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El ‘veranus horribilis’ del ministro del Interior
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Javier Caraballo

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El ‘veranus horribilis’ del ministro del Interior

Sus intervenciones se cuentan por desaciertos, sus apariciones por problemas, sus afirmaciones suelen ser presagio de males mayores. No, definitivamente, no son éstas las características que

Sus intervenciones se cuentan por desaciertos, sus apariciones por problemas, sus afirmaciones suelen ser presagio de males mayores. No, definitivamente, no son éstas las características que cualquiera destacaría en la personalidad política de un ministro del Interior en cualquier país del mundo, pero sí son esos, precisamente, los rasgos que han convertido el verano de Jorge Fernández Díaz en el peor estío político de los que se pueden recordar en un dirigente público.

haberle jugado una mala pasado en el ‘caso Publio Cordón’. El ministro ofreció el 20 de julio una rueda de prensa con todos los detalles del secuestro y muerte de Publio Cordón a manos de los Grapo, hace 17 años, y, tan sólo un día después, el juez que lleva el caso en la Audiencia Nacional abrió una investigación al considerar que en esa rueda se ofrecieron algunos detalles de la operación que todavía estaban bajo secreto, incluidos en una comisión rogatoria remitida desde Francia.

La única disculpa que puede encontrar el ministro en esta última polémica es la personalidad y el afán de protagonismo del titular de ese proceso, el magistrado Gómez Bermúdez, censurado a su vez por algunas de sus decisiones en este caso que la Guardia Civil lleva investigando desde hace dos décadas. Pero queda la sensación primera, que el ministro no mide sus palabras cuando se dirige a los medios de comunicación. Como a principios de esta semana, cuando ofreció explicaciones del error cometido por la Policía Científica en la investigación de la desaparición de los niños Ruth y José, presuntamente asesinados por su padre. Ni los hechos sucedieron cuando Fernández era ministro ni el informe erróneo se produjo bajo su mandato, pero cualquiera que oyera la rueda de prensa, su forma de expresarse, los argumentos utilizados, lo colocaba directamente bajo sospecha. En este caso, sin duda, de forma injusta, pero cuando vienen mal dadas… Y tras el ‘veranus horribilis’ de Fernández Díaz, lo único que se puede asegurar es que, como ministro, no se encontrará con otro agosto igual. Porque nadie lo resiste.

Sus intervenciones se cuentan por desaciertos, sus apariciones por problemas, sus afirmaciones suelen ser presagio de males mayores. No, definitivamente, no son éstas las características que cualquiera destacaría en la personalidad política de un ministro del Interior en cualquier país del mundo, pero sí son esos, precisamente, los rasgos que han convertido el verano de Jorge Fernández Díaz en el peor estío político de los que se pueden recordar en un dirigente público.