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Te lo juro por Snoopy
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Juan José Cercadillo

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Te lo juro por Snoopy

Imagino a mi madre encerrando en el baño a todos aquellos que se mean encima de la Constitución. Tiene sentido que, si no lo aceptas, no disfrutes de sus ventajas. ¿No vas al baño? De acuerdo: no hay más pañales

Foto: El rey Felipe pone el Collar de la Orden de Carlos III a la princesa Leonor tras la jura de la Constitución de la Princesa de Asturias por su mayoría de edad ante las Cortes Generales. (EFE/JuanJo Martín)
El rey Felipe pone el Collar de la Orden de Carlos III a la princesa Leonor tras la jura de la Constitución de la Princesa de Asturias por su mayoría de edad ante las Cortes Generales. (EFE/JuanJo Martín)
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Aprendí el abecé del obedecer, me cuentan, a los tres años. Acreditando ya por entonces mis pocas dotes de mando, mi propia vejiga, uretra y esfínter perpetraban inopinadas acciones de rebeldía, dando rienda suelta al caudal urinario, sin previo aviso y con claro espíritu antisistema. En tiempos de tener que lavar toallas con funcionalidad de pañales, mi sobreocupada madre decidió que era momento de meterme ya en vereda. Léase por favor por vereda el baño comunitario que tenía en la corrala la casa de un dormitorio que prestaron a mi padre a las afueras de Zarzaquemada.

Por cierto, toponimia más que acertada, teniendo en cuenta la sequedad del páramo en las zonas suburbiales del actual Leganés, la proliferación de hogueras como única alternativa calorífica y lo espinoso de las relaciones vecinales entre inmigrantes sobrevenidos y gitanos recién instalados, y sobre todo lo muy poco acogedor de aquellos semiterminados edificios. Al grito de que sea la última vez le siguió, inmediato y contundente, el cierre, para mí hermético, de aquella puerta de baño. La oscuridad, vencida por grietas, dejaba tan solo a la vista aquel elemento imprescindible para dar sentido al espacio que integraba su porcelana en un rudimentario cemento.

Foto: La reina Letizia, la princesa Leonor y la infanta Sofía, en el Congreso durante la apertura solemne de la XIV Legislatura, en febrero del 2020. (EFE/Ballesteros)

Aquella evolución de letrina que dimos en llamar retrete, supongo que no conectada a red alguna de saneamiento, fue el único testigo de mis pertinaces lloros. Al otro lado de la puerta, una madre, ya hasta el moño, me instaba a permanecer allí hasta hilvanar una frase que pudiera ser entendida como solicitud de uso del susodicho baño. Cuenta la madre coraje que pasaron varias horas hasta que los desgarradores lloros se tornaron en palabras haciendo un primer juramento que, hoy puedo atestiguar, nunca más ha sido roto.

Desde entonces obedezco sin demasiadas preguntas. Pongo en duda algunos métodos, discuto procedimientos y trato algunos de cambiarlos. He buscado el propio espacio donde poner yo las reglas, pero nunca distorsionando un marco regulatorio. El principio de autoridad me ha sido siempre entendible para lograr un bien general y común. Es probablemente la ventaja de haber crecido en un entorno donde nos dejaron reglas consensuadas entre todos. Miles de muertos atrás, décadas de mando arbitrario, dieron paso en nuestra España a un espacio de consenso, a la descripción de un marco, que daba cabida a todos para seguir el proceso de hacer rentables los esfuerzos y repartir entre todos.

placeholder Leonor y Sofía. (Reuters/Susana Vera)
Leonor y Sofía. (Reuters/Susana Vera)

No es sólo que la hicieron, es que la sometieron a voto. El que no estuvo de acuerdo lo dijo, pero aceptando el primigenio legado de la democracia de acatar la mayoría, que alcanzó entonces un aclaratorio 98%. El otro día la juró Leonor en su condición de heredera de la jefatura del Estado. Repetirá juramento, confío, cuando tome posesión de su futuro cargo. Jura mucha más gente la constitución. El presidente de gobierno y todos sus ministros, diputados, senadores, miembros del Tribunal Constitucional y del Consejo General del Poder Judicial, del Tribunal de Cuentas y el Defensor del Pueblo, jueces y magistrados, fiscales, secretarios Judiciales, militares, funcionarios, policías y demás miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado… mucha gente.

Pero creo que no fue suficiente. El ejemplo de Leonor debería cundir y tornarse obligatorio cuando se tenga su condición. No me refiero a la de heredera sino a la de mayor de edad. Imagino a mi madre encerrando en el baño a todos aquellos que se mean encima… de la Constitución. Tiene sentido que, si no lo aceptas, no disfrutes de sus ventajas. ¿No vas al baño? De acuerdo: no hay más pañales. ¿No acatas la Constitución? De acuerdo, no votas ni tienes derecho a ninguna de sus ventajas. La constitución regula, por ejemplo, el derecho a la salud y a la vez la capacidad tributaria del Estado y del resto de administraciones. Recibimos y aportamos, con arreglo, a un montón de leyes bajo un paraguas constitucional que entendemos y aceptamos.

"Recibimos y aportamos según un paraguas constitucional que entendemos y aceptamos"

De la misma manera, mi madre impediría el derecho a voto a quien no haya jurado la Constitución, por ejemplo. Un juramento que comprometa. Al menos a la gente con dignidad. Si no lo haces no estás dentro del sistema, no te corresponden sus derechos porque no aceptas sus imposiciones, que por cierto se pueden cambiar si una gran mayoría estamos de acuerdo. Y si lo haces, pero perjuras, que tengamos derecho, sin posible réplica, a llamarte indigno, a no considerarte a la hora de tomar decisiones o a no tener que hacer ningún tipo especial de concesión personal, histórica o económica.

Foto: Felipe de Marichalar, en una imagen de archivo. (Cordon Press)

Desobedecer no es progresista si lo que propones no encamina hacia el progreso. Ir contra lo establecido no siempre es mejora y ser minoría no acredita razón. Los que pagan impuestos podrían proponer un referéndum que aboliera el IRPF. Pozuelo, el municipio una vez más con más renta de España, su independencia y el inglés, como idioma oficial, La Moraleja. El sin sentido de no someterse a un marco general me haría reclamar, a cambio también de mi voto, la resurrección de Don Ramón del Valle Inclán.

Solo su talento estaría a la altura del género que él inventó y que sería el apropiado para la recopilación de las absurdidades que viviríamos, o viviremos: el esperpento. Por cierto, prohibiría las fórmulas de juramento que hoy se admite a nuestros representantes y administradores. No soportaría escuchar de nuevo aquello de "te lo juro por Snoopy".

Aprendí el abecé del obedecer, me cuentan, a los tres años. Acreditando ya por entonces mis pocas dotes de mando, mi propia vejiga, uretra y esfínter perpetraban inopinadas acciones de rebeldía, dando rienda suelta al caudal urinario, sin previo aviso y con claro espíritu antisistema. En tiempos de tener que lavar toallas con funcionalidad de pañales, mi sobreocupada madre decidió que era momento de meterme ya en vereda. Léase por favor por vereda el baño comunitario que tenía en la corrala la casa de un dormitorio que prestaron a mi padre a las afueras de Zarzaquemada.

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