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Del Trío de las Azores al Triángulo de las Bermudas
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Javier Caraballo

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Del Trío de las Azores al Triángulo de las Bermudas

Todo es extraño en el ataque inminente de Siria. Responder, por ejemplo, a la pregunta más elemental que se debe plantear ante un conflicto bélico, que

Todo es extraño en el ataque inminente de Siria. Responder, por ejemplo, a la pregunta más elemental que se debe plantear ante un conflicto bélico, que es de parte de quién se está, se convierte, en este caso, en una misión imposible. Tan perverso es el conflicto interno que está asolando Siria que todos los que, razonablemente, se sitúan frente a Bachar al Asad y persiguen destituirlo, se colocan inevitablemente en el mismo lado que Al Qaeda, que busca lo mismo. Hay que frotarse los ojos porque nunca había sucedido nada igual, ni siquiera imaginable: que el presidente de Estados Unidos lance un ataque militar contra un tipo que está en guerra contra Al Qaeda.

De ahí que, si es imposible respondernos a esa primera pregunta, la más elemental, todas las demás que se plantean a continuación se quedan en el aire sin respuesta o, peor aún, dibujan un futuro que es todavía más trágico que el presente. Ese es, por tanto, el panorama: no existe ningún bando al que apoyar en este conflicto, son imprevisibles las consecuencias internas de un ataque militar, son imprevisibles también las repercusiones en Oriente Medio (Siria limita con Turquía, Irak, Líbano, Israel y Jordania), no se sabe tampoco cómo puede afectar eso al resto del mundo, y sin embargo el ataque está decidido. Punto final. Es lo único que se sabe y no se sabe por qué.

Extraño, sí, muy extraño. La razón que se esgrime, por ejemplo, para lanzar ahora el ataque contra Bachar al Asad que se lleva demorando desde el inicio del conflicto, en marzo de 2011, es el uso de armas químicas en las últimas semanas. “El uso de armas químicas, que ha causado un gran número de víctimas, no puede quedar sin respuesta”, han dicho en la OTAN en correspondencia con la “línea roja” que había trazado al inicio del conflicto el presidente estadounidense, Barack Obama.

El ataque es inminente y las consecuencias son imprevisibles, pero ni en España ni en ningún otro país se convocan ahora aquellas protestas descarnadas de entonces. Obama, Hollande y Cameron no aparecen en las pancartas, como aquel ‘Trío de las Azores’ que compusieron Bush, Aznar y Blair

Pero, y por qué era esa la “línea roja”. Con el ataque químico, han muerto en Siria entre 1.300 y 1.500 personas; desde el inicio del conflicto han fallecido más de 100.000. ¿Es que no eran importantes las 98.500 personas que fueron asesinadas, masacradas, antes del ataque químico? Por esa lógica, se llega a la conclusión de que, si no hubiera usado el gas sarín, Bachar al Asad podría haber seguido asesinando impunemente, porque el presidente Obama estaría satisfecho de que no traspasara ninguna ‘línea roja’. ¿Ese ese el razonamiento que tenemos que asumir?

Imposible, claro, tragar con eso. Más bien será que son el prestigio y la autoridad de Obama los que se consideran vulnerados con los ataques químicos, los que se quieren salvaguardar, pero eso nada tiene que ver con las atrocidades. Por eso, al menos, que nos ahorren la falsa moralina de que “la comunidad internacional no puede permanecer impasible ante el uso de las armas químicas, prohibidas desde la Primera Guerra Mundial”.

Porque, desde que se decretó esa decisión, no han dejado de fabricarse y de utilizarse. Se utilizaron en la Segunda Guerra Mundial, las ha utilizado Rusia, las ha utilizado China y, además de otros muchos países, las ha utilizado Estados Unidos en la Guerra de Vietnam y, de forma indirecta, en el conflicto de Irán contra Irak, cuando los norteamericanos apoyaban a Sadam Husein.

Extraño, muy extraño. Tanto que, por no existir, no existen ni siquiera protestas en las calles como en el conflicto de Irak, a pesar de que, como estamos viendo, se repiten, en diferente escala, las mismas barbaridades y los mismos errores de cálculo que en aquella guerra que pensábamos que iba a marcar un antes y un después en la historia. El secretario general de la ONU ha dicho esta misma semana que un ataque a Siria por parte de Estados Unidos provocará “un baño de sangre entre la población siria mayor del que ya se ha producido”.

Pero nada. No se ven pegatinas por las calles, ni protestas en las instituciones, ni diputados con camisetas, ni concentraciones en las calles. Mucho menos, debate político. Y mucho menos, en España. En otras, la oposición socialista ya habría exigido un debate en el Congreso para exigirle al Gobierno español que se pronunciara, que se definiera, pero nada. Los dos, Gobierno y oposición, han enmudecido ante el conflicto de Siria.

El ataque es inminente y las consecuencias son imprevisibles, pero ni en España ni en ningún otro país se convocan ahora aquellas protestas descarnadas de entonces. Obama, Hollande y Cameron no aparecen en las pancartas, como aquel ‘trío de las Azores’ que compusieron Bush, Aznar y Blair, será acaso porque en este trío de ahora la mayoría de integrantes son progresistas, al contrario que en el anterior.

Del 'Trío de las Azores' de la guerra de Irak hemos pasado a esta especie de ‘Triángulo de las Bermudas’ de la guerra de Siria, en el que han desaparecido todas las protestas, todas las pancartas, todas las reacciones, todas las voces. El Triángulo se las ha tragado.

Todo es extraño en el ataque inminente de Siria. Responder, por ejemplo, a la pregunta más elemental que se debe plantear ante un conflicto bélico, que es de parte de quién se está, se convierte, en este caso, en una misión imposible. Tan perverso es el conflicto interno que está asolando Siria que todos los que, razonablemente, se sitúan frente a Bachar al Asad y persiguen destituirlo, se colocan inevitablemente en el mismo lado que Al Qaeda, que busca lo mismo. Hay que frotarse los ojos porque nunca había sucedido nada igual, ni siquiera imaginable: que el presidente de Estados Unidos lance un ataque militar contra un tipo que está en guerra contra Al Qaeda.

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