Es noticia
Propósito irradio
  1. España
  2. Madrid
Juan José Cercadillo

Miredondemire

Por

Propósito irradio

Hoy he tachado otro de la lista. No soy bueno haciéndome propósitos. Demasiado ambiciosos o demasiado poco. A unos no llego, otros no me llegan a motivar. Tras el primer cuarto de siglo, mi cincuentena y pico quiso tomar el mando

Foto: Un hombre pasando sueño. (Roy McMahon/Corbis)
Un hombre pasando sueño. (Roy McMahon/Corbis)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

Hoy he tachado otro de la lista. No soy bueno haciéndome propósitos. Demasiado ambiciosos o demasiado poco. A unos no llego, otros no me llegan a motivar. Tras el primer cuarto de siglo, mi cincuentena y pico quiso tomar el mando. El siglo cumple veinticinco, le saco treinta años exactos, qué menos que otros cincuenta y cinco propósitos específicos, uno por primavera, las mismas que quiero que vengan. Tanta cábala, y tanto ver sufrir a mi báscula, me tenían convencido. El optimismo venía de no poder caer más bajo en cuanto a lo de mantener hábitos saludables, así que casi todos los del primer tercio de la lista tenían que ver con cuidarme -problemas del primer mundo, pido disculpas por eso-. Intercalé solo aquellos que me ayudarían a demostrar lo que quiero a los que quiero y dar las gracias, y tal. Ya he tachado también alguno de éstos, creo que no tengo remedio en eso de empatizar.

Renuncio a mis intenciones, hoy he tachado el del sueño. No al global, al de lo que querría ser cuando crezca, ese perdura indeleble, me refiero al de ordenar mi irregular letargo nocturno. Leí -siempre que diga leí es algún reel de TikTok- que conseguir un buen descanso, un dormir de calidad, ayudaba a mantener energía durante el día. Nuestra pila se recarga en la famosa fase NREM, aspiracional en mi caso. Normal mi fatiga crónica, mi falta de concentración, la preocupante pérdida de memoria, mi incapacidad de aprender. Alcanzar esa fase donde los ojos cerrados apenas si se menean, que es lo que significa NREM literalmente, en mi caso era quimera, unicornio, fantasía.

Foto: Concentración de colectivos de Memoria Histórica ante el Congreso. (EFE/Luca Piergiovanni) Opinión
TE PUEDE INTERESAR
Voy a ser franco
Juan José Cercadillo

Analizados los hábitos que impiden encontrarse en la tercera fase del sueño, la susodicha NREM, comprobé sin gran sorpresa que cumplía con rigor todos y cada uno de los enumerados por el estudiante de medicina -eso me apareció en TikTok- que en apenas un minuto se convirtió en mi coach. Elegí de todos, para empezar, el que me pareció más fácil y más eficaz, el de evitar un ambiente no adecuado. El resumen es bien sencillo: nada de móvil en la cama. Mataba varios pájaros de un tiro.

Y es que siempre le echaba un vistazo sin ánimo de encontrar nada. Pero, siendo ya eso absurdo, el gesto más perjudicial se me hizo evidente escuchando al estudiante o becario, un MIR en el mejor de los casos. Al poner a cargar el móvil me lo convertía en radio. Siempre al filo de las doce y con mi antifaz con cascos, me enganchaba a las tertulias, al gran hermano, de los programas deportivos en el estrafalario horario que instauró el pequeño-gran Jose María García.

Foto: Personas comprando decoración navideña. (Europa Press/David Zorrakino) Opinión
TE PUEDE INTERESAR
Que venga como quiera
Juan José Cercadillo

No me recuerdo en el tiempo sin dormirme con la radio. Antaño con El Larguero, desde hace un tiempo con El Partidazo. No me gusta nada el fútbol, no soporto ni el tono ni el fondo de los comentarios de arrabal de Estadio, pero afinando propósitos, caí en la cuenta de que llevo escuchándolos cuarenta años. En la vigilia -spoiler- analicé mi caso.

Mi enganche con ese mundo viene de muy muy lejos. Recuerdo tardes de futbol en viajes interminables de los coches de esos tiempos. Puertos, travesías, caravanas, extendían los trayectos y, desgastadas las cintas de ABBA, solíamos escuchar la radio los domingos de vuelta del pueblo. Mi hermana se mareaba, decía, para evitarse el sufrimiento. Pero mi padre me respetaba y esa cantinela me acompañó momentos de felicidad sencilla, de convivencia y de buenos recuerdos de andanzas propias de niños pequeños.

