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Luis Portillo: el ocaso de una era, el símbolo de nuestra ruina
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Javier Caraballo

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Luis Portillo: el ocaso de una era, el símbolo de nuestra ruina

Hace tiempo ya que se secó el manantial de pepitas de oro y que se evaporaron los efluvios dorados de los grandes pelotazos. Ni jet privados,


¡Cinco años! Qué vértigo produce al compararlo ahora, esta semana, con su última huella en los medios de comunicación: “El grupo Zent Inversiones -cabecera del holding patrimonial de Luis Portillo y su esposa, María Jesús Valero- ha presentado la solicitud de concurso de acreedores para trece de sus empresas, con una deuda superior a los 545 millones de euros”, Luego, la noticia detallaba, además, que el concurso de acreedores llegaba después de que Portillo, aquel magnate del ladrillo que tenía a los banqueros comiendo de su mano, haya fracasado en su intento de refinanciar el pasivo financiero entre los principales bancos y cajas de ahorro del país, que ahora figuran en lugar preferente en el listado de acreedores. La noticia recogía, al final, como un último rejón, que la situación personal de Portillo todavía podría agravarse más si prospera una demanda de mil millones de euros por su antigua gestión en la Inmobiliaria Colonial.

Sí, es muy difícil poder digerir que en cinco años se produzcan esos dos extremos pero, si lo pensamos, en la vida de esos personajes, en la España del pelotazo, en la trayectoria de esos “reyes del ladrillo”, están las explicaciones de muchas de los desastres económicos de hoy. Luis Portillo, verán, no tendría esa importancia en el desastre económico de España si la suya fuera una mera aventura empresarial que, como tantas cosas en la vida, acaba despeñándose por el fracaso. Esa no es la cuestión: si Portillo es relevante es porque es el símbolo de las componendas políticas y financieras que nos han precipitado a este agujero.

La fortuna de Luis Portillo no se entiende sin sus conexiones con el poder socialista en Andalucía y se entiende menos aún sin la relajación del sistema financiero en España. La ‘burbuja inmobiliaria’ que hemos padecido, la especulación salvaje de la vivienda, se ha inflado con pompas de intereses políticos y bancarios de la que acaso nunca se den explicaciones ni nunca se asuman responsabilidades. En la caída de Luis Portillo, en el ocaso de aquella era del pelotazo, están las raíces podridas de la crisis que nos han dejado y que pagaremos durante muchos años.