Matacán
Por
Cataluña, agravios a la carta
“De diez cabezas, nueve embisten y una piensa”. Sólo un país como España puede producir poetas de la altura de Antonio Machado que, junto a los
“De diez cabezas, nueve embisten y una piensa”. Sólo un país como España puede producir poetas de la altura de Antonio Machado que, junto a los más bellos versos que puedan imaginarse, sientan la inclinación literaria de retratar su entorno con estos ‘Proverbios y Cantares’ tan crudos, tan desolados. De diez cabezas, nueve embisten. ¿Qué sociedad resiste eso, qué progreso puede imaginarse? Por fortuna, la hostilidad social y política de la pre guerra civil española en la que Machado escribió estos poemas está muy lejos de la crispación política de un momento como el actual, pero, en el fondo, los paralelismos que se arrastran llevarían al poeta a repetir otra vez su diágnostico. O peor, porque qué ocurre cuando ni siquiera la cabeza que uno cree, en un principio, que es la que piensa, que es la cabeza sensata, resulta que también es como las demás, y embiste como todas.
La reflexión no se produce al azar sino aplicada, como quizá pudo ocurrirle a Machado, al permanente pulso de Cataluña con el resto de España, convertido en todo su quehacer político desde hace demasiado tiempo. Sabemos, de hecho, que el poeta estaba seriamente contrariado con la deriva nacionalista de Cataluña y lo dejó escrito en sus cartas: “La cuestión de Cataluña, sobre todo, es muy desagradable. Creo con don Miguel de Unamuno que el Estatuto catalán es, en lo referente a Hacienda, un verdadero atraco, y, en lo tocante a Enseñanza, algo verdaderamente intolerable”. En ese entorno de tensión permanente, qué decepción más grande cuando se descubre que ni siquiera existe la única cabeza que presumíamos distinta, por su saber, por su sensatez, por su conocimiento; que incluso esa cabeza, en vez de pensar decide sumarse a las cabezas que sólo buscan la embestida.
No se buscaba un ‘déficit a la carta’, sino ‘agravios a la carta’. Lo que ocurra en Cataluña, sea lo que sea, recortes en Educación o quiebras de empresas, será siempre culpa de España
Y sí, la reflexión no llega al azar sino al contemplar la nueva batalla emprendida por la Generalitat de Cataluña y descubrir en el centro de la polémica, como uno más, a una persona como Andreu Mas-Colell. ¿Era éste el eminentísimo catedrático de Economía, reputado en todo el mundo, que aceptó el reto de entrar en política? ¿Es esta la misma persona a la que todo el mundo alabó cuando fue nombrado consejero de la Generalitat? ¿El mismo que ahora va diciendo que Cataluña “no puede seguir soportando la humillación constante de España”? ¿En qué punto del camino se quedó el celebrado catedrático y afloró un hooligan más del independentismo?
Porque, vamos a ver, al menos desde mi punto de vista, no existe inconveniente alguno que en una democracia como la española se pueda exigir una mayor autonomía o, incluso, la independencia de un territorio, pero lo que no es admisible es que para lograr ese objetivo se vaya sembrando el camino de falsedades y, lo que es peor, que se provoque una escalada de crispación social con la sensación de agravios y maltrato. Es esta idea que se repite de forma machacona, y que ha terminado ya por calar en los ámbitos más inesperados, de que “España le roba a Cataluña”. Además de falso, es un disparate. Porque incluso en el caso de que fuera verdad que en Cataluña, en su conjunto, se tributa más dinero del que luego se recibe a cambio con inversiones del Estado, incluso en ese supuesto, mantener esa idea como un agravio es una barbaridad que echa por tierra el concepto mismo de redistribución de la riqueza, elemental en una sociedad desarrollada. Eso, claro, sin mencionar la estupefacción que debe producirse en países ricos de Europa, que llevan décadas destinando parte de sus impuestos al desarrollo de países como España, incluida Cataluña. También ellos, alemanes, holandeses, podrían hablar de déficit fiscal con respecto a España, a Cataluña. Pero no. Por solidaridad y porque saben bien que parte de su riqueza proviene del consumo de países como España.
La mera formulación, sí, es un disparate, pero es que, encima, no es cierto; se falsean las cuentas como ha quedado ya demostrado en diversas ocasiones. La última, aquí mismo, en El Confidencial, hace unos meses, cuando la Generalitat volvió a hablar de ‘déficit fiscal’ y un grupo de expertos en financiación autonómica de la Universidad de Valencia, descubrió los números trucados de las cuentas catalanas: “Según las cifras que escondió Mas-Colell en la presentación (no las entregó a la prensa), Cataluña no sólo no tiene saldo negativo, sino que es positivo. En los dos últimos años, de hecho, el ‘superávit’ catalán con el resto del Estado habría ascendido a 3.241 millones de euros”.
Ahora, tras el nuevo desencuentro en el reparto de la financiación autonómica, vuelve a hablarse de ‘déficit fiscal’ y se rompe la baraja con la prórroga de los presupuestos catalanes y una batería de recursos judiciales. Ni siquiera la cesión evidente del Gobierno de la nación al primar con los objetivos de déficit a las comunidades más incumplidoras, como Andalucía, Valencia o Cataluña; ni siquiera el déficit a la carta satisface a los responsables de la Generalitat, Artur Mas o Andreu Mas-Collel. Por un puñado de décimas (el Gobierno ha autorizado a Cataluña un déficit público del 1,58 y la Generalitat exigía el 1,8), se rompe de nuevo la baraja y se alienta, otra vez, la irresponsable espiral de agravios de España contra Cataluña. No se buscaba un ‘déficit a la carta’, sino ‘agravios a la carta’. Lo que allí ocurra, sea lo que sea, recortes en Educación o quiebras de empresas, será siempre culpa de España. Porque como dice Mas-Collel, España hace caminar a los catalanes “con un brazo atado a la espalda”. De diez cabezas…
“De diez cabezas, nueve embisten y una piensa”. Sólo un país como España puede producir poetas de la altura de Antonio Machado que, junto a los más bellos versos que puedan imaginarse, sientan la inclinación literaria de retratar su entorno con estos ‘Proverbios y Cantares’ tan crudos, tan desolados. De diez cabezas, nueve embisten. ¿Qué sociedad resiste eso, qué progreso puede imaginarse? Por fortuna, la hostilidad social y política de la pre guerra civil española en la que Machado escribió estos poemas está muy lejos de la crispación política de un momento como el actual, pero, en el fondo, los paralelismos que se arrastran llevarían al poeta a repetir otra vez su diágnostico. O peor, porque qué ocurre cuando ni siquiera la cabeza que uno cree, en un principio, que es la que piensa, que es la cabeza sensata, resulta que también es como las demás, y embiste como todas.