Es noticia
Paro y corrupción, ecuación andaluza
  1. España
  2. Matacán
Javier Caraballo

Matacán

Por

Paro y corrupción, ecuación andaluza

Hace unos días, a principios de mes, en el juzgado nadie pudo contener la risa. Allí estaba solemne, el juez del 'caso Invecaria', los abogados de

Hace unos días, a principios de mes, en el juzgado nadie pudo contener la risa. Allí estaba solemne, el juez del caso Invercaria, los abogados de todas las partes y la imputada que estaba prestando declaración. Pueden imaginar que, en una de esas situaciones, lo que menos se espera es una carcajada espontánea y generalizada, pero ocurrió. Sucedió justo en el momento en el que la imputada, una modista flamenca, Juana Martín, sacó un Hola de su carpeta para demostrarle al juez lo relacionada que estaba en ese mundo del colorín. Ella insistía, y el juez, que nones, que no hacía falta, y otra vez lo mismo, con el Hola agitándose en el aire, que sí, que no, hasta que algún abogado hizo un comentario jocoso sobre lo inaudito de aquella situación, y todos rieron.

El caso Invercaria, vamos a ver, es uno de los procesos de corrupción más importante que se desarrolla en estos momentos sobre la gestión de la Junta de Andalucía, con una treintena de imputados. Una empresa pública creada para generar riqueza, una empresa de capital riesgo, que, cuando se descubre, resulta que otorgaba subvenciones millonarias sin ton ni son y que, desde luego, no ha creado nada después de dilapidar un capital.

La modista flamenca, por ejemplo. A esta mujer, sin que mediara estudio previo o el más mínimo cálculo comercial, le dieron los del Gobierno andaluz 900.000 euros para que crease una línea de prêt-à-porter con su marca. La aventura duró cuatro o cinco años, al cabo de los cuales no había ni dinero, ni línea de moda. De por medio, un viaje a Marruecos, al que se apuntaron también altos cargos con sus señoras, porque, esto es lo más delirante, llegaron a la conclusión de que lo mejor era buscar las fábricas fuera de Andalucía. Por lo visto, para fabricar trajes de flamenca era mejor Marruecos que Andalucía. ¿Pero no se trataba de invertir para crear puestos de trabajo y riqueza en Andalucía? Y, además, ¿cómo va a tener Marruecos más capacidad industrial y know-how que Andalucía (Andalucía, no Islandia) para fabricar moda flamenca? En fin, que se cuenta y no se cree. Pero sucedió.

Una tragicomedia simplona en comparación con todo lo demás que sólo nos sirve para reafirmar una vez más, ahora que se conoce un nuevo caso de corrupción en Andalucía, que, en realidad, todo lo que estamos conociendo obedece a una sola deformación del poder. Ya se apuntó aquí y, a cada paso que se da, se afianza la desoladora teoría de que, en Andalucía, todas las corrupciones son una.

La ecuación aquí es más sencilla: la existencia de un partido, atrincherado en una autonomía, que ha destinado todos los recursos de los que ha dispuesto para perpetuarse como poder. La hegemonía política se ha antepuesto al desarrollo de la sociedad. No hay más

Siempre el mismo vicio de origen, el desprecio más absoluto al procedimiento administrativo a la hora de repartir fondos; siempre el mismo sectarismo, el clientelismo fomentado para mantener el poder hegemónico del PSOE andaluz; siempre la misma miseria resultante, el enriquecimiento de unos pocos adosados a esa clase dirigente; y siempre la misma conclusión, el despilfarro de los fondos que tendrían que haber servido para sacar a una región tan grande como Portugal del lamentable liderazgo europeo del paro, reafirmado nuevamente en la última estadística.

La ecuación andaluza tiene siempre los mismos factores, el despilfarro de los fondos para generar riqueza se suma a la corrupción que genera y el resultado, la suma, es el 36% de paro de la actualidad. Ahora ya nos cuesta menos trabajo entender por qué Andalucía no ha podido salir de la cola de todas las estadísticas en los últimos treinta años. Ahora, al trasluz de esta sucesión de fraudes, infracciones y corruptelas, es más fácil averiguar cómo ha sido imposible cambiar las cosas, lo esencial, a pesar del caudal inmenso de ayudas millonarias europeas que han llegado a Andalucía para salir del subdesarrollo.

Ahora, al observar las políticas viciadas de sectarismo y de intereses partidarios, es más fácil comprender por qué todos los planes de empleo, todos los conciertos económicos, todas las concertaciones sociales, se llenaban de dinero y se quedaban en nada. Ahora, al contemplar la trastienda de las políticas de Empleo de la Junta de Andalucía, se adivina con facilidad por qué se buscaban excusas al crecimiento imparable del desempleo, por qué se enmascaraba con defectos estructurales la imposibilidad de esta tierra de abandonar su postergación.

Pero no, no era la falta de dinero público lo que ha impedido el desarrollo. Ni la percepción labrada durante años de que Andalucía estaba condenada a soportar una mayor tasa de desempleo por la peculiaridad de su gente, por las carencias de la historia, por el crecimiento demográfico o por el agravio con otras tierras mejor tratadas, privilegiadas. Todo eso, que existe, que subyace en esta realidad enquistada de paro, no es razón suficiente para explicarnos lo ocurrido, el estancamiento, porque todo eso podría haberse cambiado. La ecuación aquí es más sencilla: la existencia de un partido, atrincherado en una autonomía, que ha destinado todos los recursos de los que ha dispuesto para perpetuarse como poder. La hegemonía política se ha antepuesto al desarrollo de la sociedad. No hay más.

Por eso, cuando miramos hacia atrás, contemplamos con nitidez que el único gran objetivo que ha conseguido la autonomía andaluza ha sido aquel que interesaba al PSOE como partido político, su hegemonía electoral, mientras que la sociedad sigue sentada al pie de la escalera. Desde los expedientes de regulación de empleo a las subvenciones a la creación de puestos de trabajo. El fomento, la innovación, la formación o la prejubilación. Todas esas políticas aparecen hoy ensartadas, infectadas, por el mismo modelo viciado de gobierno. Como esos ‘cursos de formación’ que se investigan ahora, el paraíso de los nuevos ricos de Andalucía, empresarios y especuladores, oportunistas y aprovechados, que han hecho una fortuna con la gestión de esos fondos que les van cayendo como el maná de los privilegiados. 

La síntesis ya la resumió en voz baja un tipo, asombrado por los sumarios que le iban llegando. "Un grupo social dominante saquea las arcas públicas de la Junta de Andalucía, de manera que si perteneces a ese grupo social no tienes problemas en la vida, pero si no perteneces estás al margen de todo”. Esa es la explicación de lo sucedido. Ahora sólo nos falta calcular el tiempo que ha perdido esta región y cuánto tardará en saldar las consecuencias, abandonar este sopor y despertarse de una inercia que se ha hecho norma. 

Hace unos días, a principios de mes, en el juzgado nadie pudo contener la risa. Allí estaba solemne, el juez del caso Invercaria, los abogados de todas las partes y la imputada que estaba prestando declaración. Pueden imaginar que, en una de esas situaciones, lo que menos se espera es una carcajada espontánea y generalizada, pero ocurrió. Sucedió justo en el momento en el que la imputada, una modista flamenca, Juana Martín, sacó un Hola de su carpeta para demostrarle al juez lo relacionada que estaba en ese mundo del colorín. Ella insistía, y el juez, que nones, que no hacía falta, y otra vez lo mismo, con el Hola agitándose en el aire, que sí, que no, hasta que algún abogado hizo un comentario jocoso sobre lo inaudito de aquella situación, y todos rieron.