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Juan José Cercadillo

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Petardeando

Propondría unir dos fiestas de marcada tradición y que veo compatibles y de gran éxito de público si, como sería lo lógico, se celebrara en la madrileña plaza de Colón: Castellets y tomatina

Foto: La mascletá de Madrid, celebrada este domingo tras la polémica. (EFE/David Fernández)
La mascletá de Madrid, celebrada este domingo tras la polémica. (EFE/David Fernández)
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Hoy me explota la cabeza. Me siento un poco petardo. 300 kilos de pólvora hermanando dos ciudades en estos tiempos de guerras no parece lo apropiado. Madrid homenajeó a Valencia con una idea explosiva: la mascletá madrileña. Los valencianos con vicio llegaron en AVE para confirmar su conquista y el récord de decibelios. Tan molesta como efímera, la idea del ayuntamiento hizo mucho ruido. Y molestó a los pájaros. A los que tienen un nido y a los que anidan la esperanza de socavar con pancartas la gestión de un buen alcalde metido en un pequeño lío.

Los hay que piensan que quemar partidas de presupuesto en alguna plaza pública no se considera un gesto. Se queda en un simple gasto, 45.000 euros. Los hay que consideran el plagio de las costumbres como signo de confraternización, admiración o reconocimiento. Los hay tratando de dinamitar la propuesta pirotécnica y los hay esperando el embriagador olor del azufre cuando la dinamita revienta. Hay de los que se echan las manos a la cabeza por lo absurdo de la idea y hay quien repetirá el gesto, pero echándoselas a las orejas tratando de minimizar ese holocausto acústico que, personalmente, no creo que venga demasiado a cuento, ni a cuenta.

Entendiendo la intención, soy de los que no encuentran placer en el repiqueo maltratador de los tímpanos por obligación o recreo. Ese estallido sonoro, ese trueno provocado, tiene en mí el mismo efecto que en los pájaros que habitan el Madrid Río. Yo voy a salir volando. Como, Dios no quiera que ocurra, le puede pasar alguno de los que anden más cerca si los cálculos y los tiempos sufren cualquier desajuste. Fueron tres mil detonaciones que, más vale que se produjeran con la cadencia adecuada porque, si por error hubieran coincidido, puede que el hermanamiento se tuviera que haber hecho con Gaza.

Foto: Decenas de personas observan el humo de colores durante la primera mascletà madrileña, en el Puente del Rey de Madrid Río. (Europa Press/Europa Press)

Puestos a discrepar, me gusta, siempre que humildemente se pueda, plantear alternativas. Y sin nada que objetar a confraternizar con Valencia, podríamos estudiar otras costumbres ajenas de encaje menos nocivo y diversión similar que atienda otras aficiones y honre algún otro lugar. Para acercar la capitalidad a algunas regiones díscolas podríamos empezar, en vez de con la Fórmula 1, trazando un circuito urbano de encierros como en Pamplona. La fecha estaría clara, la participación segura, y el sonido de cencerros no consta entre las serias amenazas para la salud mental de gorriones urbanitas. Yo veo claro el trazado: Cibeles, Alcalá, Gran Vía, girando por la Montera y el ruedo en Puerta del Sol. Pero acepto itinerarios que, siendo alternativos, mantengan al menos el mismo número de metros y de balcones al recorrido.

Otro homenaje de moda podría ser a Barbate. Replicar con narcolanchas las labores de transporte, las técnicas amenazantes y la desigualdad de medios en el lago del Retiro podría tener doble efecto. Comunidad acreditada con el pueblo gaditano y concienciación de políticos para reorganizar presupuestos. Sin representar lo funesto, que con eso poca broma, sería seguro un buen vínculo que como fecha concreta podría ser cualquier día como pasa en la bahía que van a fiesta diaria moviendo tanta valija.

Y con el noble objetivo de optimizar gasto público, también sería ocurrente juntar en el mismo evento homenajes diferentes. Para acreditar que no tengo nada en contra de Valencia, la incluiría en el programa juntando también Barcelona y, en estos tiempos de guerras, tratar de buscar una vía para reducir distancias y con sutil conveniencia homenajear el concepto de "països catalans welcome" colgado del Ayuntamiento. Sería muy eficiente celebrar la amistad de ambas ciudades, juntitas el mismo día.

Foto: Almeida recibe a la alcaldesa de Valencia antes de la mascletà. (Europa Press/Carlos Luján)

Propondría unir dos fiestas de marcada tradición y que veo compatibles y de gran éxito de público si, como sería lo lógico, se celebrara en la madrileña plaza de Colón: Castellets y tomatina. Dejo a los especialistas en organización de eventos el criterio del horario porque hacer las dos a un tiempo me da que las mezclaría con resultados inciertos. Habría que cubrir en cualquier caso la angelical cara de Julia, la blanca escultura de Plensa, para que siga inmaculada. Y proveer de ropa impermeable y gafas a los miembros del Castellet no fuera que algún tomate perdiera su itinerario. La trayectoria de un tomate en manos de aficionados las carga la incertidumbre y los Castellets son altos. En caso de ser necesario, el patrocinio de Wipp Express lo veo garantizado.

Hermanarnos con Bruselas también resulta procedente. Aquí tendríamos que replicar la larga tradición que tienen. Sentaríamos a mil tíos en posición bizantina. Esa que se cargó un imperio discutiendo tonterías. Tendrían que ser seleccionados temáticamente. El que sepa de algún tema, descartado. Podríamos ver en directo la creación de las trabas. La elaboración de disposiciones sin orden ni fundamento. El éxtasis de la burocracia. Eso sí, el importe destinado para materializar el evento, en este caso, no podría ser escueto. Dietas, despachos y asistentes, conductores y becarias iban a dejar los euros que quemamos en minutos para homenajear a las Fallas en calderilla presupuestaria si lo que homenajeamos son fallos. Fallos, tratemos de cumplir las cuotas, que, como estamos viendo tienen ya quemado a muchos.

Vistas las alternativas, quizá el alcalde Almeida no ha tenido tan mal tino, ya que ninguna de las propuestas la veo exenta de polémica. Y no es porque las vea malas, es porque en estos días no hay ni una sola tontería que no venga con su réplica. Seguiremos petardeando

Hoy me explota la cabeza. Me siento un poco petardo. 300 kilos de pólvora hermanando dos ciudades en estos tiempos de guerras no parece lo apropiado. Madrid homenajeó a Valencia con una idea explosiva: la mascletá madrileña. Los valencianos con vicio llegaron en AVE para confirmar su conquista y el récord de decibelios. Tan molesta como efímera, la idea del ayuntamiento hizo mucho ruido. Y molestó a los pájaros. A los que tienen un nido y a los que anidan la esperanza de socavar con pancartas la gestión de un buen alcalde metido en un pequeño lío.

Noticias de Madrid José Luis Martínez-Almeida
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