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Malaya, punto y seguido en la corrupción
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Javier Caraballo

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Malaya, punto y seguido en la corrupción

En los meses convulsos en los que estalló el 'caso Malaya', la Policía detuvo en Sevilla a un director de conservatorio, o similar, acusado de haber

En los meses convulsos en los que estalló el caso Malaya, la policía detuvo en Sevilla a un director de conservatorio, o similar, acusado de haber distraído algunas partidas hacia su cuenta corriente. Lo mejor de aquel caso de corrupción diminuto, del que incluso desconozco cómo acabó, fue una frase memorable del acusado, cuando el juez lo llamó a declarar y le pidió que explicara lo ocurrido. El tipo, con toda naturalidad, reconoció ante el juez que había pasado por unos momentos de inestabilidad personal, que no prestaba demasiada atención a su cuenta bancaria y que, por tanto, todo lo que hubiera podido ocurrir sólo era achacable a unos "desórdenes de bolsillo". Genial.

La expresión, digna de figurar en la antología de la corrupción española, nada tenía que ver con el caso Malaya, que comenzaba a investigarse entonces, año 2006, pero, sin embargo, guardaba una similitud extraordinaria con todo lo que había ocurrido en Marbella. Como cuando le preguntaron a Isabel Pantoja por un ingreso de un millón y medio de euros y contestó que ella no estaba al corriente de los movimientos de sus cuentas bancarias. ¿Acaso no es esto lo más normal del mundo, que le ingresan a uno millón y medio en la cuenta y ni se percate?

O cuando Maite Zaldívar le contó al juez que en su casa le pidieron a la limpiadora que se anduviera con cuidado a la hora de limpiar los dormitorios, porque guardaban debajo de las camas bolsas de basura con dinero para los gastos ordinarios. Las dos, Pantoja y Zaldívar, dijeron por aquel entonces que solían tener en casa unos 300.000 euros para atender los gastos del día a día. Es decir, lo que todo el mundo guarda en los cajones para bajar a por el pan, para comprar en la frutería o pagarle al pescadero.

A pesar de la magnitud del 'caso Malaya', esa operación ''no supone un punto y final a la corrupción en Marbella, es simplemente un punto y seguido'', porque ''15 años de arbitrariedad y corrupción dan para mucho''

Una barbaridad así, que parece de broma, no entra en cabeza alguna y, sin embargo, era lo que sucedía a diario, con naturalidad, como si fuera algo normal; meros desórdenes de bolsillo. Siete años después, cuando al fin ha llegado el momento de conocer la sentencia del caso Malaya (se hará pública mañana viernes), miramos para atrás y la pregunta que surge es cómo diablos pudo ocurrir todo eso, durante tanto tiempo, sin que sonaran las distintas alarmas que tendrían que haberse activado. En el alegato final del juicio, el fiscal anticorrupción, Juan Carlos López Caballero, dijo, entre desbordado y abatido, que, a pesar de la magnitud del caso Malaya, esa operación "no supone un punto y final a la corrupción en Marbella, es simplemente un punto y seguido", porque "15 años de arbitrariedad y corrupción dan para mucho".

¡Quince años! Ese tendría que haber sido el verdadero juicio del caso Malaya; que alguien explique cómo es posible que en España una banda de delincuentes saquee unas arcas públicas durante quince años sin que ocurra nada. Que se pone uno a pensar en los garantes de la legalidad y es imposible saber había dónde estaba mirando cada uno de ellos durante tanto tiempo. ¿No sería necesaria, por ejemplo, una investigación paralela al caso para que nos explicaran por qué la Agencia Tributaria, Hacienda, que todo lo controla, no detectó nada? ¿Y la Junta de Andalucía, por qué se demoró tantos años en ejercer la autoridad urbanística que le correspondía? ¿Y la Cámara de Cuentas andaluza, no fiscaliza acaso a los ayuntamientos? ¿Y los jueces y fiscales? ¿Se investigaron todas las denuncias que llegaron a los juzgados? ¿Y el Gobierno de la nación, por qué intervino sólo al final y disolvió el Ayuntamiento?

Hace un año, cuando comenzó la vista oral del caso, ya aventuramos aquí que llegaría la sentencia y faltarían culpables. Ese día ha llegado. Siete años de investigación, miles y miles de folios de sumario, cientos de comparecencias de testigos y de imputados, decenas de acusados, cientos de miles de noticias... Todo eso ha transcurrido ya y, como decía el fiscal, la sensación que tendremos cuando se conozcan los 4.000 folios de la sentencia es que el caso Malaya es sólo un "punto y seguido" en la corrupción en España.

Aquí los casos de corrupción no producen ningún 'efecto vacuna' y, por eso, a Filesa le siguió la Gürtel; pasaron los tiempos de Juan Guerra y las acusaciones de tráfico de influencias llegaron luego hasta la Casa Real; se liquidó la Malaya y en la misma Andalucía se produjo el escándalo de los ERE. La Malaya genera frustración, sí, y no necesitamos esperar a la sentencia. Con independencia de que haya más o menos condenados (existe el temor en medios judiciales de que, de los 95 acusados, la mayoría salgan absueltos), nadie va a explicar cómo pudo producirse un colapso de esa naturaleza en todos los organismos de control. Y durante tanto tiempo.

En los meses convulsos en los que estalló el caso Malaya, la policía detuvo en Sevilla a un director de conservatorio, o similar, acusado de haber distraído algunas partidas hacia su cuenta corriente. Lo mejor de aquel caso de corrupción diminuto, del que incluso desconozco cómo acabó, fue una frase memorable del acusado, cuando el juez lo llamó a declarar y le pidió que explicara lo ocurrido. El tipo, con toda naturalidad, reconoció ante el juez que había pasado por unos momentos de inestabilidad personal, que no prestaba demasiada atención a su cuenta bancaria y que, por tanto, todo lo que hubiera podido ocurrir sólo era achacable a unos "desórdenes de bolsillo". Genial.

Caso Malaya Isabel Pantoja Marbella Julián Muñoz