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Todo el año es Día de Reyes
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Javier Caraballo

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Todo el año es Día de Reyes

El político populista que gobierna en su región desde hace tanto tiempo que ya no se recuerda fuera del despacho, se ha vuelto hacia sí mismo

El político populista que gobierna en su región desde hace tanto tiempo que ya no se recuerda fuera del despacho, se ha vuelto hacia sí mismo en una de las cenas de Navidad y ha alzado su copa de champán al cielo para dedicarse el brindis sin interferencias. Nada de sentimentalismos para los deseos del nuevo año, nada de pasiones terrenales que poco entienden de los vericuetos del poder. El poder, sí, no hay otra frase escrita en su sonrisa cuando ha alzado la copa para beberse de un trago los deseos que nadie más que él conoce, entiende y maneja.

Es la sonrisa placentera que provoca el almíbar del poder regional, esa nueva casta política que se instauró en España con la descentralización de las autonomías. Ni la crisis económica ni las limitaciones presupuestarias alteran la satisfacción de este hombre ni distorsionan la amplitud de los deseos para el nuevo año. Vendrán tiempos difíciles, pero no para él, no para sus intereses, porque lo más complicado de la política, que es encontrar un discurso con el que zarandear a las gentes, se lo ha facilitado la llegada de un Ejecutivo de signo opuesto en el Gobierno de España.

Ni la crisis ni las limitaciones presupuestarias alteran la satisfacción de este. Vendrán tiempos difíciles pero no para él, no para sus intereses, porque lo más complicado de la política, que es encontrar un discurso con el que zarandear a las gentes, se lo ha facilitado la llegada de un Ejecutivo de signo opuesto en el Gobierno de España¿Qué mejor regalo de Reyes que este que le ofrece la posibilidad de justificarlo todo, de exigirlo todo, de protestar por todo con sólo señalar con el dedo al de enfrente? Vendrán tiempos difíciles, sí, pero cuando en España se está en posesión de un agravio no hace falta nada más. Y este es su caso. La política española siempre ha sido así, el cainismo se impone a la lealtad institucional, sectarismo antes que colaboración, partidismo antes que interés general. Alza el mentón, alza la copa y respira. En España, todo el año es Día de Reyes Magos.

El empresario repeinado al que todos esperaban ver triste por las calles se ha bajado de su flamante Audi para entrar a cenar en uno de los mejores restaurantes de la ciudad. Una cena con los compañeros de la asociación patronal para darle la bienvenida al año. ¿Y triste? ¿Por qué iba a estar triste si lo único que le ha ocurrido es que ha tenido que cerrar la empresa? En cuanto bajaron los márgenes de beneficio, el empresario comenzó a planificar el cierre. Nada le dijo a la veintena de trabajadores de la plantilla, pero la decisión estaba tomada desde el principio: ni un esfuerzo más para intentar reflotar la empresa, reconducirla o reajustarla. Que no estamos en este mundo para sufrir y mucho menos para perder dinero, como le explicó a sus colegas mientras el camarero descorchaba un buen reserva.

Vendrán tiempos difíciles, sí, pero para este negociante, símbolo del empresario especulador, los malos tiempos le han llegado con las alforjas llenas. El cerrojazo de la empresa, el despido de los trabajadores y hasta el listado de proveedores impagados no van a hacer merma en su fortuna, que para eso ya están sus abogados y los recovecos de la legislación laboral en España. ¿Triste? Que nadie se preocupe por él porque ya tiene pensado abrir de extranjis el mismo negocio, más reducido, pero sin pagar impuestos ni altas de trabajadores. Nadie mejor que él lo sabe: en España, todo el año es Día de Reyes Magos.

El trabajador municipal al que todos conocen en el barrio ha entrado en el bar y ha pedido una ronda de cafés y carajillos para los cinco amigos que a esa hora temprana se acodaban en la barra. Empieza el año y en el Ayuntamiento le han confirmado que van a hacerle otro contrato de seis meses en una de las empresas públicas. Jardinería, mantenimiento, limpieza o un puesto de conserje en algún colegio, qué más da. La vieja militancia en el partido le ha garantizado durante todos estos años un modo de vida acomodado, unas veces con el sueldo del Ayuntamiento y, cuando faltaba, con las ayudas y la paga del desempleo. Nada para tirar cohetes, pero lo suficiente para haber pagado el piso que se compró en el barrio y para sacar adelante la hipoteca de un apartamento en la playa. En su ficha de la bolsa de empleo del Ayuntamiento figura como ‘peón de cualquier cosa’, que fue la recomendación que le hicieron en el sindicato para poder ir contratándolo aquí y allí.

Y como el trabajo del ayuntamiento es, digamos, ‘flexible’, porque nadie se desloma en el tajo ni nadie le pone reparos a que uno pueda ausentarse del trabajo por asuntillos personales, siempre puede echarle una mano a su hijo, con las chapuzas de la fontanería. ¿Sin IVA? Pues claro, que sólo faltaba eso, pagar impuestos. Vendrán tiempos difíciles, sí, pero ellos siempre han sabido nadar y guardar la ropa. Ser listos, digamos. Que en España, si tú quieres, todo el año es Día de Reyes Magos. 

El político populista que gobierna en su región desde hace tanto tiempo que ya no se recuerda fuera del despacho, se ha vuelto hacia sí mismo en una de las cenas de Navidad y ha alzado su copa de champán al cielo para dedicarse el brindis sin interferencias. Nada de sentimentalismos para los deseos del nuevo año, nada de pasiones terrenales que poco entienden de los vericuetos del poder. El poder, sí, no hay otra frase escrita en su sonrisa cuando ha alzado la copa para beberse de un trago los deseos que nadie más que él conoce, entiende y maneja.