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Tú tienes cara de bobo
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Javier Caraballo

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Tú tienes cara de bobo

Cara de bobo. Los sociólogos tendrían que diagnosticarlo así, complejo de bobos, un nuevo síndrome social. Porque eso es exactamente lo que se siente cada vez

Foto: El exconsejero andaluz de Hacienda Ángel Ojeda. (EFE)
El exconsejero andaluz de Hacienda Ángel Ojeda. (EFE)

Cara de bobo. Los sociólogos tendrían que diagnosticarlo así, complejo de bobos, un nuevo síndrome social. Porque eso es exactamente lo que se siente cada vez que se avanza en la investigación de un caso de corrupción y se percibe con claridad que, al final, nos quedaremos todos como el bobo que mira el dedo en lugar de la luna que señala. La corrupción conocida se queda en la espuma sucia de la superficie, en las aguas agitadas por el sartenazo de un juzgado o de una intervención y telefónica. “Entre tú y yo, el tema es que nos pillaron. Vamos que si nos pillaron…”, como se le oye decir en una grabación judicial al dueño de una cárnica de Sevilla, el penúltimo fraude conocido en Andalucía.

Pues eso, les pillan, les esposan, van al juzgado y como bobos que somos podemos llegar a creer que todo es obra de cuatro o cinco chorizos, o de unos cientos repartidos por toda España, y nadie consigue entender cómo es posible que campen a sus anchas, que proliferen tanto. Es el síndrome del bobo, porque nunca alcanzamos a ver la luna.

Un ejemplo reciente: El exconsejero de Hacienda que han detenido en Cádiz, Ángel Ojeda, como supuesto responsable de unas de las mayores redes de fraude de los cursos de formación. Bien, en los informes policiales que se han filtrado a la prensa en los últimos meses se dice que una de las cosas que más llamó la atención a los investigadores es el extraordinario desarrollo de una de las decenas de sociedades del exconsejero andaluz. Humanitas, se llama.

Esa sociedad se constituyó el 1 de enero de 2009 y no había cumplido aún ni un mes de vida cuando ya recibió una subvención de 642.000 euros. Espectacular, ¿a que sí? No tenía ni una pobre secretaria, ni teléfono, nada, y ya tenían la bolsa llena. Los investigadores policiales de la UDEF dicen con sorna en el informe “desde el luego el criterio de la experiencia en formación -valorable para obtener la subvención- no lo tenía en ese momento, pero es que ni siquiera existía jurídicamente en el periodo de la convocatoria”.

Ángel Ojeda, quiere decirse, es la parte visible de la trama corrupta que denuncia la policía, pero no puede ser nunca el principio ni el final. La única hipótesis descartable es que un Gobierno como el andaluz, que tanto controla políticamente a su entorno, decida, de buenas a primeras, hacer millonario a un tipo, sin más, a cambio de nada

Pero eso fue sólo en principio, porque ese exconsejero tiene algunos récords más en la captación masiva de subvenciones. En un solo día, esa misma asociación, y otras más controladas también por él, recibieron la friolera de 7.290.861 euros. En un sólo día, el 16 de diciembre de 2012, una fortuna en subvenciones. Y todo esto, además, con la desfachatez sonrojante de que el supuesto fraude se comete con una asociación que se declara “sin ánimo de lucro” (una de las tres patas del supuesto fraude, como explicó aquí bien José María Olmo), y que se denomina cínicamente Humanitas, Asociación de Apoyo a la Integración’ Impresionante. Igual tienen el descaro de hacer figurar esas partidas en ayudas sociales a la marginación o en los fondos de ayudas al tercer mundo.

Pero, a lo que íbamos. Resulta que, de repente, un tipo monta una asociación y comienzan a lloverle subvenciones. Pero, ¿por qué Ángel Ojeda? ¿Por qué a él y no a otro cualquiera? Esa es la parte del puzle que no cuadra, la que falta: necesariamente, tiene que existir una decisión previa, de un gobierno, de un partido o de una mesa de camilla de altos dirigentes, lo que sea, que decida volcar las subvenciones hacia una sola persona. ¿Y a cambio de qué? ¿Se beneficiaba alguien más, al margen del exconsejero? Ángel Ojeda, quiere decirse, es la parte visible de la trama corrupta que denuncia la policía, pero no puede ser nunca el principio ni el final. La única hipótesis descartable es que un Gobierno como el andaluz, que tanto controla políticamente a su entorno, decida, de buenas a primeras, hacer millonario a un tipo, sin más, a cambio de nada.

Y desde luego, por si a alguien se le ha pasado por la cabeza, que se olvide de pensar que ha sido la astucia del exconsejero, o la pillería, lo que ha logrado burlar todos los controles y engañar a un gobierno entero, durante años y años. No, estamos ante un engaño consentido, asumido y aceptado como lo pone de manifiesto, con claridad, el hecho de que el propio Gobierno andaluz que concede las subvenciones es el que después, pasados los años, exonera a sus responsables de tener que presentar ningún tipo de justificación sobre el empleo del dinero.

Es así de fácil, como ha ocurrido en varias ocasiones, se dicta una resolución en la que se exonera a cientos de entidades y empresas atendiendo a un supuesto criterio de “especial interés social”. Y ya está, con la misma alegría que llegó el dinero se puede gastar en lo que se desee, porque no hace falta justificar nada. De esta amnistía periódica que dictaba el Gobierno andaluz se han beneficiado no sólo las sociedades de Ángel Ojeda, sino también los sindicatos UGT y CCOO o la misma patronal andaluza. Pero repito la pregunta de antes: ¿Por qué Ángel Ojeda? Un buen día, todo un gobierno decide hacer millonario a una persona. No cuadra, no…

El síndrome del bobo, esa cara que se nos queda tras cada escándalo de corrupción, viene de esas preguntas que nadie responde, que se quedan en el aire. Y si eso sucede es porque, como ya se recogió aquí en una ocasión, la cobertura penal española, por mucho que se diga, es insuficiente para combatir la corrupción política que existe. Se tratan los casos de corrupción como hechos aislados, inconexos, y nunca se tiene en cuenta que es una cadena, todo un sistema, el que genera la corrupción que conocemos. La tesis, además, es de un buen fiscal, el fiscal superior de Andalucía, Jesús García Calderón, que sostiene desde hace tiempo que la corrupción debe ser considerada como “crimen organizado” para poder combatirla en toda su extensión. Lo demás sólo nos producirá esta sensación de ahora, esta cara de bobos que se nos queda a los dos, este síndrome social de idiotas que tendrían que diagnosticar los sociólogos en una democracia.

Cara de bobo. Los sociólogos tendrían que diagnosticarlo así, complejo de bobos, un nuevo síndrome social. Porque eso es exactamente lo que se siente cada vez que se avanza en la investigación de un caso de corrupción y se percibe con claridad que, al final, nos quedaremos todos como el bobo que mira el dedo en lugar de la luna que señala. La corrupción conocida se queda en la espuma sucia de la superficie, en las aguas agitadas por el sartenazo de un juzgado o de una intervención y telefónica. “Entre tú y yo, el tema es que nos pillaron. Vamos que si nos pillaron…”, como se le oye decir en una grabación judicial al dueño de una cárnica de Sevilla, el penúltimo fraude conocido en Andalucía.

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