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El gurú populista de Podemos
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Javier Caraballo

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El gurú populista de Podemos

Como la muerte es caprichosa, a Ernesto Laclau lo sorprendió la guadaña en la ciudad y en el momento en el que quizá jamás pensó que

Foto: Ernesto Laclau. Foto: Xavier Granja Cede–o / Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio e Integraci—n.
Ernesto Laclau. Foto: Xavier Granja Cede–o / Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio e Integraci—n.

Como la muerte es caprichosa, a Ernesto Laclau le sorprendió la guadaña en la ciudad y en el momento en el que quizá jamás pensó que podría sucederle nada relevante en su vida. En Sevilla, en abril pasado, cuando la ciudad explotaba en un esplendoroso Domingo de Ramos de azules y capirotes; la Borriquita entre ramas de olivo, palmas y bullas; callejuelas silenciosas por las que avanza silencioso un Cristo envuelto en una nube de incienso.

En esa Sevilla, en ese día, en ese ambiente, Ernesto Laclau se levantó en su hotel, se fue a desayunar y, cuando se disponía a darse un baño en la piscina, lo fulminó un infarto. De ahí la peculiaridad inesperada de la biografía del gurú populista de Podemos, el paréntesis de vida que ya nadie modificará jamás: “Ernesto Laclau (Buenos Aires, 6 de octubre de 1935-Sevilla, 13 de abril de 2014) fue filósofo, politólogo y escritor, profesor de la Universidad Británica de Essex, está considerado uno de los pensadores fundamentales del postmarxismo”.

Un día después de su muerte, Íñigo Errejón, portavoz de Podemos, publicaba en la prensa española un obituario sentido. “Ernesto Laclau ha fallecido cuando más falta hacía, en el filo de un momento de incertidumbre y apertura de grietas para posibilidades inéditas. Nos deja frente a esa tarea pero no solos”. No supimos verlo entonces, pero ahí estaba, ahí está, el alma de Podemos, la fuerza del populismo al que Laclau le dio cuerpo filosófico y justificación política; no supimos verlo entonces pero ahí estaba Podemos reclamándose como herederos en Europa de los movimientos populistas que apadrinada, y adoctrinaba, Ernesto Laclau en Latinoamérica. No supimos verlo entonces, pero nada hay en la estrategia política de Podemos que no se guíe por el pensamiento de Ernesto Laclau.

Como decía Errejón en su obituario, Laclau se murió, pero dejaba como referente “el caudal intelectual y político de una América Latina que ha expandido el horizonte de lo posible y nos ha devuelto la política como creación, tensión y apertura”. Es decir, Hugo Chávez, Maduro, Evo Morales, Cristina Fernández de Kirchner, Rafael Correa o Daniel Ortega... El populismo que hasta ahora se calificaba de ‘bananero’ en cualquier teoría política y que Ernesto Laclau –esta es su gran aportación– ha rescatado para convertirlo, con su correspondiente cuerpo doctrinal, en referente intelectual de la nueva forma de hacer política en el mundo.

Para Laclau, y por extensión para los dirigentes de Podemos, el populismo no sólo no es un concepto peyorativo, sino que se trata de una aspiración política. En el libro La razón populista, lo que defiende Ernesto Laclau es que el populismo no sólo no debe ser rechazado y despreciado, sino que, por el contrario, es la seña de identidad de la operación política por excelencia: “la construcción imaginaria de un nosotros”.

Es interesante esta expresión porque, en efecto, a lo que aspira el populismo que se propone es a aglutinar las reclamaciones sociales más dispares que tienen en común un mismo malestar social. Los efectos de la crisis económica, unidos a la escalada de casos de corrupción, son los que han creado en España el caldo de cultivo necesario para la expansión que estamos viendo de Podemos; el fenómeno político nuevo se corresponde milimétricamente con un ambiente de degradación política y de deterioro económico y social que nunca habían confluido antes en la democracia española.

Para la ‘construcción imaginaria’ de esa nueva colectividad, lo primero que tiene que hacer el populismo es renunciar a las banderas y a las identidades ideológicas, que es lo que viene haciendo Podemos desde el principio. Como se trata de aglutinar en una sola dirección las reclamaciones sociales más dispares, pero que tienen en común un mismo malestar social y una misma decepción de lo conocido, se construye una imagen, una idea, una nomenclatura que pueda ser acogida por todos.

Son las teorías de “significantes vacíos” y “significantes flotantes” de Ernesto Laclau que, despojado del lenguaje doctrinal, se refieren a conceptos que puedan aglutinar diversas corrientes de opinión sin identificarse expresamente con ninguna de ellas.

Ahí es donde se conecta la teoría de Laclau con la selección de términos elegidos por Podemos para identificarse con todos los cabreados de España: ‘la casta’, ‘los privilegios’, ‘el empoderamiento’ de la ciudadanía… Y todo se resume en una palabra, Podemos, y en un líder, Pablo Iglesias, que se adorna de una imagen casi profética, mesiánica. La admiración de Pablo Iglesias con ese tipo de líderes políticos la ha realizado el propio líder de Podemos, que veía, por ejemplo, en Hugo Chávez un referente casi sobrenatural.

“Los procesos de transformación son siempre complejos y colectivos, pero a veces requieren de liderazgos de símbolos, de personalidades carismáticas capaces de sintetizar la voluntad colectiva. Los mitos, cuando se encarnan en un pueblo, se hacen inmortales. Ya lo dijo un venezolano mortal llamado Hugo Chávez Frías: ‘Hugo Chávez no soy yo, Hugo Chávez es el pueblo”. Pablo Iglesias, desde la cuna, parece llevar en las venas la misma ambición.

Populismo, ambigüedad calculada y liderazgo mesiánico. La dificultad extrema de las fuerzas políticas tradicionales para luchar contra un movimiento así lo venimos comprobando desde hace meses; en particular en el PSOE. ¿Qué efecto puede tener tachar a Podemos de populista si eso es, precisamente, lo que se busca? ¿De qué sirve acusarlos de ambigüedad si esa es la fuerza social y política de la que se nutren?

Un año queda para las elecciones generales y, por lo que vamos viendo, Podemos sólo depende de sí mismo, y nada de lo que puedan hacer o decir las demás fuerzas políticas va a influir negativamente en el fenómeno. Su principal reto es mantener el caldo de cultivo del malestar social durante un año, sin que ninguna propuesta suya espante a ningún elemento de la heterogénea y variopinta masa social que los apoya en este momento.

En alguna entrevista de televisión en Argentina, le preguntaban a Ernesto Laclau por la situación europea, tan delicada a consecuencia de la crisis. Y quizá porque una consecuencia de ese estado de cosas ha sido la proliferación de fenómenos políticos nuevos en muchos países, la mayoría de ellos extremos, Laclau acababa defendiendo que “en vez de europeizar Latinoamérica, lo que hay que hacer es latinoamericanizar Europa”.

Qué ironía del destino, venirse a morir a Sevilla para redondear con un pie en cada continente la biografía de este precursor moderno de la demagogia y el populismo. Nacido en Latinoamérica y muerto en Europa.

Como la muerte es caprichosa, a Ernesto Laclau le sorprendió la guadaña en la ciudad y en el momento en el que quizá jamás pensó que podría sucederle nada relevante en su vida. En Sevilla, en abril pasado, cuando la ciudad explotaba en un esplendoroso Domingo de Ramos de azules y capirotes; la Borriquita entre ramas de olivo, palmas y bullas; callejuelas silenciosas por las que avanza silencioso un Cristo envuelto en una nube de incienso.

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