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Chaves, el hombre que nunca sabía nada
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Javier Caraballo

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Chaves, el hombre que nunca sabía nada

Estuvo en la foto 'de la tortilla' y, aunque el TS le complique la permanencia como diputado, nadie podrá arrebatarle a Chaves la condición de ser el gran superviviente en política de aquella generación

Foto: Manuel Chaves, en el pleno del Congreso de los Diputados. (Efe)
Manuel Chaves, en el pleno del Congreso de los Diputados. (Efe)

Estuvo en la foto 'de la tortilla' y, aunque el Tribunal Supremo le complique ahora la permanencia como diputado en el Congreso, nadie podrá arrebatarle a Manuel Chaves la condición de ser el mayor superviviente en política activa de aquella generación. Estaba allí, como uno más, en aquella foto legendaria del socialismo español mientras Felipe González pelaba una naranja y Alfonso Guerra miraba la escena, divertido, desde una esquina, y cuarenta años después es el único que se mantiene en un cargo público, en un escaño. Ha sido ministro, presidente de Andalucía y vicepresidente de España; ha sido secretario general del PSOE de Andalucía y presidente de la ejecutiva federal del PSOE; ha sido uno de los dirigentes con más influencia en el socialismo español durante cuatro décadas, y de su extraordinaria habilidad para sobrevivir en política habla sobradamente su capacidad para rehuir todos los escándalos que han estallado en su entorno. Desde el ingente fraude de los ERE hasta el escándalo de influencias por la subvención millonaria a la empresa en la que trabajaba su hija: desde el entramado de Filesa hasta el caso Juan Guerra, pasando por el maletín contante y sonante con el que sorprendieron al hermano del director general de Carreteras de su gobierno. Escándalos mayúsculos que a Manuel Chaves le han pillado siempre de la misma forma porque de todos ellos se enteró por la prensa. Nada sabía, nada sospechaba. Y cuarenta años en política, esa es la cuestión. Chaves, el único superviviente del ‘clan de la tortilla’; Chaves, el hombre que nunca sabía nada.

Del escándalo de los ERE, Chaves sólo ha declarado ante la comisión de investigación que se creó en el Parlamento de Andalucía, en septiembre de 2012, ya que, por su condición de aforado, al igual que José Antonio Griñán, la juez Alaya nunca lo ha podido llamar a declarar. Ante esa comisión, el expresidente andaluz fue claro y directo: "Conocí los hechos por la prensa, y los detalles a través de esta comisión de investigación". Esa fue toda su explicación. La jueza, con el apoyo de informes técnicos de varios organismos públicos, como la Cámara de Cuentas o la Intervención General del Estado, culpa al Gobierno andaluz que presidía Manuel Chaves de haber ideado un sistema opaco, el ‘fondo de reptiles’, para conceder subvenciones millonarias sin ningún control. Ese sistema funcionó durante diez años y repartió 850 millones de euros, pero Chaves, que presidía el Gobierno andaluz que repartía ese dinero, lo conoció sólo cuando lo publicó la prensa. ¿Se entiende? Pues eso.

Luego, en esa misma comisión de investigación, añadió, seguro de sí mismo: "Yo no estoy, ni estaré, incurso en ninguna responsabilidad penal". En esto sí le falló la previsión, porque el Tribunal Supremo, de hecho, ha admitido su causa y lo ha llamado a declarar como imputado. Pero es verdad que en medios judiciales se considera muy improbable que, al final, pueda prosperar una causa penal contra el expresidente andaluz por la trama de los ERE, a pesar de la evidente responsabilidad política y administrativa.

Chaves, en todo caso, habrá pensado que si el Tribunal Supremo archivó la causa de Matsa, en la que él sí tenía una implicación familiar directa, con más motivo lo mismo acabará ocurriendo con los ERE. En el escándalo de Matsa, además, la cuestión estaba clara: La Ley de Incompatibilidades de Altos Cargos obliga a los responsables políticos a ausentarse de la toma de decisiones que puedan afectar a algún pariente. La hija de Manuel Chaves, Paula Chaves, era la apoderada de la empresa Matsa y el 20 de enero de 2009, el Gobierno andaluz le concedió una subvención de 10 millones de euros. Chaves presidía el Consejo de Gobierno y votó a favor de la empresa de su hija. El Supremo archivó la causa y cuando le han preguntado a Chaves que por qué no se ausentó del Consejo de Gobierno, que era lo más fácil para evitar cualquier complicación, él ha contestado con la misma distancia, como si en realidad no supiera que su hija trabajaba en esa empresa; simplemente, no había caído en ese detalle. “En una decisión de este tipo uno puede caer o no en qué es lo que hubiera sido mejor en ese momento".

