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SOS, el PP andaluz se desboca
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Javier Caraballo

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SOS, el PP andaluz se desboca

El enigma que nadie alcanza a explicar en el Partido Popular de Andalucía es cómo es posible que en el momento de mayor poder orgánico haya

El enigma que nadie alcanza a explicar en el Partido Popular de Andalucía es cómo es posible que en el momento de mayor poder orgánico haya sobrevenido la mayor descomposición interna en ese partido que se recuerda en muchos años. Porque si existe alguna formulación política contrastada es justamente esa, la que vincula la estabilidad interna con el poder en las instituciones. Y el Partido Popular andaluz disfruta ahora del poder que, hace sólo unos años, parecía una hipótesis arriesgada: gobierna las ocho capitales andaluzas, cinco diputaciones y doscientos ayuntamientos más, es el partido mayoritario en el Parlamento andaluz y cuenta también con el control en Andalucía de la delegación del Gobierno de la nación, que también está en sus manos por mayoría absoluta.

El margen de acción que tiene un partido político con ese poder institucional es extraordinario, como se puede entender, porque dispone de medios económicos e institucionales sobradamente necesarios para, al menos, aspirar a tener la iniciativa política en la región. Si a todo eso se le suma que su principal adversario, el PSOE, acaba de atravesar una colosal crisis interna por un caso de corrupción, el fraude de los ERE, que ha provocado la dimisión del presidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán, a nadie que se le cuente podrá entender jamás que el resultado de la suma de todos esos factores es el que se ha producido: la inanidad actual del Partido Popular andaluz.

Pero, por increíble que parezca, esa es la realidad, el desnorte absoluto. Y por supuesto que tiene explicaciones. De todo tipo, desde las anímicas, que son las más comprensibles, hasta las coyunturales, como los casos de corrupción que han comenzado a aflorar, pasando por las políticas, tras la fallida operación de relevo de Javier Arenas como líder regional de los populares andaluces.

De ese abanico, las razones anímicas son las primeras en producirse. Nada más acabar el recuento de votos de las últimas elecciones andaluzas, el Partido Popular, todos sus militantes y dirigentes, se hundieron en un estado de shock fácilmente detectable por el varapalo inesperado, abrupto, de haber ganado por primera vez unas elecciones en Andalucía y no poder gobernar la región. Una vez más, Javier Arenas fracasó en su intento por conquistar la Junta de Andalucía y esta vez, cuando lo tenía todo a su favor, la victoria fraguó en una profunda decepción. Arenas, obviamente, sólo podía hacer una cosa: dimitir.

Y lo hizo. Dejó la presidencia regional del partido y le cedió la vara de mando al que, hasta entonces, era uno de sus fieles escuderos, el alcalde de Sevilla, Juan Ignacio Zoido. Ocurrió con este relevo lo que suele ser una constante en política, que muy pronto delfín y mentor acabaron enfrentados. Zoido quería volar solo, sin la sombra de su predecesor a su lado, y se sirvió para ello del apoyo de la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, encantada a su vez de restarle poder orgánico a su nada oculto rival interno, Javier Arenas. El resultado fue la confección de una dirección regional del partido que no ha funcionado como tal ni un solo minuto. A medida que pasaban los días, la descoordinación interna se ha ido haciendo más evidente. Cada rueda de prensa o intervención de cualquiera de los líderes regionales del PP se convierte en una demostración de impotencia, sin apenas pulso político y mucho menos con iniciativa alguna.

Cada rueda de prensa o intervención de cualquiera de los líderes regionales del PP se convierte en una demostración de impotencia, sin apenas pulso político y mucho menos con iniciativa alguna

El último ejemplo de caos interno se produjo hace unos días, cuando un grupo de alcaldes del PP malagueño acabó haciendo un 'escrache' a Susana Díaz, gracias a que algún dirigente del propio partido les facilitó los datos confidenciales de la estancia de la presidenta andaluza en Málaga. Bloquearon su automóvil, profirieron insultos y lo zarandearon. Al final, el PP se ha visto obligado a pedir perdón y a comprometerse a que nunca más va a ocurrir.

