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Javier Caraballo

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Podemos es caca

El otro día, cuando se fue de mítines a Barcelona, el líder de Podemos, Pablo Iglesias, le ofreció al personal que acudió a verlo un resumen

Foto: El nuevo portavoz del Grupo Parlamentario Popular, Rafael Hernando. (EFE)
El nuevo portavoz del Grupo Parlamentario Popular, Rafael Hernando. (EFE)

El otro día, cuando se fue de mítines a Barcelona, el líder de Podemos, Pablo Iglesias, le ofreció al personal que acudió a verlo un resumen de sus principales argumentos políticos. Se refirió a la crisis económica, y llegó a la conclusión de que el problema fundamental es “la casta política”. Habló de los problemas políticos, de la crisis de credibilidad de la clase política española, y le hizo ver a los asistentes que la única causa “es la casta”, “los candados del 78”. Igual que cuando se refirió a los recortes sociales, “la casta”.

Ya al final, como estaba en Cataluña, abordó las tensiones territoriales de España, los desafíos soberanistas del norte, y también ahí obtuvo un diagnóstico claro: “Yo no quiero que Cataluña se vaya, pero entiendo que la casta ha insultado a los catalanes”. Con el público enfervorecido (“¡Este Pablo mola/ se merece una ola!”), Iglesias se despidió con optimismo; el optimismo que ya se expande por las redes sociales de Podemos como si las elecciones generales fueran mañana: "Nos toca ganar, nos toca cambiar el país que la casta ha arruinado”. La casta.

Decían algunos que a las canciones de Maná se le tacha la palabra “amor” y se quedan sin discografía; lo mismo le está empezando a ocurrir a Pablo Iglesias como orador y líder político; que si lo emplazaran a hacer un discurso sin la palabra “casta” no podría finalizar ningún argumento. Se quedaba sin discurso porque cada idea, cada propuesta y hasta cada descalificación se queda huérfana si no utiliza la palabra casta. La casta es la casta, los problemas son la casta y las soluciones pasan por acabar con la casta. ¿Se entiende? Pues eso.

Y el único problema que se empieza a vislumbrar en la retórica de Pablo Iglesias es que, tras seis meses de utilización intensa, ya comienza a dar signos de cansancio, fatiga de materiales con los que se construye la pieza oratoria. La misma efectividad con la que ese discurso ha logrado conectar con la sociedad puede comenzar a difuminarse con el paso del tiempo si la reiteración continua convierte a sus promotores en gente previsible. Porque eso mismo es lo que le ocurre a los líderes políticos de las formaciones clásicas, que de tanto utilizar argumentarios oficiales, como plantillas de palabras vacías que se aplican a cada problema, se han vuelto previsibles, aburridos, insulsos y, finalmente, difíciles de creer.

¿Cuánto tiempo va a tardar hasta que el mismo discurso que, hace seis meses, irrumpió con fuerza por su frescura, su diferencia radical con todo lo existente, se vuelva previsible, conocido, manido? Esa es la cuestión, el reto que tiene por delante Podemos, la ‘travesía del desierto’ que tiene que superar hasta que lleguen las elecciones generales dentro de un año, o quizá algo más.

Podemos, tras el inesperado respaldo electoral de las elecciones europeas pasadas, ha acometido en estos meses una profunda transformación interna para acoplarse al objetivo principal de la formación en este momento, que es el de convertirse en una opción política mayoritaria en España. Para ello, el diseño político puesto en marcha desde entonces no ha dudado ni un segundo a la hora de aparcar, y apartar de la primera línea, a los portavoces que ofrecen un perfil más radical y lo mismo ha hecho con el programa electoral con el que se presentaron a las Europeas, guardado en un cajón.

La cara más rentable de Podemos, en términos de empatía electoral, es la que puede representar Pablo Iglesias o tipos como Errejón, que hasta a las señoras mayores les causa ternura. Y el programa que se está diseñando ya lo han calificado ellos mismos como socialdemócrata. En la misma línea, lo que busca Podemos es aplazar lo máximo posible la concreción de su programa para no provocar debates que dividan la mayoría potencial a la que se dirigen, pretendidamente alejada de los conceptos clásicos de izquierda y derecha. Como decía Pablo Iglesias en Barcelona, “no he venido a Cataluña a prometer nada a nadie; eso sí, os prometo que a mí no me veréis dándome un abrazo con Rajoy ni con Mas". Una vez más, lo único que promete es no abrazarse a la casta.

Dicho de otra forma, en torno a ‘la repulsa de la casta’ es posible aglutinar una mayoría de electores, pero en cuanto se desciende al detalle se corre el riesgo de espantar a una parte de ese electorado.

Por eso, aunque resulte paradójico, para Podemos es fundamental que el entorno en el que se desenvuelve permanezca hostil, agresivo, insultante. La única forma de eludir el debate de los detalles, de las propuestas concretas ante los problemas que existen, es mantener este ambiente de crispación que los ha llevado a lo más alto de la ola.

Tan importante como los discursos que pronuncian Podemos en los debates a los que asisten son los contrincantes a los que se enfrentan. Nadie como los dirigentes de Podemos saben convertir la agresividad a la que los someten en un caudal de empatía. “¡Comunistas!”, “¡terroristas!”, “¡radicales!”, “¡corruptos!”, “¡sucios!”, les gritan creyendo que van a destruirlos y lo único que consiguen es afianzar al personal en la idea de que, efectivamente, existe una casta intocable que se siente aludida.

Podemos tiene por delante un año de retos, en el que debe sobrevivir a sí mismo, a su éxito fulgurante, a su impacto demoledor, para no caer en la inercia de lo previsible, para mantener el suflé que tan rápido se ha levantado. El otro día, el nuevo portavoz parlamentario del PP, Rafael Hernando, en un alarde de simplismo entre grosero y cursi, dijo que los de Podemos“se presentan como ‘Don Limpio’ pero en cuanto le pasas el algodón están cubiertos de suciedad, por no decir de caca”.

Creerá el portavoz que lo acaba de iluminar el ingenio de la política, pero lo único que logra es afianzar a Podemos en su discurso para superar ‘travesía del desierto’. Es la réplica más efectiva de Pablo Iglesias: “Insultarán, gritarán, agitarán el miedo… Pero lo que tenéis que hacer es sonreír. Sonreíd,porque vamos a ganar”. Los de Podemos tienen que estar encantados con sus adversarios. Sólo tienen que repetirlo mucho: “Podemos es caca”.

El otro día, cuando se fue de mítines a Barcelona, el líder de Podemos, Pablo Iglesias, le ofreció al personal que acudió a verlo un resumen de sus principales argumentos políticos. Se refirió a la crisis económica, y llegó a la conclusión de que el problema fundamental es “la casta política”. Habló de los problemas políticos, de la crisis de credibilidad de la clase política española, y le hizo ver a los asistentes que la única causa “es la casta”, “los candados del 78”. Igual que cuando se refirió a los recortes sociales, “la casta”.

Rafael Hernando Íñigo Errejón