Foto: Un trabajador de Glovo en imagen de archivo. (EFE/Quique García) Opinión
TE PUEDE INTERESAR
Me cojo un globo
Juan José Cercadillo

Se me quedó la costumbre hasta el hecho de que ya con veinte años buscaba en la soledad del coche un montículo en Lisboa donde, no sé ni cómo, descubrí que se alcanzaba la señal del Carrusel Deportivo, y sobre todo la voz de Pepe Domingo Castaño, que esperaba con ilusión incomprensible cada semana. Me fui a vivir a Lisboa persiguiendo aquellos sueños de ser torero de fama, de mujeres y dinero más que de cornadas. No es el que me persiste, el toro me puso en el sitio correcto y aún lo sigo agradeciendo. La ilusión nunca faltaba pero las semanas eran duras, ya explicaré el por qué. Pero tras días de estricto ayuno, cuestas por las que correr y jornadas interminables de toreo de salón en la tierra batida de una pista de tenis prestada, la rutina de domingo de acercarme a aquellos cines, comprar unas palomitas y refugiarme en el montículo a escuchar en castellano goles, faltas, tácticas y silbidos no sé por qué, me reconfortaba.

Desde entonces soporto con tanta frecuencia los gritos de Manolo Lama que forman parte de mi existencia. Emigré por Paco González de nuestra Ser a su Cope y ahí persisto en arruinarme lo de enganchar bien mi sueño. Al punto de desplomarme un berrido de Antoñito, un improperio de Fouto, un alarido de Tomás Guash deshacen todo el proceso que intenta mi melatonina. Las broncas de Siro López, la voz penetrante de Miguelito, aciertan con el instante justo de hacerla volver a empezar. La frustración de Castaño, cuando se eleva de tono por el caos de las tertulias, por lo absurdo del debate, me suenan a despertador en la mitad de la noche.

Foto: Víctor de Aldama comparece en la comisión de investigación del Parlamento de Baleares. (EFE/Miquel A. Borràs) Opinión
TE PUEDE INTERESAR
Co-romper
Juan José Cercadillo

Con semejante costumbre vi el remedio a mi alcance. El número seis de propósito: no ponerme más la radio. Trasladé el cargador al baño el primer día de enero, el siete para más señas. Me acomodé con mi almohada en la posición correcta y lleno de expectativas quedé esperando a Morfeo. Con la desintoxicación y el silencio sepulcral no quise pensar en nada que no pudiera acabar, tal era mi convencimiento. Mi cabeza no estuvo de acuerdo. A la media hora había repasado mi agenda entera del mes, me acordé de tantas cosas pendientes en el trabajo, de tantos encargos de casa, de tantas tareas pendientes que empecé a entrar en pánico. No mejoró la hora siguiente. Ni respirar, ni contar ovejas, ni poner la mente en blanco… y, fracaso tras fracaso, empecé a verlo verdaderamente negro en lugar del pretendido blanco.

Menos mal que ya sabía que a las dos de la mañana cuelgan el pódcast del día. Me levanté con templanza y barruntando la hora. Me equivoqué, tres y media. Accedí al cuarto de baño, y recogiendo las velas, recogí mi terminal que reposé en mi mesilla después de darle a empezar a El Partidazo de Cope. No pasaron diez minutos y me vino el sobresalto de Emilio Pérez de Rozas quejándose a voz en grito. Buena señal, me dije casi casi sollozando. No recuerdo nada más ni sé muy bien de qué hablaron. Pero al poco de despertar busqué mi lista de marras, taché “no poner la radio” y recordé con nostalgia la de horas que a estos tipos, sin querer, aun queriéndoles yo tanto, han contribuido a mis sueños de sentirme acompañado.

Hoy he tachado otro de la lista. No soy bueno haciéndome propósitos. Demasiado ambiciosos o demasiado poco. A unos no llego, otros no me llegan a motivar. Tras el primer cuarto de siglo, mi cincuentena y pico quiso tomar el mando. El siglo cumple veinticinco, le saco treinta años exactos, qué menos que otros cincuenta y cinco propósitos específicos, uno por primavera, las mismas que quiero que vengan. Tanta cábala, y tanto ver sufrir a mi báscula, me tenían convencido. El optimismo venía de no poder caer más bajo en cuanto a lo de mantener hábitos saludables, así que casi todos los del primer tercio de la lista tenían que ver con cuidarme -problemas del primer mundo, pido disculpas por eso-. Intercalé solo aquellos que me ayudarían a demostrar lo que quiero a los que quiero y dar las gracias, y tal. Ya he tachado también alguno de éstos, creo que no tengo remedio en eso de empatizar.

Noticias de Madrid