Miredondemire
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Pase lo que pase
Reencuentro histórico en Las Ventas: figuras legendarias y nuevas generaciones se unen en un emotivo tributo, reviviendo recuerdos y emociones en una tarde irrepetible para la tauromaquia
No da igual lo que pase. Pero me da igual. Y nada será igual si lo que tiene que pasar, pasase. Morante ya ha escrito la historia. Con sus actuaciones de este año, con su iniciativa alocada con la que nos ha vuelto locos a todos. Escrita la historia queda en las letras tipo serif, gruesas, de trazo recto, condensadas y solemnes de un cartel irrepetible, inimaginable, insuperable. Letras que, pase lo que pase, serán de mármol o cerámica en la piel enladrillada de Las Ventas para que reciba su justo homenaje de décadas y generaciones que lo vieron o lo oyeron como referencia. Lo que vaya a pasar, lo que pase en realidad, serán 23.000 historias diferentes e incontrastables. O alguna más, que siempre hay gente que dice que vio a los Beatles, a Mohamed Alí o a Maradona. La historia serán decenas de miles de historietas filtradas por los sentimientos y sensaciones que cada uno viva sentado en la granítica tradición, hoy mejorada con este festejo, de la plaza más importante del mundo, y con sus mejores toreros.
Sentados, expectantes, rezumando la ilusión acumulada desde la confirmación de tu entrada acudimos en tropel, peregrinamos. Mirando quien ha venido, quien falta. Nadie. Nadie en su sano juicio podría perderse un homenaje a Antoñete. La mejor expresión de la historia y la historieta -que es la historia tamizada-. Si hubieran entrado todos los que cuentan en primera persona aquella histórica faena al toro ensabanado de Osborne del día de San Isidro de 1966, la plaza tendría que haber albergado lo mismo que dos Bernabeus. La trayectoria de Antoñete es historia, la emoción de los que le vimos le puso la hache mayúscula a base de contar las historietas propias. Sobre todo, en esta plaza donde vivió y terminó mito. Modelo de cite y remate, ejemplo de pausa, de manejar las esperas, de precipitar oles en esos embroques que parecían no llegar y luego se hacían eternos. De rebozarse de tauromaquia, de echársela entera a sus espaldas, literalmente, en los finales de sus arremolinadas medias verónicas. Toreo, bohemia y clase, rubricadas blanco sobre negro en la casualidad perfecta de su mechón identitario. Justo homenaje al toreo vivido, no al ejecutado. Fumar, jugar, beber, triunfar, sufrir y enamorar en torero, privilegio de unos cuantos.
Y llega Morante en genio, comprometido, inspirado. Por la iniciativa, por la cirujana precisión de la propuesta, mitad homenaje y mitad reconocimiento a su propia trayectoria. Del don de la oportunidad al poder de la convocatoria. Inmensa colección de toreros que solo saben vivir en toreros como hilo conductor del coherente homenaje. Un mar de autenticidad en este proceloso océano de confusiones, posados y mediocridad de nuestros tiempos. Lo es de por sí la tauromaquia, refugio de verdad ante el espejo. Pero el destilado que la genialidad de Morante, con su intrincado alambique, nos brinda este domingo de la virgen del Pilar, es la esencia misma de la explicación de su existencia. Sostenida hoy en día por uno de sus últimos pilares. Y eso ya es así, pase lo que hoy pase.
Toda joya tiene un broche. El de ésta tiene nombre y se apellida Vazquez. El torero de toreros, el modelo inimitable, se honra y nos homenajea con la misma entrega de cuando era joven. Que sea el más mayor de los que han toreado en Las Ventas lo convierto en una anécdota. El que más ha toreado en esta plaza justiciera, la complementa. Nunca se le dieron bien a Curro los números. Ni falta que le hiciera. A él ni a sus seguidores. La excelencia, si es numérica, se pelea con el arte y el maestro, con su concepto puro de siempre, apura su cátedra de enseñarnos la importante diferencia entre sumar y multiplicar, entre la matemática y la cábala.
La machada, una más, marca un hito en su carrera, no un final. Su despedida fue buena, su reconocimiento mucho, se cerraron las heridas, el posible resquemor se le hizo poso. Se despidió en Vistalegre, la plaza de sus amores. Hoy le reciben en Las Ventas, la plaza de sus temores. Y se palpa en el ambiente, en los comentarios de barra, que de todos los alicientes, el de ver a Curro Vazquez, aplaudirle y reconocerle como se merece, es el primero de todos, el que más ilusión hace de las miles de esta tarde.
El amigo de Chenel le honra con su presencia. Honremos aquellas vidas de verdad y coherencia, de entrega, afición y respeto por la muerte, por la vida, por el arte de vivirla siendo siempre un gran ejemplo. A mí, el cartel me inspira, lleva haciéndolo mucho tiempo. Ver torear a Curro en su plaza de Las Ventas es un sueño al que quiero llegar despierto y con el que, pase lo que pase, sé que volveré a soñar durante mucho tiempo.
No da igual lo que pase. Pero me da igual. Y nada será igual si lo que tiene que pasar, pasase. Morante ya ha escrito la historia. Con sus actuaciones de este año, con su iniciativa alocada con la que nos ha vuelto locos a todos. Escrita la historia queda en las letras tipo serif, gruesas, de trazo recto, condensadas y solemnes de un cartel irrepetible, inimaginable, insuperable. Letras que, pase lo que pase, serán de mármol o cerámica en la piel enladrillada de Las Ventas para que reciba su justo homenaje de décadas y generaciones que lo vieron o lo oyeron como referencia. Lo que vaya a pasar, lo que pase en realidad, serán 23.000 historias diferentes e incontrastables. O alguna más, que siempre hay gente que dice que vio a los Beatles, a Mohamed Alí o a Maradona. La historia serán decenas de miles de historietas filtradas por los sentimientos y sensaciones que cada uno viva sentado en la granítica tradición, hoy mejorada con este festejo, de la plaza más importante del mundo, y con sus mejores toreros.