la demostración de valor era totalmente necesaria. Cuando caía la noche y sonaban las orquestas tenía que haber repertorio para arrimar cebolleta. El resto de la play list era verbenero, añejo y muy popular y reconocible. Las jotas iban sucumbiendo al pop de los años sesenta. La copla y el pasodoble, un poco más poco a poco, a la rumba catalana o callejera. Ni rastro de la Movida, ni un rock más alto que otro, ni letras poco cristianas, ningún ritmo del caribe, algún cantautor que otro.

Pero entonces llegó Víctor con la revolución en su alma y se empeñó en que en Peralejos tenía que sonar Springsteen. El hito de aquel primer concierto en el año 81, del viaje a Barcelona, del impacto de otros mundos, calaron hasta los huesos de aquellos fans esquinados. El bar de la plaza tornó altar. Bajo el cartel de The Boss dos entradas recortadas daban fe de la asistencia… y de una nueva religión. No se escuchaba otra cosa, no se necesitaba más. La pasión y la convicción de predicar la verdad del rock que pronto lo inundaría todo le convirtió en un profeta querido en su propia tierra. Se inoculó para siempre un amor incondicional a esas letras que combinaban por igual la virtud de la protesta, el contar tu día a día, el animarte a luchar y a perseguir con empeño tus sueños por lejos que de Peralejos estaran.

Foto: Bruce Springsteen. (EFE/Juan Herrero)

La pronta muerte de Víctor, víctima de su gran ansia de vida, añadió el matiz del homenaje a ser seguidor de Bruce. Cuarenta años después perdura, de aquella semilla pura, el árbol que da cobijo a todos los que mezclamos el Tajo con Bruce Springsteen. Y con más fuerza que nunca se quiere cerrar el círculo de todos los que tuvimos vínculo con ese trozo de historia. Y eso le incluye a Springsteen. Por eso este movimiento, que parece paranoia, crece y crece por momentos hasta su próxima cita: el Rock River. Concepto que mezcla el río con el origen de todo y título del reclamo que se le hace al artista.

Se va ampliando el coro que reclama el homenaje. La última la embajadora del país donde nació el monstruo, sin entenderlo del todo, se ha sumado a la larga lista. Empiezo a pensar que es factible. Bruce, no nos dejes solos.

Vayan reservando hueco en sus apretadas agendas. Esto empieza a ser un hecho. Sprinsteeng actuará en Guadalajara. En uno de sus icónicos pueblos, Peralejos de las Truchas. La noticia no es tan trucha elaborada en la mente de ese tipo de personas que creen en lo que se inventan. Hasta que logremos colapsar el electrón en un futuro inmediato moldeando la realidad al antojo de nuestras mentes, posibilidad más que aceptada por los que saben de cuántica, el desear algo mucho es la fórmula de más éxito para que nos pasen las cosas que realmente queremos. Y la verdad es que por aquí lo estamos deseando todos.

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