Error tras error, descoordinación tras descoordinación, la consecuencia era inevitable: la falta de liderazgo propició la carrera de muchos aspirantes y el enfrentamiento entre provincias, cada cual con sus preferidos en la quiniela sucesoria. También esto es muy llamativo, digno de análisis: ¿cómo es posible que la crisis de liderazgo de un partido, el PSOE, acabe trasladándose al adversario, el PP? Pues también ha ocurrido. La dimisión de Griñán, y la entrada en escena de Susana Díaz como nueva presidenta, lo que provocó, como en un efecto dominó, es que se desataran todas las alarmas en el Partido Popular andaluz, que, de repente, considera urgente e inaplazable buscar un candidato para unas elecciones que con toda probabilidad se celebren dentro de varios años, a finales de 2015 o a mediados de 2016.

Es evidente que si no hubiera fracasado el relevo de Arenas, el PP andaluz no tendría estas urgencias, pero la realidad es que una cosa ha llevado a la otra. La misma evidencia nos certifica, igualmente, que si existiera liderazgo y coordinación interna, el Partido Popular no estaría ofreciendo, entre empujones, oportunismo e invenciones, el espectáculo que está dando con los hipotéticos nombres de su futuro líder. Lo último, quizá lo más pintoresco, es la filtración de la que ayer se hacía eco El Confidencial con los nombres de dos mujeres, dirigentes de este partido, vinculadas con celebridades de la Marbella del colorín. Que entrara Isabel Pantoja, aunque de forma tangencial, en la pugna de poder del Partido Popular andaluz es lo más simbólico que podía ocurrir. El desnorte conduce al desmadre.

¿Cómo es posible que la crisis de liderazgo de un partido, el PSOE, acabe trasladándose al adversario, el PP? Pues también ha ocurrido

Por si fuera poco, en los últimos días, al Partido Popular ha comenzado a aflorarle una investigación policial que lleva meses desarrollándose, bastante más de un año, sobre una supuesta trama de financiación ilegal. Como una réplica del caso Bárcenas, ha aparecido en Almería una supuesta trama empresarial que conduce a actuaciones conocidas en los casos de corrupción: la existencia de la 'caja B' de una empresa, hegemónica en las adjudicaciones municipales, que destinaba sustanciosas comisiones para la financiación de campañas electorales municipales, regionales y nacionales. ¿Nacionales también? Pues sí, y no pasará mucho tiempo antes de que los casos de corrupción de Roquetas del Mar, la localidad almeriense que aparece en el epicentro de esa supuesta trama de corrupción, acaben salpicando al propio Mariano Rajoy, que siempre ha dispensado un trato muy especial al alcalde de esta localidad almeriense, Gabriel Amat.

En las hemerotecas figura aún la distinción que le hizo Rajoy a Gabriel Amat cuando, en 2008, acudió de forma excepcional al congreso provincial del PP de Almería. "No voy a asistir a ningún congreso provincial, ni siquiera a los gallegos", dijo Rajoy. Y añadió: "He venido al de Almería porque me apetece y porque los políticos también tenemos sentimientos". Luego se volcó en elogios para Gabriel Amat, un "magnífico líder", con una gran capacidad de "trabajo, esfuerzo y sentido común". En 2011, Rajoy volvió a repetir la deferencia: la diputación de Almería fue la primera institución que visitó tras la victoria del PP en las elecciones municipales y autonómicas. En los dos actos iba acompañado de Javier Arenas, que se refiere a Amat como "mi hermano mayor".

¿Puede un partido político transformar el mayor poder institucional que ha tenido nunca en una región en un saco de problemas constantes? A la vista está. El Partido Popular de Andalucía anda desbocado.

El enigma que nadie alcanza a explicar en el Partido Popular de Andalucía es cómo es posible que en el momento de mayor poder orgánico haya sobrevenido la mayor descomposición interna en ese partido que se recuerda en muchos años. Porque si existe alguna formulación política contrastada es justamente esa, la que vincula la estabilidad interna con el poder en las instituciones. Y el Partido Popular andaluz disfruta ahora del poder que, hace sólo unos años, parecía una hipótesis arriesgada: gobierna las ocho capitales andaluzas, cinco diputaciones y doscientos ayuntamientos más, es el partido mayoritario en el Parlamento andaluz y cuenta también con el control en Andalucía de la delegación del Gobierno de la nación, que también está en sus manos por mayoría absoluta.