Muchos años antes, en los albores de la Expo 92, la Policía detuvo al hermano del entonces director general de Carreteras cuando venía de cobrarle la comisión a una de las constructoras que trabajaba en la red de carreteras autonómicas. Dinero contante y sonante, 22 millones de pesetas de la época, en un maletín. En las grabaciones de la Policía que se hicieron públicas, uno de los comisionistas decía que el director de Carreteras, con la actividad de inversión publica que había en la Expo, se iba a convertir “en el mayor recaudador del PSOE”. Manuel Chaves presidía el Gobierno andaluz entonces y su reacción fue casi idéntica a la que luego repetiría con los ERE, ‘cosa de tres o cuatro golfos’.

“Ha habido algunos listos que han utilizado a los partidos políticos o han utilizado a un partido político para enriquecerse ellos personalmente. Aquí no ha habido financiación irregular de ningún partido, aquí no hay cargos políticos que estén implicados; es la confianza y la seguridad que yo tengo”. Lo que pasó luego es que el Tribunal Constitucional declaró nulas las escuchas telefónicas y la Audiencia de Sevilla acabó absolviendo a todos los procesados por falta de pruebas. Sin las escuchas telefónicas, y todo lo que se derivaba de ellas, el caso se desmoronó. Como una triste burla del destino judicial de algunos casos de corrupción, la sentencia resolvió con una frase la evidencia de que, pese a todo, nadie podía negar la existencia de un maletín con 22 millones de pesetas. Lo declaró un objeto “sin dueño ni origen ni destino” y se lo embolsó Hacienda, como si fuera un ‘objeto perdido’.

¿Y qué dijo Manuel Chaves cuando estalló el ‘caso Filesa’? Pues eso, lo mismo, que nadie conocía lo que estaba pasando. “Yo creo que Felipe no sabía lo que estaba ocurriendo. Yo tampoco Y creo que el 99% de la gente del PSOE tampoco lo conocía…”, dijo Chaves en el libro La memoria recuperada, de María Antonia Iglesias. Eso, a pesar de que el administrador de Filesa, Alberto Flores, condenado a diez años por ese caso, declaró en el sumario abierto por el presunto pago de comisiones por parte de empresas adjudicatarias del tren AVE entre Madrid y Sevilla que en el partido todos conocían la financiación irregular. “Eso lo saben. Todas sus ejecutivas desde 1991, Guillermo Galeote, José María Benegas, Francisco Fernández Marugán, Narcís Serra, Manuel Chaves, Carlos Solchaga y, por supuesto, Felipe González".

Curiosamente, el único caso en el que Manuel Chaves confiesa haber conocido o sospechado algo es en el de Juan Guerra. En el mismo libro de la fallecida María Antonia Iglesias, Manuel Chaves dice al respecto: “Yo viví el ‘caso ‘Juan Guerra’. El partido, y yo el primero, no queríamos creer algo que teníamos la sospecha que estaba ocurriendo. Bajo ningún concepto podíamos pensar que el hermano de Alfonso Guerra, no con su consentimiento pero sí haciendo la vista gorda y mirando para otro lado, estaba haciendo lo que estaba haciendo desde el despacho de su hermano”. ¿Pero por qué reconoce Chaves en este caso abiertamente la corrupción? Tiene una explicación política y personal: su enfrentamiento con Alfonso Guerra, una vez que Chaves se alineó con Felipe González en la ‘guerra’ interna de los dos dentro del PSOE. Pero todo eso ya pertenece a otra historia, y nos devuelve otra vez a aquella foto de la tortilla, el compañerismo y la amistad rota al cabo de 40 años de poder en España. Esa época del ‘clan de la tortilla’ de la que Chaves sigue siendo el único superviviente; el hombre que nunca sabía nada.

Estuvo en la foto 'de la tortilla' y, aunque el Tribunal Supremo le complique ahora la permanencia como diputado en el Congreso, nadie podrá arrebatarle a Manuel Chaves la condición de ser el mayor superviviente en política activa de aquella generación. Estaba allí, como uno más, en aquella foto legendaria del socialismo español mientras Felipe González pelaba una naranja y Alfonso Guerra miraba la escena, divertido, desde una esquina, y cuarenta años después es el único que se mantiene en un cargo público, en un escaño. Ha sido ministro, presidente de Andalucía y vicepresidente de España; ha sido secretario general del PSOE de Andalucía y presidente de la ejecutiva federal del PSOE; ha sido uno de los dirigentes con más influencia en el socialismo español durante cuatro décadas, y de su extraordinaria habilidad para sobrevivir en política habla sobradamente su capacidad para rehuir todos los escándalos que han estallado en su entorno. Desde el ingente fraude de los ERE hasta el escándalo de influencias por la subvención millonaria a la empresa en la que trabajaba su hija: desde el entramado de Filesa hasta el caso Juan Guerra, pasando por el maletín contante y sonante con el que sorprendieron al hermano del director general de Carreteras de su gobierno. Escándalos mayúsculos que a Manuel Chaves le han pillado siempre de la misma forma porque de todos ellos se enteró por la prensa. Nada sabía, nada sospechaba. Y cuarenta años en política, esa es la cuestión. Chaves, el único superviviente del ‘clan de la tortilla’; Chaves, el hombre que nunca sabía nada.

Caso ERE Tribunal Supremo Manuel Chaves Alfonso Guerra