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La prensa de la marmota
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Juan José Cercadillo

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La prensa de la marmota

La marmota es el Gobierno; Cataluña, la tormenta; la tragedia del momento es el agua, el campo o los impuestos. Nos repetimos en bucle

Foto: Una persona leyendo el periódico en la playa de la Malagueta. (EFE/Jorge Zapata)
Una persona leyendo el periódico en la playa de la Malagueta. (EFE/Jorge Zapata)
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Ese saludo de radio, puntualmente ordenado por un viejo despertador, es el punto de partida de las idas y venidas que un endiosado periodista repite día tras día con el calendario estancado, con la vida repetida. El mismo aviso de frío, la misma previsión de tormenta, el saludo en la escalera, el camino hacia el trabajo, el molesto conocido, el inicio de la fiesta en torno al ritual absurdo de ver si duerme la marmota o despertó a la primavera, si su figura hace sombra.

Mil intentos de suicidio para escapar de la rutina, de ese inexplicable bucle en el que se encontraba su vida, con el fatídico resultado, que esta vez no era la muerte, sino la vuelta a la cama de aquel pueblerino hotel a la hora señalada: las seis o'clock de la mañana. Vuelta sin otro remedio al estridente e impostado grito de los locutores que repiten casi cien veces en lo que dura la película: "¡Buenos días excursionistas, no se olviden de sus botas, porque hace mucho frío ahí fuera!".

Al desconcierto inicial le van sucediendo actitudes que describen arquetipos de amplio y conocido espectro. Del cascarrabias insoportable, al desesperado confeso. Del preocupado por todos, al explorador de talentos. Del libre al mal libertino, del que odia o todo el mundo, al enamorado de libro. Del que aborrece su trabajo, al que intenta sublimarlo. Del individualista obseso, al conquistador empedernido, embelesado y sin tiempo. Cuando a un no, no le sigue el "mañana será otro día".

Foto: El expresidente catalán Carles Puigdemont durante un debate en el Parlamento Europeo el pasado diciembre. (EFE/Ronald Wittek)

Es el día de la marmota, es la España de estos tiempos. El mismo saludo en la radio, que si buenos, que si necios. La marmota es el Gobierno; Cataluña, la tormenta; la tragedia del momento, el agua, el campo o los impuestos. Nos repetimos en bucle en tertulias y columnas, en reportajes, secciones, entrevistas o debates. Cada uno con su mantra, conscientes de lo imposible que es cambiar nuestro destino, hablándonos entre nosotros. Somos una sociedad de muchos millones de Phils. Convencidos como estamos de volver al mismo sitio, el esfuerzo de cambiarlo hace mucho que se ha ido. Y ningún Phil oye a otro Phil, bastante tenemos cada uno con lo nuestro. Para qué voy a escucharle si casi haga lo que haga voy a volver a la cama a escuchar ciertas arengas a las seis de la mañana.

Ciertos avisos buscando mi miedo por todo el cuerpo, cierto impostado optimismo que pretende compensarlo. Asustados, sí, pero evitando parálisis, que el dinero es el dinero. Siento trato de borrego que peregrina cada mañana a ver si duerme el vocero o se está desperezando y anuncia que sube el dinero o que la hipoteca baja. Peregrino y macabro método cuando la noticia afecta a niños muertos en Gaza, a jóvenes acuchillados, da igual en Israel o en Bélgica, a ucranianos a trompadas, que a fuerza de repetirse a las seis de la mañana parece que quedan en nada.

Foto: El presidente el Gobierno, Pedro Sánchez, durante una entrevista con la Sexta TV.

Es el día de la marmota, feminazis o fascistas. Fachosfera, perroflautas, empre-serios, peón-nadas. Inmigrantes, aborígenes, trincheras en los aeropuertos, puertas al campo y la playa. Autónomos que no funcionan, funcionarios algo autómatas, irremplazables por decreto, y ausentes las más de las horas, que tienen seguro su puesto. Políticos a diestro y siniestro sin centro donde encontrarse. Prensa entregada al libelo que, persiguiendo los euros, emulan en su diseño forma de talón de banco, tratándolo de cobrar a nombre de titulares. Cheques al portavoz. Talón de Aquiles para ellos.

Es la urna el nuevo ombligo que no dejan de mirarse muchos que no se han dado cuenta de que tienen las dos manos. La ley del mínimo esfuerzo o de que se esfuercen los otros. Por subsidio o por convenio. Son los muertos a la cara, los de ayer y hace más tiempo. Son luchas de territorios que dicen que una vez fueron. Son fueros de allí vistos de lejos y fueras de aquí de algunos necios. Quererse hacer entender hablando para que no entiendan los que parece que escuchan y están pensando en la réplica.

Foto: Un millar de tractores participan en marchas convocadas en Lleida y Vic. (EFE/Óscar Cabrerizo)

Son las seis de la mañana y suenan algunas radios emulando la piñata, dándole con verborrea, mientras se van alegrando. Son las seis de la mañana y con un cambio de dial le cambias la cara a España, el manta torna estadista, el rebelde tiene causa, el de enfrente, digamos Pepe, es una auténtica ruina. Es el día de la marmota. No soy ni sombra de mí mismo, dan ganas de quedarse en la cama. Avisen cuando estén seguros de que llegó la primavera o cuando pasemos pantalla.

Ese saludo de radio, puntualmente ordenado por un viejo despertador, es el punto de partida de las idas y venidas que un endiosado periodista repite día tras día con el calendario estancado, con la vida repetida. El mismo aviso de frío, la misma previsión de tormenta, el saludo en la escalera, el camino hacia el trabajo, el molesto conocido, el inicio de la fiesta en torno al ritual absurdo de ver si duerme la marmota o despertó a la primavera, si su figura hace sombra.

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